En la realidad, el cambio es la única constante
En México tenemos décadas de consumir basura a través de la televisión. Telenovelas en las que la historia siempre es la misma, programas de variedad que prácticamente no tienen contenido, chismes de la farándula, futbol y noticieros llenos de noticias falsas, tendenciosas o medias verdades.
Los medios televisivos y muchos radiofónicos en su mayoría, se orientaron a diseñar una estrategia basada en la filosofía que planteó hace tiempo Emilio Azcárraga Milmo, padre del actual propietario de Televisa, en la que expresó que la televisión tenía que hacerse para los jodidos, y sin decirlo de esta forma los jodidos se mantendrían desinformados y jodidos por los siglos de los siglos.
Con el tiempo la televisión y los demás medios tradicionales comerciales, se convirtieron en instrumentos de los gobiernos corruptos, para orientar el comportamiento de la población en el sentido de la ideología neoliberal individualista y depredadora, preparando y difundiendo información destinada a convencernos a todos de lo mucho que nos convenía ser saqueados como país.
Así nos convencieron de las bondades que representaba la privatización de las empresas públicas, de la gran necesidad que teníamos de rescatar a los bancos que habían administrado mal el dinero, de que el sindicato mexicano de electricistas era perjudicial para el país, de que era imperativo hacer una guerra de masacres contra el narcotráfico, de que ya no teníamos petróleo, de que no era necesario producir gasolina en nuestro país y de que López Obrador era un peligro para México.
Y mientras todos estos medios, especialmente las televisoras, iban condicionando nuestra percepción en este sentido, los funcionarios corruptos y los traficantes de influencias disfrazados de empresarios, se dedicaron a celebrar una orgía de saqueo al amparo del poder con total impunidad, robándonos una buena parte del patrimonio de todos los mexicanos.
Mientras hacían eso en sus “espacios informativos”, nos trataron de condicionar también a la estupidez profunda por medio de sus telenovelas, sus programas de variedades y chismes, y su negocio de futbol, al que elevaron a nivel de ser el único deporte merecedor de ser transmitido por sus canales, en equipos que ellos mismos han utilizado siempre para evadir impuestos y lavar dinero.
A pesar de todos sus esfuerzos, los ciudadanos despertamos. No solamente provocamos un cambio de régimen, sino que los colocamos en una posición financiera bastante lamentable con la disminución del rating al que estaban acostumbrados.
En esta nueva etapa de transformación del país, sus estrategias tóxicas para la sociedad están siendo exhibidas y desmontadas, tanto por el gobierno como por los medios alternativos independientes, que poco a poco comienzan a ganar el rating que ellos han perdido.
Hoy, en medio de la pandemia, el gobierno federal ha logrado hacer un convenio con las televisoras comerciales, para que utilicen una buena parte de su tiempo de transmisión a difundir el contenido de los programas de estudio de la Secretaría de Educación, y comiencen a servir para educar a los que antes se empeñaban en mantener ignorantes y jodidos.
No lo van a hacer gratis, gracias al decreto que emitió Vicente Fox, uno de los presidentes corruptos y subnormales que han estado al frente del gobierno en el pasado. Van a cobrar un total de 450 millones de pesos por hacerlo, pero si consideramos por ejemplo, que la Estela de Luz construida por el gobierno de Calderón costó 1,525 millones, y que sólo sirve como monumento a la corrupción de ese sexenio, la cantidad es bastante moderada.
El hecho de que las televisoras dejen de desinformar y desorientar, por lo menos en una proporción de sus tiempos de transmisión, y los utilicen hoy para educar a los niños, representa uno de los cambios más inesperados en la vida pública de México.
Sin embargo no hay que sorprendernos. Solo hay que darnos cuenta de que en la realidad, el cambio es la única constante.
Como dijo Eduardo Galeano escritor uruguayo: “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.