Es grave que, en contra de la militancia y de la autonomía política del partido del presidente, se permita que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le imponga a Morena un método para elegir a su dirigencia, favoreciendo la política de cúpulas sobre la moral política que defiende la Cuarta Transformación.
Tras décadas de lucha, la izquierda mexicana logró lo que pensaba imposible; llevar a uno de los suyos a la presidencia. La historia política contemporánea de México gira en torno a los procesos que se conjugaron para que Andrés Manuel López Obrador se pusiera sobre el pecho la banda presidencial, como lo hizo el primero de diciembre de 2018. En esa fecha comenzó oficialmente la Cuarta Transformación, un fenómeno político que fue posible gracias a la perseverancia de AMLO, su integridad moral y su fortaleza política.
El último tramo de la lucha político-partidista de Andrés Manuel está, indudablemente, asociado a Morena, el partido político que se creó para llevarlo al poder y que hoy está en crisis. Las causas de la crisis son varias: entre ellas está el hecho de que el presidente -su fundador y principal referente ético- no ha querido inmiscuirse en los asuntos internos del partido, la migración de cuadros políticos desde el partido hacia el gobierno, que deja a Morena sin una estructura operativa suficientemente consolidada, y la pugna interna por elegir a su dirigencia (los cargos estatutarios de sus órganos políticos) y su dirección (el rumbo ideológico y programático del partido).
Esta última causa se ha vuelto central en la discusión pública, y no es para menos. El partido del presidente lleva ya un tiempo en la incertidumbre sobre su significado respecto a la sociedad mexicana y al gobierno de nuestro país. Diferentes personalidades al interior se han enfrentado en disputas que, por una u otra razón, no han podido concretarse en una victoria contundente de ninguna de las partes. Esta situación es preocupante porque Morena tiene la responsabilidad de continuar con el proyecto iniciado por el presidente, y será imposible hacerlo sin una organización consolidada y un rumbo claro.
El asunto del método de elección de la dirigencia de Morena es un punto nodal que sirve para analizar lo que está en disputa dentro de Morena. Dos hechos saltan a la vista: que existen en Morena actores políticos que dependen del presidente para fijar postura respecto a la vida interna del partido y que hay quienes, dentro de Morena, celebran la imposición de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto al método de renovación de dirigencia del partido. Ambos son graves y deben discutirse seriamente.
Primero. Buscar en el presidente indicaciones para dirigir la vida interna de Morena es no entender el compromiso moral de Andrés Manuel; no meterse en ellos. Los que han buscado que la dirigencia nacional de Morena se haga mediante encuesta han argumentado que así lo sugirió el presidente en una reunión con legisladores de Morena en agosto de 2019. Ese análisis es simplista: el mismo presidente, dos meses después aseguró:
“no tengo nada que ver, no me importa, no me interesa, tengo otra encomienda. Ayuden ustedes a que se resuelvan las cosas sin el gobierno. Lo único que hice fue atreverme a recomendar que se llevara a cabo una encuesta, afortunadamente no me hicieron caso.”
Detrás del interés de los actores que quieren la encuesta como método, a pesar de que el procedimiento estatutario es claro respecto a la elección de los cargos partidistas, está el hecho de que la encuesta facilita una disputa entre actores de la cúpula, el método de asamblea que contempla el estatuto construye la representación política desde abajo hacia arriba, comenzando por las Comités Municipales de la militancia de base del partido, pasando por los Consejos Ejecutivos Estatales hasta llegar a conformar Comité Ejecutivo Nacional.
En otras palabras, la encuesta permite que personajes que no han hecho política con la militancia de Morena, accedan a cargos de decisión del partido. Es legítimo defender la encuesta, pero no lo es hacerlo argumentando que es lo que el presidente quiere, ni afirmando que la encuesta servirá para llevar un proceso político desde abajo. Lo honesto sería admitir que, sin la encuesta, quienes defienden la encuesta no podrían llegar a la presidencia de Morena, para entonces buscar reformar dicho estatuto.
Segundo. Aún más grave que tener motivaciones inconfesas, es defender la intromisión del poder judicial en asuntos internos de Morena. El mismo día en que Andrés Manuel se dijo ajeno a las pugnas internas del partido, el presidente hizo pública una carta en la que les recordó a los Servidores de la Nación que las estructuras del Estado deben mantenerse fuera de los asuntos partidistas y electorales, para mantener la democracia libre del la injerencia del aparato de gobierno.
El presidente aprovechó el momento para “decirle a los militantes de Morena que siempre hemos luchado, siempre se luchó por no permitir la intervención del gobierno y que siempre hemos luchado por la democracia.” Esta conciencia histórica es la que hace incompatible defender Morena como partido de la Cuarta Transformación al mismo tiempo que se recurre al TEPJF para promover los intereses personales o de grupos al interior del partido. La lucha democrática que desembocó en la creación de Morena fue librada contra este tipo de injerencias. ¿O se olvida que el fraude de Calderón en 2006 fue avalado en esta misma instancia?
Defender auténticamente la transformación moral del quehacer político de Morena y del país es defender la autonomía de Morena respecto al gobierno y a las instituciones del estado. Mientras que algunos morenistas celebran la intromisión del Tribunal en la vida orgánica de Morena, el magistrado Reyes Rodríguez Mondragón, que votó en contra de dicha resolución, argumenta que la decisión del TEPJF “supone una intervención injustificada en la autoorganización partidista”.
En otras palabras, el Tribunal está atropellando los derechos de la militancia morenista para favorecer a tales o cuales actores políticos, que celebran la imposición de decisiones que responden a las inercias de la vieja forma de hacer política. Urge que Morena encuentre un camino que respalde al presidente sin depender de él, para hacer orgánica y de largo aliento la transformación de la vida pública del país, sin traicionar al pueblo de México en el camino.