A pesar del manejo eficiente que se ha realizado en materia de contención de contagios durante la pandemia en México, llegó la tercera ola de contagio masivo a nuestro país, que ha colocado a la mayoría de las entidades federativas en alertas máximas y altas.
Sin embargo y por fortuna, nuestra situación no es la misma que era cuando llegaron las dos olas anteriores. El sistema de salud del país, aunque todavía con muchas carencias heredadas de los gobiernos corruptos del pasado, ya cuenta con una capacidad sorprendente de reacción para atender el problema.
Por otro lado, el programa masivo de vacunación sigue avanzando y más de la mitad de la población adulta susceptible de ser vacunada y que ha decidido hacerlo, ya cuenta con por lo menos una dosis de alguna de las múltiples vacunas adquiridas y aplicadas por el gobierno.
Además de lo anterior, la población ya está mejor informada y se ha acostumbrado a observar en mayor proporción las medidas de seguridad para evitar el contagio activo o pasivo. Por desgracia una parte muy importante de la población de jóvenes todavía no han recibido la vacuna y son ellos los que están siendo más afectados por esta tercera ola.
Afortunadamente la población que fue la más golpeada en las dos anteriores, que es la de adultos mayores y personas con enfermedades crónicas ya se vacunó, con lo que se ha disminuido el número de enfermos graves y de defunciones en más de un 80% si se les compara con las que tuvimos a lo largo de la pandemia.
De hecho, según los datos presentados por la Secretaría de Salud, el 97% de quienes han tenido que ser hospitalizados recientemente son personas que no se han vacunado.
De una forma u otra, contar con el nivel de inmunización contra el Covid-19 que nos aporta cualquiera de las vacunas existentes, no solamente disminuye el riesgo de tener que ser hospitalizado e intubado, también el de ser víctima de sufrir la enfermedad en sus manifestaciones más graves.
A la velocidad que estamos recibiendo y aplicando vacunas, está muy claro que se va a cumplir la expectativa del gobierno, consistente en vacunar a toda la población que decida hacerlo, por lo menos con la primera dosis para octubre de este año, antes de que comience el clima frío del invierno que puede agravar el problema para quienes son más sensibles a enfermarse.
Por otro lado, por esta misma razón la situación de aislamiento tampoco será la misma que fue cuando nos volvimos todos paranoicos a principios del año pasado y la actividad económica se mantendrá funcionando sin detenerse como nos sucedió antes. Hoy no se requiere aislarse a piedra y lodo, sino respetar las medidas de protección que tantas veces nos han repetido en todos los tonos.
Sabemos que esta nueva realidad llegó para quedarse un buen tiempo entre nosotros y aunque este virus perderá sus niveles actuales de letalidad con algo más de tiempo y vacunas suficientes para recibirlas en forma oportuna, hoy no debemos bajar la guardia.
Ojalá la misma consciencia que se ha creado en la población para cuidarnos del Coronavirus, se logre desarrollar por ejemplo para cuidarnos de la diabetes, evitando comprar la basura que nos venden con exceso de azúcar, de grasas y de calorías; una enfermedad que mata el doble de personas que han fallecido a causa de la pandemia. Pero no estamos viendo a los paranoicos correr a retirar los refrescos y la comida chatarra de los anaqueles en supermercados y tiendas de conveniencia. ¿Eso para cuándo? ¿O seguiremos distraídos como los cronopios hablando sólo de coronavirus?
Como lo narró el escritor argentino Julio Cortázar en su maravilloso libro Historia de Cronopios y de Famas: “Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera, que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días”.