Las revoluciones, armadas o pacíficas, se tejen siempre con diferente puntada y utilizando hilos de distinto grosor y resistencia.
Hay hilos firmes que por regla general, vienen de los sólidos contingentes que conforman las capas menos favorecidas de la sociedad. Son los verdaderos promotores de todo cambio y nutren sus filas con campesinos, maestros, estudiantes, obreros, amas de casas y gente de la clase media con una visión vanguardista de la vida y el quehacer político.
Del bando opositor, son parte todos los beneficiados de la corrupción. Los fieles al gobierno en turno. Y también aquellos que participan en el aparato de dominación utilizado para mantener un control social razonable. Ahí está también el grupo de los “aspiraconistas”, que sueñan con ingresar en el futuro, al núcleo que se beneficia de la riqueza nacional.
Pero si esta división es perfectamente clara en el centro del conflicto, en la periferia del mismo va perdiendo visibilidad. Incluso se presentan zonas en donde es difícil precisar qué banderas defienden determinados actores sociales, o grupos.
Uno ve a personajes aparentemente ubicados de un lado del conflicto, defendiendo posiciones políticas y sociales propias de la causa que en apariencia combate.
Por ejemplo en los medios de comunicación tradicionales. Hay periodistas que se dicen independientes y hasta de vanguardia, que en los asuntos intrascendentes, utilizan la bandera del cambio, para que se les vea como gente no comprometida con el pasado corrupto.
Pero cuando se registra un hecho de verdadera importancia, intentan manejar la información, desde un punto de vista totalmente reaccionario.
Con los políticos sucede igual. Pueden estar ubicados dentro de las filas que impulsan la revolución, incluso en posiciones importantes. Pero al momento en que están por definirse ciertas batallas, su conducta no es clara. Actúan con reservas y pretenden atenuar, e incluso frenar las acciones del cambio buscado.
Hablan entonces de “conciliar”, “convocar”, de “acuerdos de beneficio mutuo”, de “consenso entre todas las partes”.
Este tipo de situaciones no son excepcionales y tienen que ver incluso, con el panorama que se va pintando de a poco, en toda revolución.
Cuando es evidente que se va perdiendo el combate, muchos prefieren tirar al suelo las banderas, armamento y uniforme que portaban, para asumirse como defensores de la causa que hasta ese momento combatían.
Otros, al ver cómo sus copa ñeros de combate logran triunfos y reconocimientos por su esfuerzo y trabajo, sin tener posibilidad de alcanzar las mismas metas, comienzan a “coquetear” con el enemigo, sin romper del todo con la causa a la que aún pertenecen.
El sitio, o espacio preferido por este tipo de políticos, periodistas y empresarios, ha sido siempre la denominada “Centro-Izquierda”. Un nicho político que reúne de todo.
En el momento actual, vemos con claridad a Claudio X González, declarar públicamente que él es y ha sido siempre, un personaje de izquierda. De centro-izquierda para ser más precisos. Todo su pasado como viejo traficante de influencias durante el periodo neoliberal, quiere ser borrado con esta declaración.
La causa es evidente. Claudio X González ve que las posibilidades del neoliberalismo son nulas en las elecciones estatales de este año y en las presidenciales del 2024. Un conservador nada va a ganar, porque el pueblo de México aborrece al conservadurismo.
Necesita por fuerza un disfraz y éste se encuentra disponible dentro de la Centro-Izquierda. La zona donde hay desde indecisos, timoratos, faltos de coraje, hasta traidores, especuladores y camaleones políticos y empresariales.
La Centro-Izquierda es la zona donde todos caben. La muralla donde muere el verdadero cambio, pues todo se reduce ahí a la simulación, sin avance alguno.
Ahí termina toda lucha. Se apuesta al logro de acuerdos, donde no hay derrota para nadie.
Es el terreno de la “concertación” y la “concertacesión”.
Ahí gana el monopolio, manteniendo privilegio, mientras reparte migajas. Así son sus triunfos. Porque la Centro-Izquierda busca pequeños logros sociales, sin afectar en nada las ganancias de quienes más tienen.
Decirse de izquierda moderada, significa que lo ganado con el esfuerzo de los llamados “radicales”, se respetará en la medida de lo posible. Pero que en adelante, los acuerdos con todos los actores sociales se lograran en base al “diálogo democrático transformador”, sin poner por delante a algún segmento social, por desprotegido que se encuentre.
Nada de “primero los pobres”.
Eso no cabe, porque excluye a los demás actores.
Y conociendo a Claudio X González y a la gente que representa, esa posición de Centro-Izquierda, esconde en realidad la histórica voracidad conservadora.
Hay otro actor político que se ha declarado abiertamente de Centro- Izquierda.
Es el senador de Morena, Ricardo Monreal.
¿La causa?
A sus 61 años ve cómo se aleja poco a poco su posibilidad de alcanzar la silla presidencial.
Monreal está en todo su derecho para competir por el puesto, al igual que cualquier mexicano que sienta esta motivación. Pero una cosa es soñar con la presidencia y otra distinta ganar la candidatura de Morena para competir con todas las posibilidades, en la elección del 2024.
Monreal ha calificado como “radicales” a los otros aspirantes a la candidatura por Morena. Ha vaticinado que ese radicalismo puede partir al Partido y que el único camino válido es la Centro-Izquierda que él abandera.
La lucha de Ricardo Monreal se da en el terreno de la izquierda moderada, en un intento de “coqueteo” con una derecha que puede ver en él y su causa, al interlocutor “a modo”, con el que se pueden mantener y aún rescatar ciertos privilegios.
Monreal es “diálogo confortable”, “comida, desayuno o cena de negocios”, “foto en armonía, difundida por la prensa bonita”.
Los radicales pretenderían en 2024, profundizar una Cuarta Transformación, que no está en la agenda de la Centro-Izquierda y menos en la de la clase corrupta neoliberal.
Monreal habla de “rupturas”, o “fracturas” al interior de Morena, si ganan los “radicales”.
Pero lo que él propone, significa no una fractura. Es el fin del movimiento de transformación. El pacto revivido entre gobierno y poderes fácticos, con unas pocas pinceladas de beneficio social.
La Centro-Izquierda históricamente ha sido agua sucia. Es ahí donde se bañan oportunistas y falsos luchadores sociales. Es refugio de reaccionarios que mantienen intereses de clases, vistiendo el uniforme de la transformación.
Es la trinchera por donde se deja, traidoramente, entrar al enemigo.
¿Qué diferencia habría entre la posición de Centro-Izquierda de Claudio X González y la que anuncia hoy Ricardo Monreal?
Ninguna.
Si llegara a triunfar este movimiento, veríamos como final de fotografía, un abrazo reconciliador entre el mayor representante del neoliberalismo empresarial y el viejo político de colmillo largo y retorcido, que apostó todo, todo, con tal de alcanzar la presidencia de este país.
Un abrazo que podría tener como pie de foto, la frase: “Aquí no ha pasado nada, amigo”.
De nosotros depende impedir que se publique esa foto.
Ningún apoyo a una Centro-Izquierda que mata el proceso transformador.
Malthus Gamba