Por Miguel Angel Lizama
@Migueliz
José López Portillo y Weber se autoproclamó “Último Presidente de la Revolución”, para señalar la partición con el nuevo grupo político que él puso en el poder.
Haciendo a un lado el despropósito y la mentira de tal pretensión, el último mandatario “revolucionario” de México fue Adolfo López Mateos, pues fue quien formalmente Nacionalizó la Energía Eléctrica (cuando se estaba construyendo la Hidroeléctrica “El Infiernillo”) al liquidar las últimas indemnizaciones a las compañías extranjeras que conservaban activos en el país (y que Felipe Calderón se encargó de revertir, al desaparecer la Cía. de Luz y Fuerza del Centro).
Después de López Mateos llegó Gustavo Díaz Ordaz, de infausta memoria, epítome del conservadurismo más rancio que había en ese momento, casi rayano en el nazismo, pues en todo –especialmente en los jóvenes– veía “la amenaza comunista” tan en boga en la Guerra Fría alentada por Estados Unidos.
Como es tradición en la política mexicana, a cada Presidente le arman protestas y agitaciones para ver cómo responde. Como a los toros de lidia, le dan puyazos para medir su bravura y saber a qué atenerse.
Invariablemente, todos los presidente mexicanos respondieron con represión que, de una forma u otra, la Prensa se encargaba de atenuar y justificar, ensalzando al nuevo emperador en funciones. Así había sido siempre…
HASTA QUE LLEGÓ ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, rompiendo moldes y tradiciones políticas malvadas y agresivas contra el pueblo.
Desde un principio dejó en claro que él no se dejaría puyar, picar o “cucar”, como él le dice a que lo estén incitando para pelear. Dos veces víctima de groseros fraudes electorales –el primero precedido por sucias maniobras creadas, pagadas, impulsadas y manejadas desde la misma oficina presidencial saliente–, AMLO impuso su sello distinto y distintivo. En vez de represión, todas las protestas se escuchan, atienden y resuelven como corresponda. Todos tienen derecho a disentir sin ser perseguidos por ello. Sólo hay un Jefe Máximo, EL PUEBLO, que marca el rumbo del país y el actuar de sus servidores electos.
Pero lo más relevante de AMLO ha sido su divisa: NADA DE CORRUPCIÓN Y CERO IMPUNIDAD, aunque para eso lucha primero contra la inercia que le dejaron los regímenes corruptos (hay que decirlo con todas sus letras) nacidos del PRI y, en tiempos recientes, del PAN. En primer lugar, el Poder Judicial venal persiste en contrarrestar todo lo que sea evolución a favor de la gente y dicta a mansalva amparos a delincuentes adinerados para salvarlos de la acción de la justicia, y manipula la Constitución para legalizar lo ilegal con el pretexto de “inconstitucionalidad”. Se ríe de la Justicia y se esconde del pueblo.
En segundo lugar, hombres y mujeres que conservan su empleo en el gobierno, pese a los recortes, siguen con las mismas prácticas de apatía y desinterés en la ciudadanía que debe recibir sus servicios, pues siguen pensando que quien les paga su sueldo es El Gobierno, como si fuera un ente patronal privado, ignorando que SU SALARIO SON LOS IMPUESTOS que paga el Pueblo. Su menosprecio al público que debe servir es un lastre enorme para la buena marcha del país.
También la Prensa sigue ocultado el saqueo que tanto la benefició y ataca el esfuerzo para reordenar el país, publicando evidentes mentiras y errores lógicos de todo ajuste en la nueva Administración (a medio año de iniciada) o magnificando ataques de socios extranjeros o nacionales de los funcionarios idos. Abunda, para ello, en pseudo analistas que jamás asomaron durante el saqueo neoliberal, y en plumas a sueldo (“comentocracia”, se les ha llamado) que siguen nutriéndose de chismes de cafés y restaurantes de postín, donde frecuentan a los arrojados del Paraíso Presupuestal y a los proscritos “favoritos del régimen” para armar nuevas conjuras.
En la práctica, el incomprendido ánimo conciliador de AMLO se ha topado también con un odio recalcitrante de personajes empresariales y políticos –traficantes de influencias, les llama Andrés Manuel– que tenían el llamado “Derecho de Picaporte” en las oficinas presidenciales y obtenían grandes contratos con dinero público y no pagaban impuestos mediante “Fundaciones” de supuesta beneficencia (sólo ocasionalmente mostraban para su propaganda unos pocos “beneficiados” elegidos para exhibición), y cuando llegaban a pagar impuestos, exigían su devolución y el fisco pagaba. Pero se les acabó el gusto y les nació el odio.
Por eso le tienen encono al mandatario más popular y revolucionario que ha tenido México desde el general Lázaro Cárdenas del Río. No le perdonan que los haya privado de jugosos negocios sin invertir más que los sobornos que soltaban o los apoyos a campañas políticas de los partidos que les garantizaban un buen retorno de la inversión. No aceptan su expulsión del Paraíso Presupuestal, donde prosperaron a costa del país.
Precisamente esto hizo una descomunal diferencia en la elección de AMLO. Su partido Morena, de nueva creación y vapuleado por toda la NOMENKLATURA mexicana, FUE EL QUE MENOS DINERO PÚBLICO RECIBIÓ para su campaña de 2018, comparado con las enormes cantidades que recibieron los entonces partidos mayoritarios que AMLO convirtió en minoritarios. Y pese al poco dinero y tanto ataque, MORENA OBTUVO MÁS VOTOS COMO NUNCA EN LA HISTORIA. Pese a la evidencia, los partidos políticos de la Nomenklatura siguen reclamando más presupuesto “para servir al pueblo”, sin reconocer que ya no tienen apoyo popular.
Y TODO POR LA GENTE, harta de tanto saqueo de las arcas públicas que se derrochaban en lujos ofensivos y viajes por todo el mundo con o sin pretexto oficial; de tanto tráfico de influencias para enriquecer a unos pocos bien relacionados con el poder mientras la mayoría padecía crecientes carencias; gente cansada de tanta inseguridad porque el dinero para sus policías se lo quedan gobernadores y presidentes municipales, mientras la delincuencia toma territorios e impone su ley ayudada por la misma policía y las Procuradurías ya sobornadas; gente ya hastiada de tantas promesas incumplidas, aunque repetidas en cada elección.
Por eso es una descomunal verdad de toneladas señalar que han habido Presidentes (en minúsculas, salvo LÁZARO CÁRDENAS DEL RÍO) anteriores a Morena y HOY MÉXICO TIENE UN VERDADERO PRESIDENTE (en mayúsculas) preocupado por su pueblo.
Aunque sus enemigos sigan vomitando bilis.