Has llevado una buena relación con tu novia. Te sientes feliz a su lado y eres correspondido. En determinado momento, surge una diferencia que puede afectar la relación, si no se pone remedio oportuno.
En ese preciso momento, hace su aparición el antiguo novio de tu actual pareja. Te ofrece sus conocimientos y experiencias personales, basadas en una relación que al final fracasó. Dice conocer a fondo a tu novia y te manifiesta que lo mejor que puedes hacer, es adoptar una postura de fuerza, respondiendo a los señalamientos que hace ella, con razones siempre a tu favor, que impidan un acuerdo donde no lo ganes todo.
Ten en cuenta que los consejos vienen de un perdedor, que no supo aprovechar su oportunidad, ni resolver sus problemas, mientras la relación sentimental lo involucraba.
¿Aceptarías consejos de alguien así?
O en tu trabajo. Si alguna dificultad se presentara con tus superiores y los compañeros que han tenido problemas similares, te propusieran soluciones infalibles, aunque tú observaras que en esos momentos se encuentran descalificados y marginados por haber tomado medidas inadecuadas. ¿Les harías caso?
Creo que es obvio que, en ambos casos, la respuesta sería un rotundo no.
En nuestra vida personal somos bastante cuidadosos y no permitimos que los consejos malintencionados, o faltos de lógica, incidan en el rumbo que deseamos darle a nuestra vida. Alejamos de inmediato a esas personas y desechamos de igual forma sus consejos.
Como se trata de asuntos que nos conciernen y tocan directamente, no permitimos interferencias de personajes a los que tenemos calificados como incompetentes o perniciosos.
¿Por qué entonces, en lo que respecta a nuestra vida como ciudadanos libres, actuamos con un nivel menor de exigencia, ante muchas voces que se presentan para dar consejo sobre políticas públicas?
Somos tolerantes y en muchas ocasiones, creemos que hablan con fundamento, personajes que, por su trayectoria profesional, han demostrado durante mucho tiempo, su incompetencia, servilismo, deshonestidad y demás conductas nocivas, en contra de quienes hemos tenido que padecer las consecuencias de su mal proceder.
En este momento, México vive un ciclo especial de transformación, que rebasa con mucho, el simple cambio de gobierno. Es, como lo ha dicho el presidente, un cambio de régimen, donde el Estado retoma su función de beneficio social. Nada tiene que ver esta visión de atención a las clases más desfavorecidas del país, con los gobiernos neoliberales que beneficiaron sin restricciones a un pequeño grupo de empresarios y políticos afines a estos gobiernos.
Esa clase política fue derrotada en las elecciones del año pasado y el domingo último, el repudio social les fue refrendado en las urnas. Las dos gubernaturas en disputa, fueron para Morena.
Sin embargo, los políticos de la derecha decadente, pretenden dar consejos al actual gobierno, para normar la actividad administrativa que se desarrolla. Le señalan supuestos errores a cada paso. Dicen que el presidente y su gabinete, no entienden de política.
Estos comentarios son reproducidos y amplificados por la prensa Fifí que tampoco se resigna a la pérdida de privilegios que disfrutaron durante el periodo neoliberal y que hoy se encuentran suprimidos. Hablan de un rumbo incierto para el país y recomiendan acciones similares a las que aplicaron los encargados de la administración pública, en años anteriores.
Escuchamos a un Vicente Fox, a Felipe Calderón, a Javier Lozano Alarcón, a Claudia Ruiz, a Osorio Chong, Jorge Castañeda y muchos más, decir que la dirección del país, en estos momentos, debe ser otra.
Y secundando sus dichos, escriben Riva Palacio, Pascal Beltrán López Dóriga, Loret de Mola, Risco y varios otros. Las descalificaciones al actual gobierno, son permanentes y las recetas para reencaminar al país, según sus experiencias personales y sus conocimientos profesionales, son las mismas que condujeron a México a la situación que vive actualmente, después de treinta y seis años de neoliberalismo.
Esas recomendaciones son emitidas a diario, en relación a cualquier asunto.
Hoy, intentan convencer al presidente de México y al secretario de Relaciones Exteriores, de que la mejor manera de resolver el problema que tenemos con el gobierno de Donald Trump, es el enfrentamiento directo. Hablar de tú a tú con la administración norteamericana y aplicar aranceles a los productos que ellos nos exportan, en represalia por las cuotas que anuncian imponer a nuestros productos, en unos días.
De todos los consejos “sanos” que han hecho públicos, este es el más descabellado y peligroso. Ni que decir que, durante los gobiernos neoliberales, el servilismo y la docilidad, fueron la norma en cuanto a la relación bilateral, con la administración norteamericana.
Recordemos el bochornoso incidente del “comes y te vas” protagonizado por Vicente Fox, o la firma servil de Felipe Calderón para adquirir una insultante cantidad de armas, incluidas en la Iniciativa Mérida. Armas que provocaron decenas de miles de muertes en su guerra infame contra la delincuencia.
Como es natural, el gobierno del presidente López Obrador, ha hecho caso omiso a todas y cada una de estas recomendaciones. Sabe que estos personajes no pueden tener ideas sanas, al igual que la comentocracia que los aplaude.
Lo que no queda claro, es la razón por la cual, algunos mexicanos, creen aún que pueden ser válidas y útiles recomendaciones provenientes de quienes se encargaron de destruir al país.
Hay gente que defiende estas ideas, a pesar de conocer los desastrosos resultaron que provocaron acciones similares, durante el periodo neoliberal.
Mantienen su confianza en los perdedores comprobados, que dejan un país en ruinas, al que hay que reconstruir desde sus cimientos.
Son la oposición ciudadana que nunca toma en cuenta los elementos históricos, que dan constancia de lo que verdaderamente es útil y lo que podemos considerar como fracaso.
El neoliberalismo, o neoporfirismo, como también lo llama el presidente, no tiene futuro posible, ni puede brindar consejos sanos, en tiempos de la Cuarta Transformación.
Su intención, es la de sembrara dudas, entorpecer el trabajo de reconstrucción que se lleva a cabo, para crearse oportunidades a futuro, donde le sea posible recuperar el poder perdido.
En la medida en que demos crédito a estas voces, ayudamos a la derecha en su lucha contra el cambio sano. Si no hacemos caso de sus palabras, terminarán de morir en el corto plazo.
En la sociedad mexicana, está la solución a este dilema.
Para la gran mayoría, lo preferible sería hacerle un entierro decente al neoliberalismo, en el dos mil veintiuno.
No falta mucho.
Malthus Gamba