La debacle de los invisibles

Después de la jornada electoral del 4 de junio en Coahuila y el Estado de México, todo mundo habla de cómo les fue a Morena y al PRI; de la victoria del primero que prácticamente sepultó al segundo derrotándolo en el estado mexiquense, de la del segundo barriendo con los votos después de la fractura que provocaron los aliados de Morena en el estado norteño y de los pronósticos y reflexiones sobre las dos fuerzas políticas que representaron el enfrentamiento.

Lo que casi no se ha tratado porque no parece ser lo más relevante, pero que en realidad fue esencial al configurar una alianza antinatural entre fuerzas políticas que supuestamente son contrarias en ideología, son la contribución real a los resultados que los aliados del PRI, el PAN y el PRD aportaron.

Lejos de pronunciamientos propagandísticos y declaraciones emocionales orientadas a intentar engañar a sus votantes potenciales, el análisis de estas colaboraciones para esa alianza tendría que ser pragmático y mucho bien les haría llevar a cabo una evaluación fría y seria.

En la elección de Coahuila, donde las consecuencias de una participación raquítica de parte de estos dos partidos resultaba menos relevante por la fortaleza del PRI en la preferencia del voto y por la fractura demencial que se provocó entre Morena y sus aliados, el PAN solamente aportó el 6% de los votos y el PRD, como ya está siendo su costumbre, perdió su registro en el Estado por no ser capaz de contribuir ni siquiera con el 3%.

La situación del PRD era más predecible, pero la del PAN es una verdadera debacle estatal que demuestra claramente que en los últimos años el PRI lo ha diluido casi por completo, reduciendo su peso electoral al que tuvo el Partido Verde y a menos de la mitad de los votos que recibió el Partido del Trabajo compitiendo solo.

La irrelevancia de las aportaciones en votos para estos dos partidos aliados al PRI es todavía más dramática en el caso del Estado de México, donde si bien la tradición de trapacerías generadas desde el grupo Atlacomulco y las mafias que los respaldan, los hacía prácticamente invencibles en el pasado, en esta ocasión se enfrentaban a un pronóstico poco alentador en la preferencia de voto que todas las encuestas otorgaban a Morena y donde una contribución abultada del voto para sus aliados resultaba indispensable.

Sin embargo, ahí su alianza tampoco funcionó y terminaron perdiendo la joya de la corona en el golpe más doloroso que haya recibido ese partido desde su debacle del 2018.

En este recuento, el PRD logro hacer lo único que ha realizado en los últimos tiempos, recibir menos del 3% de los votos y perder su registro. Probablemente se esperaba algo más de ellos, pero la verdad no había mucha esperanza.

Por su parte el PAN, quien declinó haber nombrado a su propio candidato para competir en esa gubernatura apoyando a la del PRI, perdió la oportunidad de consolidar la fuerza que había mostrado en el pasado en el llamado corredor azul y solamente pudo aportar el 11% de los votos para su alianza con el Revolucionario Institucional, prácticamente la misma cantidad que obtuvo el Partido Verde a favor de su alianza con Morena.

Resumiendo: el PAN logró obtener más o menos la misma cantidad de votos que recibió el Partido Verde en los dos procesos electorales en los que participó, poniendo seriamente en tela de juicio su utilidad práctica como aliado de una coalición donde uno se dedica a perder registros, otro colabora con cantidades raquíticas de votantes y el PRI, que obtuvo más votos, se convirtió ya en la 4ª fuerza política del país por el número de Mexicanos a los que gobierna.

Así con estos resultados, ellos gritan a los cuatro vientos que seguirán juntos y triunfantes como siempre. Bendita inconsciencia.

Como dice la psicóloga española María de Jesús Ávala: “Una persona que no se siente segura actúa como un niño pequeño desorientado, que ni analiza correctamente, ni actúa positivamente, ni resuelve felizmente lo que le preocupa”.