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EL CHICLE
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EL CHICLE

Una campaña política tiene como fin principal, colocar en la preferencia del electorado, la imagen del personaje que entra en competencia con políticos de fuerzas contrarias, para conseguir el voto ciudadano.

La imagen, en esos momentos de oferta atractiva de gobierno, son verdaderamente el “fondo” y no únicamente la “forma”.

Y se necesita ser un verdadero “animal político”, como ha demostrado serlo el presidente López Obrador, para dejar de lado el aspecto de la imagen, para enfocar todas las armas disponibles, al combate frontal en el campo político.

Podemos recordar al hoy presidente, vistiendo un traje que no ajustaba adecuadamente a sus medidas. Con unos zapatos polvosos que reflejaban la actividad diaria a nivel calle, o pueblo.

Los correctos políticos neoliberales se burlaban de esa imagen, que nada tenía que ver con aquellos corruptos bien trajeados y rasurados, que lucían zapatos importados y hechos a la medida. Zapatos que jamás recorrerían las calles, ni los terregosos caminos de provincia.

Pero en López Obrador había (y hay) maneras dignas y educadas en todos sus actos. Igual a las maneras que vemos en la gente del pueblo, que puede carecer de lujos y comodidades, pero que no por eso pierden la dignidad y el orgullo personal, al encontrarse en presencia de visitantes, de amigos, o de personas con las que tienen algún tipo de contacto.

El Pueblo de México tiene orgullo y dignidad y por lo mismo, observa y califica el comportamiento de los políticos que intentan ganar su favor y voto.

Es por eso que la clase política conservadora, se ve obligada a portar máscaras de “pueblo”, en cada proceso electoral. Priistas y panistas, preparan sus disfraces, para mezclarse durante unos cuantos días con la gente. Se dan el necesario “baño de pueblo”, intentando convencer al votante de que son “uno más” de ellos y que por lo mismo, tienen interés en defender las causas que preocupan a la gente.

Ganen o pierda, abandonan el discurso, el traje y las intenciones, una vez concluido el proceso electoral. Vuelven a sus vidas habituales, donde el privilegio y el lujo son la regla.

Esta situación se ha repetido durante décadas y por lo mismo, la imagen del político neoliberal, o conservador, se ha ido desgastando. No son pueblo, aunque se vistan de pueblo. No son parte de una clase marginada, a la que en realidad desprecian y explotan.

Y es por esas razones que un proyecto y movimiento nacido del pueblo, como lo es el Movimiento de la Cuarta Transformación, consigue hacerse con el poder político del país. Los personajes que han acompañado a López Obrador a lo largo de los años, son auténticos y sí provienen del pueblo.

Cuando en su desesperación por no contar con políticos competitivos para enfrentar la candidatura de Claudia Sheinbaum, Claudio X González decide impulsar como candidata opositora a Xóchitl Gálvez, lo que se busca básicamente, es crear la imagen de una mujer humilde que, a base de trabajo, estudio y esfuerzo, llega a destacar tanto, que puede aspirar con legitimidad a la presidencia de la república.

Xóchitl es una recreación (mal hecha) de la figura del presidente López Obrador.

Si un tabasqueño, nacido en una comunidad humilde del país, consigue con tesón y esfuerzo llegar a Palacio Nacional, después de años de lucha, ¿por qué una mujer que nace en el estado de Hidalgo y alcanza una curul en el senado, después de años de usar el disfraz indigenista, no podría lograrlo?

Xóchitl es imagen publicitaria ciento por ciento. Un globo político inflado artificialmente por el aire que recibe de parte de los grandes medios de manipulación y las granjas de bots que le ha contratado Claudio X González.

Su capital político se reduce a eso. Una imagen construida sobre la nada. Es el vacío propositivo, envuelto en papel de colores populares.
Solo necesitaba un pinchazo, para explotar en un instante, dejando en evidencia su verdadera naturaleza.
Y ese tropiezo político, se produce a consecuencia de un chicle.

En el evento donde las autoridades del Instituto Nacional Electoral, le entregan su constancia como candidata a la presidencia, representando al bloque conservador, Xóchitl Gálvez, ante los periodistas con sus cámaras de televisión y de video; ante los representantes de los tres partidos políticos que la respaldan; ante la militancia de los partidos que la acompañan y ante los millones de mexicanos que atestiguarán el hecho más tarde, cuando la información corra libremente, saca de su boca un chicle que le estorba en ese momento, o que ha perdido el sabor y lo pega con total descaro en la parte trasera de su asiento.

La imagen de la candidata educada, respetuosa, consciente e identificada con el pueblo, se rompe en un segundo.

Xóchitl Gálvez no es educada, porque solo un niño de escuela, sin noción de lo que hace, tiene un comportamiento tan falto de la más elemental educación.

Xóchitl no es respetuosa, porque la presencia de las autoridades del INE, PRI, PAN Y PRD, así como la del resto de los asistentes, le viene valiendo nada. Embarrar su chicle en la silla, es algo muy natural para ella.

Xóchitl no es consciente, porque solo alguien falto de la mínima responsabilidad sobre sus actos, deja un chicle pegado bajo una silla, en tiempos en que la pandemia de Covid-19 reaparece con mutaciones que dañan la salud de quien resulta contagiado.

Xóchitl no tiene identificación alguna con el pueblo mexicano, porque la mayor parte de la gente de este país es educada, consciente y respetuosa.
Y Xóchitl Gálvez no es la imagen de eso.

Como bien dice Pedro Miguel en un posteo colocado la mañana de este día: “el próximo acto de campaña de Xóchitl Gálvez, será sacarse un moco y embarrarlo”.

Xóchitl Gálvez ya nos había adelantado algo sobre las deficiencias que traía su personaje. La grosería y el insulto como formas de pasar por “chistosa” u ocurrente, lo anunciaban.

Pero la situación del chicle la retrata con exactitud.

Xóchitl es la “chava ruca” que brinca como niña cuando recibe su constancia.

La que ríe y se distrae cuando están hablando otras personas.

Y finalmente es “la niña del chicle” carente de educación, que presume su traje nuevo, mientras trae sucia la ropa interior.
Esto último, políticamente hablando, claro.

Malthus Gamba

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