Del lado correcto de la historia…
Hoy por la mañana el Secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, sufrió un atentado en calles de las Lomas de Chapultepec. En el ataque el funcionario resultó herido, y lamentablemente, tres personas murieron; dos miembros de la escolta del secretario y una persona que circulaba por la zona.
Después del atentado se detuvieron a 12 presuntos delincuentes implicados en el evento, quienes lo llevaron a cabo desde un vehículo de carga, con armas de alto poder, como rifles Barret calibre 50, que utilizan las fuerzas armadas de los Estados Unidos, por lo que se presume que la autoría de la agresión proviene de algún cártel, que tiene acceso a conseguir este tipo de armamento, como el Cártel Jalisco Nueva Generación, a quien el mismo secretario García Harfuch señaló directamente unas horas después del ataque.
Hace unos días Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la ciudad, presentó un breve informe de los resultados sobre el combate a la inseguridad que se está llevando a cabo en la capital del país, en él señaló la disminución de casi el 20% del índice delictivo relacionado con los delitos de alto impacto.
Entre febrero y abril de este año, la policía de la Ciudad de México, capturó a tres jefes de plaza del Cártel Jalisco Nueva Generación, y a varios líderes de la Unión de Tepito, asestándole fuertes golpes a éstas organizaciones delictivas.
A reserva de que las investigaciones avancen, para que podamos enterarnos en detalle sobre la procedencia del ataque y de las causas específicas que lo motivaron, es evidente que las autoridades están afectando sensiblemente las actividades del crimen organizado en la capital, y con ellas también sus intereses.
No es casual que el atentado fuera planeado contra el funcionario que dirige a la policía, y que se ejecutara en la avenida más importante de la ciudad, donde existen cámaras de vigilancia en abundancia.
Además de intentar deshacerse del secretario de seguridad, esto pretende mandar un mensaje claro sobre el riesgo que corre cualquier autoridad, al continuar afectando los intereses del grupo delictivo que lo cometió.
El hecho de que se haya detenido con vida a 12 presuntos delincuentes, entre ellos por lo menos 2 de los autores materiales, demuestra un comportamiento distinto al que habíamos visto en gobiernos anteriores, donde el número de delincuentes capturados vivos era prácticamente inexistente; los muertos no hablan y no pueden declarar contra sus jefes, o contra los cómplices de sus jefes.
En este escenario delicado, no dejan de sorprender los comentarios publicados por miembros de la oposición, y por periodistas resentidos que han perdido privilegios, los cuales oscilan entre el festejo, la burla y la nostalgia por épocas en las que los gobiernos federales eran cómplices de la delincuencia organizada.
Parece que toda esta gente está empeñada en terminar de convencer a los ciudadanos, para que tomemos la decisión de cancelarlos definitivamente de la vida política del país en las próximas elecciones. Todos los días hacen un gran esfuerzo por demostrarnos que no aportan nada, y que están decididos con toda firmeza a no hacerlo.
Nadie con un mínimo nivel de inteligencia, espera que la pacificación de un país que los gobiernos de oposición dejaron en llamas y bañado en sangre, vaya a ser un proceso terso y sin reacciones de parte de los criminales. Por lo menos hoy, tenemos certeza de que la violencia no es generada por el estado, sino por quienes están en su contra.
Desde aquí, vaya nuestra solidaridad para con las víctimas de este atentado, y nuestro respaldo a una estrategia de seguridad que está afectando severamente los intereses de quienes actúan fuera de la ley.
También tenemos que agradecer a esos personajes marginales, que desde la oposición, nos siguen convenciendo a todos los demás, que estamos del lado correcto de la historia.