Cuando el cuarto poder quiere ser el primero
Por: Saúl Sánchez
@Martillazo.
La ignominia de los acontecimientos ocurridos hace apenas unos días en las elecciones estadounidenses, solo es superada por la sinvergüenza de quienes hipócritamente los han defendido. No, los medios de comunicación no tienen ningún derecho a censurar al presidente de ningún país, incluido el suyo… mucho menos en nombre de la democracia. ¡Vaya ironía!
La función de los medios de comunicación es, o mejor dicho, debería de ser, precisamente, la de comunicar, en stricto sensu. No juzgar, decidir, validar, ni siquiera orientar la opinión pública. Pero resulta que el bien llamado cuarto poder está completamente obcecado en desplazar al primero.
Se trata de un problema intrínseco -y quizá insuperable- del periodismo, no importando su financiamiento o el ideario de quien lo dirija, pues ¿Quién votó por MSNBC para que fuera el garante de lo que es verdad o mentira, dándole el derecho de interrumpir y “corregir” al presidente de los Estados Unidos?, ¿Quién de nosotros eligió a cualquier medio y le dio autoridad expresa para erigirse en vigilante del gobierno?, ¿y en razón de qué se supone que deberíamos confiar en ellos ciegamente? ¿Quién vigila y censura a los medios cuando estos mienten, tergiversan o manipulan?
No deja de ser curioso -por no usar otra palabra- que cuando un político o gobernante cuestiona a los medios de comunicación, estos, ni lerdos ni perezosos, se apresuran a rasgarse las vestiduras bajo el grito de “¡represión!”, “¡totalitarismo!”, “¡dictadura!”… pero, en cambio, se arrogan sin pena el derecho a censurar aun al propio presidente, cuando, a su entender, este incurre en mentiras o desaciertos, según sus propias fuentes (que básicamente son ellos mismos).
No nos extrañe que muy pronto den el siguiente paso en su agenda, exigiendo el derecho de sus corporaciones a votar, a patrocinar candidatos o postular a sus propios dueños, como lo intentara en su momento Bloomberg.
Lo peor de todo -y por mucho lo más escandaloso- es el hecho de que distintos líderes de opinión mexicanos, opositores en su mayoría, incluyendo algunos bien conocidos, han defendido este hecho como si fuera un acto válido, ético y, sobre todo, democrático (!), cuando son ellos los primeros en, supuestamente, enarbolar la bandera de la libertad de expresión y despotricar contra el presidente Obrador, cada vez que este critica públicamente algún medio. En fin, parece que los principios y valores democráticos son reversibles y solo sirven para legitimar las agendas, intereses e ideologías asumidas de antemano.
Más que nunca, es preciso estar alerta a las maniobras mediáticas que se vienen, ahora que el cuarto poder quiere ser el primero.
Saúl Sánchez López es un psicólogo social, Doctor por la Sorbona y profesor de la Universidad Iberoamericana. Se especializa en comunicación y psicología política.
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