En la batalla por la mesa directiva no hay inocentes
La reciente pugna por la presidencia de la mesa directiva en la cámara de diputados ha estado plagada de información falsa, interpretaciones subjetivas y equivocadas de la ley en la materia y una desmesura alarmante por parte de algunos diputados, militantes de los partidos involucrados y, sobre todo, de los simpatizantes de los actores de esta reyerta, quienes han otorgado a la posición en cuestión de un poder y capacidad que realmente no tiene, construyendo escenarios catastróficos, apocalípticos, que les impiden ver y analizar los hechos y consecuencias en caso de cumplimiento de sus deseos.
Al inicio de la presente legislatura se otorgó, mediante votos, una amplia mayoría a Morena, así como una sólida posición como tercera fuerza política en la cámara baja. Sin embargo esta mayoría no alcanzó a Morena para sostener al mismo tiempo la presidencia de la mesa directiva y la junta de coordinación política, por lo que ahí iniciaron los movimientos a la usanza de la vieja política que precisamente queríamos desterrar.
Para “apoyar” a Morena, el PT cedió varios diputados con objeto de otorgarle los votos necesarios para ostentar ambas presidencias, la de la mesa directiva y la de la JUCOPO cuando, en estricto apego a las leyes, reglamentos y a la ética debió solo acceder a lo que sus votos directos de los ciudadanos le permitían.
Peor aún, ninguno de los diputados se puso a pensar en las consecuencias futuras que esta acción traería para el PT pues, con una visión muy cortoplacista, simplemente se enfocaron en lograr su meta inmediata, olvidándose de operar políticamente para encontrar una solución legal, pero sobre todo ética al problema que bien sabían TODOS que vendría.
Al final del primer año de esa legislatura vino un claro preámbulo de lo que se avecinaba, cuando surgió un conflicto y posterior reclamo por “ceder” la presidencia de la mesa directiva al Partido Acción Nacional, llegando algunos al increíble extremo de acusar de “traidores” o de “negociar” el puesto, sin ponerse a pensar que la rotación de esa presidencia está debidamente plasmada en el reglamento de la cámara y que, por tanto le correspondía al PAN por ser la segunda fuerza política.
De nuevo predominó la estrechez de miras cuando diputados del PT y Morena solamente se concentraron en resolver ese asunto y nunca se les ocurrió pensar que lo mismo se presentaría al tercer año de la legislatura.
Los legisladores tuvieron DOS AÑOS para operar, convocar, encontrar una solución viable, legal, ética, al conflicto en puerta, pero todos se enfrascaron en sus tareas y agendas y nadie se ocupó de atender tan importante asunto. De haber considerado esto, no habríamos tenido que llegar a este punto en donde, francamente, NINGUNO tiene razón pues el problema fue creado por los diputados de AMBOS PARTIDOS, unos por ceder y los otros por solicitarlo.
En estricto apego al reglamento, el PT perdió la posición de tercera fuerza al ceder legisladores y, por tanto, ese lugar inevitablemente pasó al Partido Revolucionario Institucional, todas las maniobras tendientes a soslayarle este lugar carecen de ética y de capacidad negociadora. Quienes arguyen derecho obtenido en las urnas fallan en su conclusión pues perdieron ese derecho al ceder diputados, y no hay ninguna “traición” en negarles su argumento pues el voto popular los colocó representando a un partido determinado y perdieron esa representación al cambiar de partido, aun cuando sea dentro de la misma coalición.
A su vez, Morena como partido solicitante de apoyo, debió atender y solucionar a satisfacción este asunto desde hace dos años, y no esperar a llegar a este tipo de conflictos. Tampoco el actuar de Morena fue adecuado, ético ni solidario.
Pero hoy hemos llegado a extremos francamente ridículos, como expresar que de “faltar el presidente” quien presida la mesa directiva tomaría posición como presidente interino, lo cual es completamente falso, pues el Artículo 84 constitucional establece claramente el proceso a seguir en estos casos, indicando que la Secretaría de Gobernación deberá tomar la presidencia en tanto EL CONGRESO (no los diputados solamente) nombra a un presidente interino o substituto. La carta magna nunca menciona que quien presida la mesa directiva tomara la presidencia.
Aquellos legisladores que votaron exclusivamente por la legalidad, aunque esto implique entregar la presidencia de la mesa al PRI adolecen de oficio político y capacidad operativa, pues antes de llegar a tener que emitir su sufragio en ese sentido, debieron encontrar una solución a este conflicto, ya que por solidaridad les tocaba a ellos encontrarla, pero calificarlos de “traidores” me parece un exceso inexcusable.
Desafortunadamente la pasión y la visceralidad prevalecieron en todo este embrollo, lanzando descalificaciones y ánimos secesionistas a diestra y siniestra, llegando incluso a demeritar la labor del ejecutivo quien solamente expresó su deseo de que terminaran con “movimientos” indebidos (que nunca debieron empezar) y se condujeran con ética y apego a la legalidad.
Espero sinceramente que prevalezca la mesura, la objetividad y un análisis más profundo por parte de todos, que nos permita ver que la presidencia de la mesa directiva es importante, pero que no se “manda sola”, pues existe toda una estructura directiva que no queda en manos de un solo partido y que el gobierno de la cámara es compartido y balanceado por el otro órgano de gobierno: la JUCOPO, que seguirá bajo la presidencia de Morena. Es falso que quien ostente la presidencia de la mesa directiva controle la cámara.
Finalmente, no debemos olvidar que en unos días se debe empezar a discutir el presupuesto del próximo año y que una cámara convulsa e ingobernable entorpece este proceso con la posibilidad real de que se inicie el año sin dinero, lo cual podría, eso sí, generar un daño catastrófico al avance de la cuarta transformación.
Impulsar una ruptura llamando a abandonar Morena y, con ello fracturar la coalición abre de par en par una gran oportunidad a la oposición para acceder de nuevo al poder y quienes impulsan esta idea lograrán exactamente lo contrario que quienes apostamos por el cambio deseamos. La transformación no se logra debilitando la legalidad en el afán de conseguir lo que creemos que “debe ser”, sino solucionando los problemas que se nos presentan dentro del marco que tenemos.