Durante los últimos 40 años todos sabíamos que de alguna manera nos estaban saqueando y alcanzábamos a identificar indicios de cómo y quienes lo hacían, porque lo que no tiene lógica normalmente encierra un engaño, así es que si alguien se vuelve multimillonario en dólares en un plazo de 3 o 4 años no tiene ninguna lógica.
Fue hasta que tomó posesión el gobierno actual y comenzó a escudriñar en los papeles, que nos enteramos claramente de cómo lo hacían; así pudimos corroborar que nuestros sospechosos saqueadores no solamente son eso, sino que a la “cualidad” de rateros se les pueden agregar las de hipócritas, soberbios y algunas otras que los definen como el lumpen dorado de la sociedad.
Así vimos que estos asaltantes traficantes de influencias, disfrazados de grandes empresarios, conseguían enormes y múltiples contratos con el gobierno que les permitían hacer prácticamente lo que quisieran; que no solamente no invertían en lo necesario para llevarlos a cabo, sino que además se les otorgaban créditos de la banca de desarrollo y de remate no cumplían con los contratos, ni con el pago de los créditos , quedándose con el dinero.
Además como si esto fuera poco, cada año las autoridades hacendarias les condonaban o les devolvían impuestos, en cantidades multimillonarias, insospechadas para cualquier mortal común y corriente.
Salieron a la luz cientos de obras que nunca terminaron y las que concluyeron recibieron como premio que del Estado el compromiso a pagarles sobreprecios impresionantes durante decenas de años, como en el caso de los reclusorios privados, en los que nos cuesta más dinero mantener un preso en la cárcel, en condiciones infrahumanas, de lo que nos costaría hospedarlo de por vida en el Four Seasons de Reforma.
Pero no solamente los grandes seudoempresarios predadores le metían mano libremente al dinero que todos aportamos al erario, sino que había otros grupitos, admirados por sus extravagantes estilos de vida que también nos robaban impunemente, mientras la raza los admiraba como a dioses del Olimpo.
Actores, presentadores, locutores, opinadores, comentócratas, intelectuales asintomáticos, científicos, políticos y demás fauna fantoche, andaba por el mundo ostentando una vida digna de serie televisiva superficial e idiota, en la que despilfarraban el dinero que nos robaban, en complicidad con las estructuras podridas del gobierno y con los funcionarios corruptos que las operaban.
Hoy poco a poco este desperdicio orgánico de la sociedad en estado de descomposición, está siendo exhibido a los ojos de la ciudadanía, provocándonos coraje, asco e indignación. Hoy vemos a una buena parte de ese montón de cucarachas que formaban parte del entramado criminal, tratando de evadir la acción de la justicia que nunca imaginaron tener encima, porque lo suyo es la inconsciencia, la superficialidad y la estupidez profunda.
Uno de sus argumentos preferidos era decir que los pobres no pagan impuestos, mientras ellos se dedicaban a derrochar alegremente el dinero que les robaban justamente a esos que “no lo pagaban”.
Lo más increíbles de todos estos casos, es que además se enojan, protestan, buscan aprovechar la corrupción sistémica del poder judicial para no dejarse arrebatar lo que se robaron, hacen escándalos en las redes sociales, se curan en salud y se hacen los ofendidos, reclamando su derecho de saqueo y de impunidad prometido por los poderosos de antes, que hoy no pueden hacer nada para protegerlos porque ellos también están huyendo, o a punto de hacerlo. La zozobra que viven en su huída es sólo el inicio del castigo que van a recibir por su inconsciencia.
Como dijo el escritor francés Antoine de Saint Exupéry: “La huida no ha llevado a nadie a ningún sitio”.