El desafío de los partidos políticos
Por: Serafín Morón
La reciente elección en el Estado de México ha proporcionado nuevos parámetros para evaluar la participación ciudadana en el proceso electoral. Sin duda, la magnitud del fantasma del abstencionismo es preocupante, y debería asustar a todos los partidos políticos y poner a temblar al sistema democrático de México.
Según los expertos en Estados Unidos, una baja participación ciudadana puede interpretarse como una muestra de satisfacción de la población con el gobierno, lo cual no genera la necesidad de acudir a las urnas. Sin embargo, otros más pesimistas argumentan que la gente está cansada de los políticos y del sistema en sí. Personalmente, me inclino más hacia esta última opción. En México, además de una baja educación política, la confianza de la población en sus gobernantes ha disminuido considerablemente. Es comprensible, ya que durante décadas hemos sido gobernados por personas que solo buscaban el poder y las influencias, sin preocuparse por generar resultados. Esta situación ha provocado el desinterés y el distanciamiento de la política por parte de la ciudadanía.
La ambición, la avaricia, la corrupción y la apatía son características que, hasta ahora, se percibían como comunes en los políticos mexicanos. Este es el desafío al que se enfrentan los partidos políticos y sus representantes: cambiar la forma de hacer política, dejar de defraudar a los ciudadanos, abandonar la mentira y superar la ambición desmedida de poder y dinero.
El verdadero trabajo de un político consiste en crear una sociedad más justa para todos. Este debería ser el enfoque primordial de aquellos que deseen dedicarse a la política. Además, es crucial que los nuevos liderazgos que surjan dentro de los partidos políticos, en particular de los partidos de izquierda, comprendan cómo ejercer un buen gobierno. La forma de hacer política de hace veinte años ha quedado atrás, y aún es perpetuada por los partidos de derecha. Por lo tanto, la izquierda tiene la responsabilidad de renovarse y lograr que la gente se involucre políticamente, con el objetivo de alcanzar una participación electoral de al menos el 75%.