El mundo neoliberal globalista que hoy se está desmoronando para convertirse en un escenario de influencias regionalizadas, ha utilizado sus estructuras políticas para influir y presionar a los gobiernos, en la asignación de canonjías a empresas de los oligarcas internacionales que han sido dueños del modelo económico desde hace varias décadas.
Hasta 2018, en México esta mecánica de presión política sobre los gobiernos para lograr que se le asignaran negocios jugosos a las empresas extranjeras, no era necesario porque los gobiernos corruptos no oponían ninguna resistencia a la entrega de concesiones, subsidios y riquezas del país a cambio de sobornos o prebendas de parte de los oligarcas internacionales y de sus socios o representantes mexicanos.
De hecho, desde poco antes de 1988 los mismos políticos mexicanos, adoctrinados en la visión neoliberal desde el extranjero, entregaban estas riquezas motu propio y eran los principales promotores de que las propiedades del estado pasaran a formar parte de los activos de las empresas extranjeras.
A partir de 2019 las cosas empezaron a cambiar en México y se detuvieron todas las privatizaciones de empresas estatales, se revisaron las reglas para que las corporaciones privadas hicieran negocios en México, se comenzó a exigir el pago de impuestos que hasta 2018 se les condonaban o se les devolvían y se está poniendo orden en los mercados donde las concesiones se dieron en forma entusiasta, sin importar que se creara un caos en el mercado, como sucedió con la industria eléctrica.
Como es de esperarse, las corporaciones se oponen en su mayoría a que México se convierta en un mercado donde ahora sí tienen que pagar impuestos, no tendrán subsidios injustificados de parte del erario, tendrán que cumplir a cabalidad con las obligaciones a las que los sujetan los contratos que firmaron, no podrán seguir saqueando impunemente a cambio de sobornos entregados a funcionarios corruptos y tendrán que desarrollar sus actividades dentro de un marco jurídico que establece piso parejo para la libre competencia.
Todas estas canonjías demenciales de las que disfrutaban en un entorno de privilegios, al que difícilmente tienen acceso en otros países, representaban una proporción importante de sus ganancias en el mercado mexicano que conseguían en forma ilegítima.
Para poner un ejemplo, a partir de los datos publicados por el Instituto Español de Comercio Exterior, las empresas españolas en México, que entre otros rubros operan en los sectores de energía, comunicaciones, banca, seguros, comercio y turismo, tienen un volumen de negocios equivalente a 600 mil millones de pesos mexicanos, que corresponde a todo el presupuesto que España destina para salud y justicia.
Entre estas empresas están las grandes corporaciones, muchas de las cuales fueron especialmente beneficiadas con concesiones, así como subsidios, en perjuicio del erario durante los gobiernos de Calderón y Peña, reciben ganancias anuales en México que representan el 20% de las todas las utilidades reportadas en la bolsa de valores española; por ejemplo, solo BBVA recibe de México la mitad de todas sus ganancias a nivel mundial teniendo presencia en 32 países.
Es ahora, cuando las autoridades mexicanas decidieron dejar de ser promotor oficioso de ganancias ilegítimas para estas empresas, justo antes de meter definitivamente en cintura a las empresas eléctricas españolas, cuando la oligarquía neoliberal echa mano de los borregos del parlamento europeo, para intentar presionar al gobierno, a fin de que suavice su tratamiento hacia estos saqueadores corruptos. Con lo que no contaban era con una reacción contundente que les propinó la respuesta de México a su actitud insolente e irrespetuosa, que todavía los tiene viendo estrellas, mientras sus esbirros de los medios lloran desconsolados.
Como dijo el actor estadounidense Sung Kan: “No sólo has jugado con fuego, has empapado las cerillas de gasolina”.
