Cuando el mundo se contagió de miedo
La aparente solidez de nuestro mundo fue puesta a prueba por un novedoso mal, que se convirtió rápidamente en pandemia.
No se trata de una enfermedad de alta mortalidad. Es uno más de los coronavirus existentes y de otras enfermedades de las vías respiratorias, que han provocado menos pánico que el actual brote.
Los fallecidos a consecuencia del coronavirus, son en realidad muy pocos. Se sabe que un alto porcentaje de la población mundial se contagiará de la nueva enfermedad, pero que más del noventa por ciento de los contagiados, recuperarán la salud en el corto plazo. Incluso muchos serán contagiados, sin experimentar los síntomas de la enfermedad.
El nuevo brote de coronavirus como enfermedad, no representa un riesgo mayor para los países en el mundo.
Sus graves consecuencias tienen que ver con otro factor que ha hecho presa de buena parte de la sociedad mundial: el miedo.
Somos testigos de cómo las monedas de todas las naciones pierden fortaleza. Las casas de bolsa cierran operaciones ante la caída del valor de las acciones que cotizan en el mercado. La inversión privada se detiene y las compras de pánico vacían los supermercados en unas horas.
La razón este comportamiento es el señalado: el miedo ha hecho presa de la sociedad y probablemente los daños que cause ese pánico inmotivado, sea superiores al impacto que pueda traer la nueva enfermedad.
Lo dramático de todo esto, es que hay actores políticos y sociales que al parecer, le están apostando al miedo desbordado, para conseguir beneficios particulares.
Cuando vemos que el mundo de las finanzas opera fuera de las reglas normales, intuimos que algo, o alguien, está moviendo las fichas en determinado sentido. Recordemos que el mundo financiero es el mundo de la especulación. Siempre habrá inversores a los que les convenga que baje el valor de determinadas acciones. Compañías fuertes pueden quedar en la ruina debido a una situación de pánico. Otras en cambio, pueden resultar favorecidas con el miedo desatado. En la situación que estamos viviendo, es indudable que las acciones de las grandes empresas farmacéuticas, fortalecen su valor en las bolsas del mundo. Ellas ganan, mientras otros inversores pierden.
Todo esto tiene que ver con una crisis extraña, que no ha podido ser contenida hasta este momento. Información sobre la realidad del coronavirus existe y está disponible para todo el que desee estar bien informado. Se sabe incluso que la influenza estacionaria que afecta anualmente a varios países en el mundo, es más letal que el actual brote de coronavirus.
La influenza regresa cada año y pocos dan importancia especial a este hecho. Se toma como una enfermedad más, de la que todo se sabe. Las prevenciones que se toman al respecto, son las mismas que se adoptan para cuidarse del resfriado común. La influenza cobra un buen número de vidas cada año, pero eso parece no preocuparnos.
El miedo que se tiene en este momento al coronavirus, es irracional. No obedece a factores de riesgo reales. Su baja letalidad lo sitúan en un nivel de cuidado médico bajo. La mayor parte de los contagiados cubran su cuarentena en sus domicilios, sin mayor dificultad. Casi todos vuelven a la actividad después de quince días de cuidado personal, sin necesidad de hospitalización, o tratamiento especial.
Hay entonces algo que impide que la sociedad vea a la enfermedad en su justa dimensión.
Existen realmente grupos interesados en crear y alimentar un pánico artificial que responde más a sus intereses, que a la realidad.
En el mundo, es difícil precisar quiénes están moviendo los hilos del miedo, para conseguir beneficios financieros y políticos. Son muchos los participantes en el juego de la especulación financiera y la caída de los mercados, ha sido en el pasado una estrategia para fortalecer a determinados capitales, a costa de la ruina de otros inversionistas.
No es la primera vez que esto sucede.
A nivel nacional, es más fácil identificar a los agentes que buscan difundir información amarillista, carente de rigor científico, con la intención clara de conseguir beneficios políticos evidentes.
En México, vemos a un Felipe Calderón, autonombrado experto en epidemias y contagios, arremeter a diario contra el gobierno del presidente López Obrador, utilizando el tema del coronavirus como ariete.
Vemos también a los panistas y demás integrantes de la clase política conservadora, profetizar una catástrofe de salud, por la presencia del coronavirus en el país.
Los periódicos y medios de información de la derecha, acusan al presidente López Obrador y a su gobierno, de no actuar debidamente para atender la epidemia. Hablan de la gravedad de una enfermedad, que acosa a todos los mexicanos. Pintan escenarios con hospitales saturados, medicamentos insuficientes y muertos por todas partes.
La falsedad en el manejo de la información que difunden, es evidente. En nada corresponde a la realidad.
La ventaja para los mexicanos en este momento, es el fuerte impacto que tiene la conferencia mañanera, a lo largo y ancho del país. El pánico no ha hecho presa de la población. El gobierno de la Cuarta Transformación, tiene una estrategia sólida para contener y atender la enfermedad, de acuerdo a los diferentes ciclos de avance que se vayan observando.
Especialistas como el doctor Hugo López Gatell, explican a diario la situación que guarda el brote de epidemia en nuestro país. Da información clara, respaldada con datos médicos y científicos especializados.
El pánico que ha hecho presa de la sociedad en otros países, no se está concretando en México, pese a los reprobables esfuerzos que hacen los grupos conservadores, por sembrar la idea de un fantasioso peligro de muerte que amenaza a los mexicanos.
Esas voces que no aportan algo bueno al país y que pretenden descarrilar al gobierno del cambio, deben ser señaladas. Su interés es enteramente político. La salud de los mexicanos les importa poco.
Pretenden recuperar el poder en el corto plazo y para ello, impulsan una campaña sucia, en la que el miedo al nuevo coronavirus, es “el petate del muerto” con el que intentan poner en pánico a la sociedad.
El coronavirus es una enfermedad real, que requiere cuidados particulares. Hay que estar informados para actuar correctamente en el caso de padecerla.
El miedo a la enfermedad, es una estrategia conservadora que no parte de hechos reales. Sus fines son enteramente políticos.
Enfermar de coronavirus, puede causar en la mayoría de los casos, problemas menores. Enfermar de miedo, puede conducirnos a un retroceso político, en el que los grupos neoliberales vuelvan al poder y restablezcan un tipo de gobierno basado en la corrupción y la impunidad.
Hay que estar debidamente informados sobre el nuevo brote de coronavirus y rechazar al mismo tiempo, la enfermedad del miedo que intenta propagar la derecha neoliberal “moralmente derrotada”.
Nunca más un México neoliberal. Esa sí sería la peor enfermedad para el país.
Malthus Gamba