Falla intentona de chantaje del CCE a AMLO
El Consejo Coordinador Empresarial planteó a la presidencia un plan para sortear la crisis económica que inevitablemente seguirá a la sanitaria que hoy vivimos. Un plan que solamente contempla salvaguardar los intereses de las grandes empresas con costo a las medianas y pequeñas, así como a los trabajadores y el resto de la población. La idea es que el gran empresariado no tenga que esforzarse ni pierda un centavo y, de ser posible, obtener alguna utilidad de esta emergencia.
Como el gobierno se negó a cumplir todas y cada una de sus instrucciones, ahora amagan con financiar una campaña tendiente a buscar la salida de López Obrador de la presidencia mediante el recurso de revocación de mandato que el mismo primer mandatario propuso al inicio de su período.
Y son muy capaces de intentarlo pues ya lo han hecho antes. Recordemos que en 2006 crearon e impulsaron la campaña más ruin, mezquina e inmoral que nuestro país haya visto jamás, privándonos de una verdadera democracia con mentiras fondeadas con los impuestos que el gobierno de Fox les perdonó.
En 2012 volvieron a hacerlo, acudiendo al apoyo de sus cómplices que obsequiosamente apoyaron con generosos donativos y estructura para el fraude y coacción del voto, de nuevo financiado por impuestos perdonados, esta vez por Felipe Calderón.
Para 2018 lo intentaron con enorme derrama de recursos, pero fueron rebasados por una ciudadanía mejor informada y harta de las rapacerías de los partidos políticos dominantes en colusión con el poder económico.
Quienes votamos y apoyamos el cambio, desafortunadamente para esos enemigos de la democracia, somos aún una aplastante mayoría, lo que evitará de manera absoluta que vuelvan a boicotear la democracia y asegura la permanencia de un presidente constitucionalmente electo.
Pero no es el apoyo popular lo que impide el avance del afán golpista del CCE, tampoco es venganza o autoritarismo. Estos auto denominados empresarios han dejado la moral y la dignidad en el camino, acostumbrados a hacer sus negocios al amparo del poder, disfrutando de inmerecidos beneficios fiscales que los gobiernos neoliberales servilmente les otorgaron, abusando miserablemente de su plantilla laboral, utilizando despiadadamente esquemas neo esclavistas como el “out sourcing” y un sinfín de trampas y vericuetos más, todo lo imaginable para poder recargar su éxito empresarial en el empleado y en reducir los gastos, en lugar de lo que hacen los verdaderos empresarios: Innovar, inventar, arriesgar.
El CCE basa todo su argumento en el mito neoliberal de que la economía empieza en la empresa como generadora de empleos y riqueza y por tanto debe ser protegida a toda costa en aras de preservar todo el sistema económico.
Esta idea tan asentada en la población es verdadera sí, y sólo sí el sistema económico es neoliberal y se acepta la falacia de que La concentración de la riqueza necesariamente se derrama hacia el resto de la sociedad, cosa que ya había sido probada falsa aún antes de la crisis sanitaria.
El sistema neoliberal sostiene que la economía descansa y se origina en la producción y que ésta debe ser sostenida y protegida a cualquier costo, pero en una economía progresista se privilegia al consumidor quien verdaderamente da origen y razón de existir al productor ya que, al contar con medios de consumo demandará satisfactores, obligando a la creación de empresas que los produzcan. Vemos entonces que la empresa definitivamente no es el principio del sistema económico y que lo que se debe impulsar y proteger es la economía base, esto es el consumidor.
Esto lo ve claramente la actual administración y sabe además que la gran empresa es perfectamente capaz de sortear financieramente un evento como el actual, no así el ciudadano común ni la micro y pequeña empresa. La gran empresa solo sufrirá un poco en sus arcas, mientras que la mayoría de la población padecería hambre y los millones de MiPymes podrían desaparecer.
Los apoyos brindados por el actual gobierno serán destinados a proteger a personas y empresas en verdadero peligro, no a perdonar impuestos a grandes empresas que, en realidad, no tienen de que preocuparse.