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Curvas aplanadas
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Curvas aplanadas

El plan de la cuarta transformación es, siempre ha sido, uno lento y profundo. Las soluciones rápidas y superficiales solo generan más problemas a futuro. Esto, que es sabido y que se ha repetido hasta el cansancio, parece no penetrar en las inmaduras mentes forjadas en el neoliberalismo, que solo piensan en términos de inmediatez: “Lo quiero ya, ahorita”, mentalidad que va aparejada al egoísmo supremo. “Lo construyo rápido y barato, si se cae después, y se dan cuenta que ni estaba equipado porque el equipo solo lo renté para la inauguración, ya no es mi problema” “Gano mucho dinero rápido, si después quiebran o pierden todo, ya que me importa” “Vendo la madera, el mineral, la arena ahorita rápido, si la deforestación, la destrucción y la contaminación destruyen toda forma de vida, a mi ya no me importa”

Así es la salud. Los remedios veloces anunciados para gripa, estreñimiento, dolor de cabeza, almorranas o lo que sea, pueden causar adicción, eventualmente mil molestias, infartos y hasta cáncer. Vi de cerca el deprimente caso de una persona muy querida que, en fase terminal, era muy difícil para los médicos controlarle el dolor porque había consumido tal cantidad de analgésicos en su vida, que ya no había dosis que le sirviera. Me comentan que eso es más común de lo imaginable. Si quieres u tratamiento serio, va a ser lento y debe ir a la raíz, no al síntoma, aunque conlleve alivio para este último, no es su objetivo, sino curar de fondo.

El año pasado, los percentiles más bajos de la escala socioeconómica del país, observaron un espectacular crecimiento económico de 18%. Por supuesto, de lo único que hablaron los medios fue del minúsculo crecimiento total del país, pero en treinta años de continua recesión de esos estratos, los más pobres, que decrecieron sin cesar, jamás lo reportaron, ni les importó. Así llegamos a ser el país del G20, que es decir de los 20 más ricos, con la mayor cantidad de pobres. La gente pobre en México es más que la población entera de Francia, más la mitad de la de España. En uno de los 20 países más ricos.

En esos treinta años, al uno por ciento más rico del país, si ocurría un huracán, un terremoto, una epidemia, o un desastre financiero creado por la corrupción, el robo y los malos manejos, salía el “gobierno” a rescatarlos.

Hoy gimen lastimeramente, porque el rescate no será un botín. Será un rescate para los más necesitados, en primer lugar. Y en segundo también. Ya comenzaron a repetir la cancioncita tan aburrida “es que si las empresas no son rescatadas, el desempleo cundirá y los pobres serán más pobres” Amos del chantaje, Drama Queens de la extorsión. Falsarios. Las empresas tienen el más grande colchón posible: lo que cinco gobiernos les regalaron impúdicamente (pero no gratuitamente). Ningún gran empresario va a enfrentar ningún problema, salvo si contrajera el Covid, que espero que no.

La curva del deterioro de las condiciones económicas de la mayoría -y la mayoría son las clases más depauperadas- se comenzó a aplanar en los últimos quince meses, cosa que no hay planes de modificar, porque para eso existe este nuevo gobierno, justo para eso. Nadie ha cambiado las reglas del mercado, ni limitado la operación financiera. Solo se ha detenido la expoliación, como les decía el año pasado, se dejó de destruir el tejido social al detener la corrupción, el robo y la dependencia de ciertas falsas empresas que vivían del erario.

Pero eso les duele. A los falsos empresarios les duele que no se les esté regalando el dinero y la riqueza de todos, porque no saben trabajar, producir y hacer fortuna si no es robando. Afortunadamente, también en eso hay una mayoría de emprendedores que sí hacen sus negocios pulcramente. Mucho de ellos aun creen en lo que les dicen en los medios que leen y las amistades que frecuentan, pero es no importa. Están trabajando, van seguir haciéndolo y serán parte de un México mejor, aunque tengan posturas políticas diferentes.
El plan de sanación es claro, profundo y necesario, sin anuncios ni medidas espectaculares para favorecer a unos cuantos, sino tercamente yendo al corazón del problema.

Por ello se ha aplanado desde hace meses la curva de la inseguridad. Aún no se ven más que descensos tímidos, pero definitivamente se aplanó. Por fin dejó de crecer. La de la corrupción se aplanó y entró en franco descenso (de ahí el coro de plañideras)

En cuanto a la del Covid, bueno, con un sostenido crecimiento de más o menos un once por ciento diario, es una curva sabiamente controlada. Aún le faltan semanas de crecimiento, sin duda, pero no va desbocada. Lo importante, nietecitos, es entender que NO se va a detener. Esas comunidades que, psicotizadas por los medios, se aíslan por completo, podrían enfrentar mayores males. Me explico: la infección avanza, de manera invisible y muda, avanza, hasta infectar a la basta mayoría. El plan no es detenerla, porque no se puede, sino controlarla, llevarla por un carril en el que siempre sea manejable para nuestro sistema de salud. Detenerla, saldría peor, un día, necesariamente regresaría y si es en mal momento, por ejemplo, de octubre en adelante, cuando las temperaturas bajan y se vuelve más letal, y todavía no hubo suficientes infectados, podría rebasar al sistema. De lo que se trata, es de estar siempre en condiciones de dar el mejor servicio y ayuda a los más graves y a los más vulnerables. ¿Comprenden? Además de llevar de la mano ese sano equilibrio, hay que evitar que la economía colapse por completo, en particular, la de los más necesitados. Por el bien de todos, primero los pobres.

Por ello es que, el lujo de poder poner en manos de expertos epidemiólogos, sin trabas de intereses comerciales y de corrupción y de vampiros financieros internacionales, es un lujo que pocos países se pueden dar, a más de ser una novedad en nuestro país. El privilegio de poder poner en manos de expertos economistas con visión social, sin compromisos con consorcios nacionales ni extranjeros, ni ambiciones espurias, que no van a favorecer al que les retribuya más en lo personal, sino a cuidar del patrimonio nacional, es un privilegio que muchos países han disfrutado, aunque el neoliberalismo buscó reducirlos.

La curva que saldrá más aplanada de esta contingencia mundial, será la del neoliberalismo, la de la destrucción del planeta por codicia. Esa es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros.

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