22 Dic 2024

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El primer año de 17 meses del nuevo Gobierno de la República
Columnas, El día, Nacional

El primer año de 17 meses del nuevo Gobierno de la República

En fin, venimos de tres sujetos destacados en ignorancia uno; en alcoholismo e irascibilidad el segundo –que por cierto enlutó al país- y el tercero y más reciente todo una joya en corrupción, impunidad, dispendio, lujo, boato, donde la poca inteligencia o habilidades fueron empleadas para saquear los recursos del país.
Para Irma Villalobos de Primo en sus 80 años
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Por Raúl Caraveo Toledo
@raulcaraveo

A punto de cumplir el primer año de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador considero importante hacer algunas reflexiones sobre el cambio en los ciudadanos y las relaciones entre los grupos de poder; hacer un balance de lo que ha hecho el Presidente es de por sí una tarea ardua y creo innecesaria, la vorágine de cambios daría un extenso artículo de 15 cuartillas cuando menos a manera de resumen.
Me voy a centrar en los cambios sustanciales del contexto. El período de gobierno de López Obrador comenzó a los dos días de efectuado el proceso electoral, en julio, cuando de facto era presidente electo, con más del 30,113,483 votos a su favor, 53.19% de 56 millones 611,027 votantes efectivos en un padrón de ciudadanos inscritos de 89,332,031 ciudadanos; es decir una participación del 63.42% y con una competencia real de 12,610,120 votos del PAN (22.27%) y 9,289,853 votos (16.40%) del PRI. Esta competencia cuya suma de los dos contrincantes más importantes (Anaya y Meade) hubiera logrado poco más de 21 millones de votos, insuficientes. Entonces no es casual ni voluntarioso que su sexenio de hecho haya iniciado de inmediato, así lo asumió él y los actores más importantes. El presidente en funciones Enrique Peña Nieto se eclipsó absolutamente, ahora aparecía con rostro desencajado y deprimido, angustiado por su futuro, otros factores de poder se mostraban incrédulos de los resultados electorales ante un sistema electoral manoseado que no dejaba duda de la copiosa votación, la alteración de algoritmos –en este caso- ya no fue suficiente ante la participación ciudadana; se ha llegado a contemplar que la votación a favor de AMLO superó 35 millones y la de sus principales oponente inferior, pero, simplemente no estaba contemplada la diferencia algebraica.
Nada era casual, el candidato fue un fenómeno, la movilización, la respuesta a los candidatos opositores, el contraste de la respuesta de los seguidores de López Obrador ante sus críticos abonó en muy buena medida el efecto indirecto que ejercieron los ataques de personajes y medios de alto desprestigio nacional contra el candidato populista, chavista, mesías de Macuspana y media docena de adjetivos descalificativos más que, –medios desprestigiados- (otra vez el efecto indirecto) abonaban día a día.

La imagen se fortalecía mientras los oponentes se debilitaban, quienes no conocían a López Obrador no se imaginaban lo que vendría; muy pocas personas he conocido tan tenaces, persistentes y a la vez verticales en cuanto a su manera de pensar y de actuar; todo lo que ha escrito, todo lo que ha dicho en plazas pública y todo lo que ha hecho es congruente.
El ritmo de trabajo en el período de julio a diciembre fue la primer señal y luego la forma, el estilo y el discurso en la toma de protesta como Presidente constitucional. Aquí como principal contraste –otra vez- las reacciones de angustia y ansiedad del presidente saliente Enrique Peña Nieto en ese momento de la toma de protesta.
Siguió el personal estilo de gobernar 18 horas diarias los siete días a la semana, sin descanso, desde antes de que amanezca; siguió el ejercicio de informar a las siete de la mañana de lunes a viernes; informar en actos públicos viernes, sábado y domingos en dos eventos diarios en las comunidades más apartadas.
Lo anterior contrasta definitivamente con la inactividad laboral de Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox, para no ir muy lejos; los tres antecedentes siempre reaccionaron tarde, muy tarde ante contingencias, siempre se escondieron atrás de un ejército de ayudantes, el Estado Mayor, vehículos blindados, etcétera, pero sobre todo se blindaron con una prensa corrupta, subsidiada en forma millonaria insultante, por radio, televisión y prensa escrita; crearon su propio gabinete de intelectuales orgánicos serviles, el dinero y la dilapidación de los recursos nacionales era lo que menos les importaba, su preocupación era la imagen pública. Venderse al exterior, aparecer en portadas de revistas extranjeras como la salvación de México, en fin.
Aquí está el origen del rompimiento del encanto; el desencanto. Nada volverá a ser como antes. Las deudas millonarias en dólares, en compras de residencias, yates, terrenos y sociedades de muchos “periodistas” y autodenominados “líderes de opinión” se fueron al caño del drenaje; la misma publicidad oficial que mantuvo ese régimen se fue a la basura. Otro contraste la prensa corrupta oficialista que en el pasado dictó las ocho columnas y se autoelogio y auto protegió ahora ya es desempleada y desacreditada; sin embargo intentó apropiarse del papel de oposición al gobierno, al presidente, convirtiéndose en crítica sistemática de El personaje; aquí es donde surge el contraste, los mismos medios y críticos que mantuvieron en crecimiento al candidato López Obrador en campaña, hoy son los que convertidos en críticos sistemáticos hace crecer su popularidad como Presidente a López Obrador. Las falsas noticias, el concierto afinado entres sus medios, las reacciones irracionales, todo. Consideran que el ciudadano promedio que votó por Andrés Manuel no se informa, no ve las conferencias mañaneras, no acude a las redes sociales para conocer otros puntos de vista; no de periodistas consagrados o reconocidos, sino simplemente de otros ciudadanos más informados y actualizados; uno de los principales cambios de contexto es éste: el actuar de un nuevo invitado incómodo; las redes sociales, la prensa alternativa, informal, marginal pero hiperactiva.

