Fracasa el show de Jorge Ramos en la mañanera de AMLO
¿Qué espera el ciudadano de a pie de un periodista? Las respuestas más válidas serían, objetividad, imparcialidad y veracidad, en la forma en que realiza su trabajo y en la manera en que presenta su información. Un periodista que precisa credibilidad para ser considerado confiable, no puede rebasar estos lineamientos básicos de su oficio.
En la actualidad, pocos periodistas de la vieja guardia conservadora, apuestan por este tipo de periodismo, en favor de sus audiencias. Son tendenciosos. Defienden por encargo, causas que convienen a determinados grupos políticos o de poder, sin dar el enfoque imparcial que debería distinguir su trabajo.
A esta manera de hacer periodismo, se le llama “estilo personal”. No es que equivoquen el fin informativo y social que cumplen, sino que es una forma “muy suya” de “enfocar” los acontecimientos que cubren. Es decir: la mentira, la alteración de datos, el manejo de los mismos en forma incompleta o engañosa, la parcialidad hacia una de las partes, son válidos, pues eso distingue el sello “personal” de un reportero.
Jorge Ramos en el personaje más representativo, de esta manera periodística tan de moda, no solo en México, sino a nivel mundial. Su trabajo, dista mucho de ser objetivo. El señor tiene sus filias y fobias personales y pretende imponerlas a sus entrevistados y a sus audiencias. Es un defensor declarado de la oposición venezolana y enemigo acérrimo del gobierno actual en ese país. El golpe de Estado que el gobierno norteamericano preparó, para impulsar a Juan Guaidó como presidente interino en esa nación, fue aplaudido ampliamente por Ramos.
Ha intentado por todos los medios que el gobierno de México reconozca a los golpistas señalados, que no pueden gobernar Venezuela, por carecer de apoyo popular y respaldo de las fuerzas armadas. López Obrador lo ha señalado cientos de veces: la política de nuestro país, se basa en la no intervención y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. Jorge Ramos no parece entender este mecanismo democrático y cada que puede, insiste en el tema.
Su forma de entrevistar es grosera, confrontativa, inadecuada en lo que corresponde a las buenas maneras y a la decencia. Como es un conservador declarado, no puede asumir que existan corrientes de izquierda que gobiernan en otras partes del mundo. Evo Morales le suspendió una entrevista, cuando las formas de diálogo se rompieron por la insistencia de Ramos en que el presidente de Bolivia calificara de dictadura al tipo de gobierno existente en Cuba. Morales se levantó de la silla, llamándolo provocador.
Con Nicolás Maduro, es conocido el show que armó desde antes de iniciar la entrevista. Preparó un video donde se ve a dos personajes sacando platos de pollo de un camión de basura para poder comer. En un país donde dice la derecha que no hay comida ¿quién tira platos con piezas de pollo frito a la basura? Lo demás, lo conocemos. Nicolás Maduro lo califica de mentiroso y le suspende la entrevista. Ahí Ramos arma otro drama.
¿esa es la manera correcta de hacer periodismo? ¿Se puede llamar “estilo personal” a este tipo de acciones y agresiones personales? ¿Puede llamarse víctima de la intolerancia quien es intolerante a la forma de vivir y de pensar que rige en otras naciones?
En descargo de Jorge Ramos, se ha dicho que utilizó las mismas formas para preguntar a Donald Trump y que sufrió la agresividad del presidente norteamericano, quién ordenó que lo sacaran de la conferencia. Esta defensa no es del todo verdadera. El sistema del imperio nunca ha sido democrático. Son los mismos poderes los que manejan la política en ese país. Republicanos y demócratas, representan igual peligro para el resto del mundo. Ninguno de esos partidos es mejor que el otro. Se pelean por el gobierno en cada elección, pero en realidad responden a los mismos intereses. Jorge Ramos responde a los intereses demócratas y nada más.
Uno de los pocos personajes que ha respondido a sus preguntas de manera juiciosa y sin caer en las provocaciones que le gusta lanzar a este periodista, es Andrés Manuel López Obrador. El hoy presidente de México, ha tenido la paciencia y la habilidad para dar las respuestas correctas y necesarias, a cada cuestionamiento que le presenta Ramos. Ha defendido la posición de México, respecto a Venezuela y Cuba. No se ha dejado involucrar en un enfrentamiento directo, con el presidente Trump, como bien quisiera el reportero. Ha defendido con argumentos, el proyecto de la Cuarta Transformación y ha terminado esas entrevistas, de manera cordial.
Hoy en la conferencia mañanera, Jorge Ramos fue enviado por los grupos conservadores que necesitan una nota de fin de semana (cuando no hay mañaneras), para provocar, con cifras dudosas que difieren solo un poco de las oficiales, a un presidente que se encuentra en su elemento y que sabe bien cómo atender estos asuntos.
Jorge Ramos llegó como siempre, intentando poner como punto central sus cifras y sus preguntas. El presidente le señaló que esa información debía ser verificada, puesto que no correspondía con los datos que maneja el gabinete de seguridad. La necedad de Ramos nada pudo contra la paciencia del presidente, quien lo llevó al pizarrón y le mostró las cifras que, día por día, detalla el gobierno. Ramos no pudo o no supo hacer la suma en se momento. Todo terminó en una exhibición innecesarias de las carencias periodísticas del reportero. Si no puedes realizar una simple suma en el momento, si tus mentiras se caen ante los datos duros de la presidencia, nada más puedes alegar a tu favor. Hasta ahí quedó la intervención de Jorge Ramos.
Los conservadores lanzaron hoy a su mastín más agresivo. Pensaron que iba a provocar una tormenta dentro de la conferencia mañanera y que esto sería tema para el fin de semana. En realidad, solo fue necesario dar un pequeño tirón a la correa, para tenerlo en paz.
Que lástima que se siga practicando en la actualidad este tipo de periodismo. Que lamentable que exista gente como Jorge Ramos, que se gana la vida mintiendo, engañando y usando una máscara de imparcialidad y profesionalismo que no le queda. La credibilidad del periodismo conservador, sigue en caída libre y al parecer, ellos no lo entienden o no se percatan del descredito en que viven. Allá ellos.
Malthus Gamba