El ejemplo contundente del Perú
El presidente Pedro Castillo alcanzó la dirección del poder ejecutivo de su país a través del voto popular, en medio de la rabia manifiesta y escandalosa de la que hace gala la derecha corrupta y descarada en todo el mundo.
Antes de ser depuesto con un golpe de estado perpetrado por un congreso corrupto que legalmente ya no existía, porque lo había disuelto antes el presidente en uso de sus facultades legales, fue perseguido, acosado, hostigado, denostado y discriminado permanentemente durante los 17 meses que estuvo en el cargo, sin que se le permitiera gobernar ese país.
Después de esto el congreso nombró como presidenta a quien ocupaban el cargo de vicepresidenta con Castillo, mandó encarcelarlo y decretó un estado de emergencia suspendiendo las garantías individuales y prohibiendo las manifestaciones públicas, al más puro estilo fascista, desatando una masacre que ha dejado por lo menos 17 muertos y cientos de heridos.
Si bien antes del golpe de estado el presidente Castillo tenía un nivel de aprobación del 30%, el congreso que lo derrocó contaba sólo con el 9% de aprobación, siendo del dominio público en Perú su ineficiencia, inoperancia y altísimo nivel de corrupción.
Hoy las protestas populares se distinguen exigiendo 3 demandas diferentes: Una proporción menor de los manifestantes piden que se restituya a Castillo en el cargo; otra, exige la renuncia de la actual presidenta, con lo que ese cargo sería ocupada por el congreso, cuyo líder es un exmilitar acusado de crímenes contra la población y por último, la mayoría de los que protestan exigen que se convoque de inmediato a elecciones para nombrar otro presidente y congreso.
Las crecientes protestas no se desataron realmente por la destitución de Castillo, sino por la represión que tuvo lugar después al intentar impedir la protesta pública y que está alcanzando dimensiones insospechadas. La incapacidad del congreso y del gobierno para manejar la situación política, impide que la gente se manifieste libremente, masacra a los ciudadanos inconformes y opera como cualquier dictador del pasado.
La situación actual del Perú nos demuestra que el hecho de que la mayoría logre colocar a un presidente progresista en el poder ejecutivo, no es suficiente para que las estructuras extractivas de las instituciones corruptas que construyeron los neoliberales durante varias décadas, se modifiquen como por arte de magia para convertirse en instituciones incluyentes.
Sin un cambio profundo en la consciencia colectiva, un gobierno que se vuelque a mejorar rápidamente la situación de la mayoría marginada, un modelo de comunicación eficiente que haga contrapeso a la prensa sicaria controlada por la derecha podrida desde las oligarquías locales, los tumores cancerosos de la derecha enquistados en las estructuras de gobierno, no van a permitir que las sociedades avancen para lograr el bienestar de los habitantes.
Sin embargo, la lección más relevante que nos dejan los acontecimientos del Perú, es el hecho de que un poder ejecutivo necesita obligadamente contar con el apoyo del congreso para operar los cambios legales necesarios, a fin de que se modifiquen de raíz las estructuras extractivas de los neoliberales; si no es así, el gobierno terminará siendo incapaz de lograr el cambio por el que votó la mayoría de la población.
Esto es algo que debemos tomar en cuenta en los demás países donde hemos logrado colocar un gobierno progresista en el poder ejecutivo por medio de la votación de los ciudadanos, para que el cambio que perseguimos no sea algo fugaz o coyuntural, que no logre transformar de fondo las instituciones. Si no se gana la mayoría en el congreso, la derecha fascista y voraz nos aplasta.
Como dijo el filósofo grecolatino Epicteto de Frigia: “Puedes ser invencible sólo cuando sepas que está en tu mano la victoria”.