El proceso de transformación que se está llevando a cabo en México podría definirse con el concepto utilizado por los académicos Acemoglu y Robinson en su libro llamado -Por qué Fracasan los Países-, denominado como destrucción creativa.
La conversión de las instituciones que implica pasar de ser instituciones diseñadas para perpetrar el saqueo o instituciones extractivas, en otras que sean incluyentes, no es algo que pueda suceder intempestivamente, porque los intereses que sostienen al sistema van a presentar resistencias poderosas, como lo estamos viendo en todos los ámbitos de la vida pública.
La institución representada por el poder ejecutivo encabeza esta transformación, que es la que más rápidamente se está convirtiendo en incluyente y al mismo tiempo está ejerciendo una fuerte presión para que los poderes legislativo y judicial aceleren su conversión, aunque el proceso no está siendo fácil porque lejos de que la presión derive de acciones autoritarias, se está ejerciendo por la vía legal, a través de impulsar la manifestación y movilización de la ciudadanía.
Por otro lado, aunque es el gobierno federal en su conjunto quien va al frente de la transformación, esa movilización ciudadana motivada en su participación dentro de los procesos electorales recientes, comienza a profundizarla para que se empiece a dar también en los Estados y Municipios a lo largo y ancho del país.
No les falta razón a los oligarcas cuando a través de sus medios, opinadores y voceros, alertan a sus simpatizantes sobre el hecho de que este gobierno está destruyendo el país. En efecto, el país que ellos habían construido para satisfacer sus intereses y su voracidad ilimitada, se está desmoronando ante sus miradas afligidas sin que puedan hacer nada para evitarlo.
Solo están equivocados en un pequeño detalle; no es solamente la voluntad de un gobierno lo que se encuentra destrozando las estructuras de saqueo que configuraron con tanto esmero durante años, los responsables de su destrucción somos los ciudadanos que votamos por él y que continuamos apoyándolo en sus decisiones, por eso todos los esfuerzos realizados para detenerla han fracasado.
Es la consciencia colectiva de la mayoría, con el firme propósito de desarrollar un país que nos proporcione bienestar a todos y no solo riquezas a unos cuantos, la que impulsa este cambio profundo de las estructuras del Estado. Recordando al escritor español del siglo de oro Lope de Vega, es Fuenteovejuna.
Por eso hoy ante una oposición histérica que no puede contenerse y se desprende de su máscara de hipocresía, llegan los apoyos sociales directamente a la población que los necesita, vemos brotar 140 nuevas universidades públicas por todas partes, observamos retorcerse de dolor a los ladrones de cuello blanco que están dejando de recibir el abundante jugo que les proporcionaban sus contratos fraudulentos y sus concesiones mal habidas.
Estamos viendo a oligarcas caer en la cárcel o andar por el mundo a salto de mata, huyendo de órdenes de aprensión por defraudar al estado; a funcionarios corruptos desesperados porque no pueden meterle mano al presupuesto, exsenadores en prisión que recibieron sobornos, diputados pasando de la curul al reclusorio, famosos litigando en los medios para no ir a prisión, gobernadores deseando que no cambie la conformación de su congreso, pues ya sin protección, tendrán que irse presos, a medios de difusión y periodistas centaveados siendo exhibidos como mentirosos públicamente y muchas otras escenas más que hace solo 3 años eran impensables.
El proceso de destrucción creativa ya no lo detiene nadie porque no depende de un hombre, de un congreso o de un gobierno; depende de la fuerza incontenible de los ciudadanos que decidieron tener un futuro mejor que el que les ofrecía un grupo de ladrones desde un poder secuestrado durante siglos.
Como dijo el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy: “Aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre, acabaron dentro de él”.