Imaginen que se congregan diez amigos y ponen un negocio.
Ahora, imaginen que, un año después, de los diez socios, seis perdieron mucho dinero, y eran los que más trabajaron, tres quedaron poco más o poco menos igual que antes, y uno gano mucho dinero.
Se sientan a hacer cuentas y ese uno, el que ganó, anuncia muy contento que el negocio tuvo ganancias. Todos los demás preguntan ¿Cómo, si la mayoría perdimos? Él, muy orondo, contesta, bueno, es que al principio hay que hacer algunos sacrificios, pero si seguimos así, todos vamos muy bien, en realidad. Los demás deciden creerle.
Cinco años después, ya son siete socios registrando pérdidas continuas, a pesar de trabajar dobles y triples turnos. El otro, el que sí ganó, no ha parado de aumentar sus ganancias, los dos restantes, amigos de ese, siguen igual, pero lo defienden porque a veces los invita a restaurantes o les envía canasta navideña. Los siete que viven en estado de recesión continua vuelven a quejarse, porque el gordo (llamémosle el Gordo a ese que registra ganancias cada año) les vuelve a decir que, afortunadamente, el negocio ha dado más ganancias. Poquitas, pero más ganancias, mismas que él se ha quedado.
Molestos, le dicen que eso no puede continuar, pero él los tranquiliza diciéndoles que el banco está muy contento porque han pagado bien los intereses de los préstamos y está dispuesto a prestarles más. Aquí, los socios levantan las cejas y preguntan cómo está eso de que le deben al banco. Él les explica pacientemente que, para no perder las grandes oportunidades de negocio, tuvo que pedir prestado, pero que no se preocupen.
Pasan más años, y los socios ya no aguantan, han trabajado turnos triples y cada vez están peor, a varios ya no les queda casi nada. El Gordo les informa que todo va súper bien, que tengan paciencia. Se ha ganado mucho, mucho, mucho, pero hay que pagarles los intereses de una cantidad muy grande de préstamos que los bancos les han dado. Pero lo mejor, es que los bancos ya los calificaron como Geniales Deudores Plus VIP, así que pueden pedir más. Él está feliz y ellos deberían de estarlo. Como no es así, los dos amigos del Gordo, que han recibido bonos y hasta un viajecito a la playa, les gritan que son unos holgazanes, unos “ninis”, que se deben ganar las cosas con esfuerzo. Esto, a pesar de que uno de esos dos lambiscones lleva unos años perdiendo poquiiito, casi no se nota, pero piensa que si defiende al Gordo, el Gordo lo premiará.
Los socios se dan cuenta que lo que deben, el Gordo y sus compinches se lo han repartido, y que las ganancias ya son menores que las deudas con los bancos, sobre todo, porque el Gordo y sus amigos se las han quedado (casi todas el Gordo), y que lo único que se le ocurre al Gordo, es pedir más prestado.
Se hartan y tumban al Gordo. Pero resulta que todos los contratos están a su nombre. Que él y sus amigos se han adjudicado casi todos los bienes de la empresa.
De entrada, deciden no pedir más préstamos. Los bancos y los amigos del Gordo salen a gritar que eso les baja la calificación y ya no van a prestarles tanto. Los socios revisan todas las ganancias que se estaba quedando el Gordo y se dan cuenta que pueden pagar todos los intereses sin pedir más préstamos y que pueden comenzar ayudando a los que más les urge; esos que han trabajado tres turnos y ya perdieron prácticamente todo. El Gordo, sus amigos y los bancos aúllan que eso es demoniaco, que la empresa va a desaparecer. Tratan de evitar por todos los medios (y tienen muchos, con lo que se han robado) de evitar que los socios salven a la empresa, que resulta ser en extremo lucrativa, más de lo que habían calculado los socios, porque resulta que el Gordo y sus lacayos robaban hasta en lo inimaginable.
Cada acción que realizan los socios, ahora el Gordo y sus lacayos la critican, vaticinando el fin del mundo, pero no se realizan estos augurios. Lo que sí: las ganancias del Gordo y sus secuaces obviamente disminuyen, mientras los socios reparten mejor las ganancias del negocio, poniendo especial atención en esos que perdieron todo durante los años en que solo mandó el Gordo.
Las pérdidas del Gordo no ocurren en todos los negocios que puso con todo lo robado, esas siguen aumentando, sino las que provenían de robarles a todos los socios.
Entonces el Gordo y sus siervos salen a llorar a las calles diciendo que la empresa “no creció”.
Queridos nietecitos, hará un par de décadas que una amiga fifí me dijo, por primera vez, lo que nos repitieron tantas veces: que si arriba se llenaba, luego se desparramaba para abajo. Pero no hay nada más falso. En esa metáfora neoliberal, omiten aclarar que construyen cisternas, tinacos, presas, lo que sea para que no se “desparrame” ni una gotita. Es más, abusando de la metáfora de ellos, han terminado instalando bombeo para extraer de abajo todo lo que se pueda.
En el neoliberalismo solo hay un camino para la riqueza creada por todos, y ese camino llega directo a los bolsillos del 1%. No del diez por ciento del cuento que les conté, sino del uno por ciento.
Para los demás, solo hay pérdidas.
No más de eso.