Ya no hay prensa privilegiada ni medio que imponga la agenda nacional como anteriormente muchos años lo fue Jacobo Zabludowsky, luego Joaquín López Dóriga. No más.

Ahora sin vocero de por medio todas la mañanas el Presidente informa, abre la agenda y se expone a un ejercicio inédito de un Jefe de Estado en el mundo; ahora contesta o no contesta, defiende sus puntos de vista, su criterio, demuestra sus conocimientos en historia, economía o religión; hace uso de su derecho de réplica como nunca antes porque nunca antes un Presidente había llegado sin el apoyo de medios corruptos o periodistas venales; nunca antes un Presidente había retirado el apoyo en publicidad a medios, ni había competido con escasa producción editorial desde el salón de Tesorería de Palacio Nacional. Nunca antes en el lenguaje común y corriente, castellano simplemente, que manejamos todos los mexicanos un Presidente se había comunicado con su pueblo. Lenguaje coloquial, con estilo y tono del pueblo.
Y el contraste es grande cuando tuvimos a presidentes que no conocían las capitales de los Estados; ni los límites entre los Estados; peor aún tuvimos a un presidente que consideró algo cultural del mexicano la corrupción, lo que me da a entender que este tipo no tiene ni idea de lo que significa el concepto cultura, ni la definición de la palabra corrupción. Tuvimos presidentes alcohólicos que amanecían con mariachis en Los Pinos y Joaquín Sabina; que se presentaban a eventos de apertura en visible estado de resaca alcohólica. Venimos de antecedentes de un expresidente que se atrevió a afirmar a un ciudadano cualquiera que es mejor no saber leer, pues se es más feliz, pues no se lee noticias tan desagradables en los periódicos; si el mismo Vicente Fox que un día afirmo que nunca había leído un libro completo cuando cursó la universidad, o cuando dijo que las mujeres eran lavadoras de dos patas. En fin, venimos de tres sujetos destacados en ignorancia uno; en alcoholismo e irascibilidad el segundo –que por cierto enlutó al país- y el tercero y más reciente todo una joya en corrupción, impunidad, dispendio, lujo, boato, donde la poca inteligencia o habilidades fueron empleadas para saquear los recursos del país.

En 2000 no voté por Fox, si por Cuauhtémoc Cárdenas; en 2006, 2012 y 2018 mi voto fue por López Obrador, no me equivoqué. Sin embargo el largo camino que muchos ciudadanos recorrieron en 18 años para aprender en el duro ejercicio de la práctica, de la realidad, para dar un voto de confianza a Obrador ha sido certificado por un año y cinco meses de ejercicio. Cada día la oposición se desarticula más en un solo frente de batalla que conserva en medios de comunicación de alto desprestigio, cada día son menos vistos, escuchados y leídos; es natural si cada día de forma irracional sus argumentos son irracionales, viscerales.

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