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La Revolución en Irán, el país que hay que comprender a 45 años del levantamiento
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La Revolución en Irán, el país que hay que comprender a 45 años del levantamiento

Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera

A Irán no hay que juzgarlo, hay que entenderlo. Un país al que a la menor provocación se le condena y se le tilda de ser el patrocinador de cada grupo armado que surge en Medio Oriente para oponerse a gobiernos o ejércitos de Occidente, como el de Estados Unidos, por ejemplo.
Es precisamente el país norteamericano el que parece siempre un rival de Irán, pero, en algún momento de la historia, ambas naciones fueron muy cercanas, al menos a nivel de las cúpulas.

Tras la primera guerra mundial y la derrota del imperio Otomano, los territorios de Medio Oriente se balcanizaron a gusto de las potencias occidentales. Así, algunos países más que otros quedaron aliados a Francia, Reino Unido y EU.
En 1925, Reza Savad Koohi se autocoronó sha de Persia e instauró la dinastía de los Pahlavi. En 1941, Irán quedó bajo el mando de su hijo, Mohammad Reza Pahleví, un joven de 22 años que ascendió debido a la simpatía de su padre por Adolfo Hitler. “Nosotros lo pusimos, nosotros lo quitamos”, exclamó el entonces primer ministro británico Winston Churchill.

La misión del joven sha fue “modernizar” y occidentalizar Irán, a lo que llamó la Revolución Blanca. La construcción de universidades, fábricas y demás infraestructura fueron de la mano con la represión y un régimen autoritario. El colmo para la sociedad iraní fue el golpe de Estado contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh, un personaje opositor al imperialismo.

El 19 de agosto de 1953, escribe Riszard Kapuscinski en su libro El sha o la desmesura del poder, quedaría marcado en la memoria de los iraníes, tras un movimiento político que, explica el periodista polaco, estuvo orquestado por la CIA. “¿Sabe usted que la palabra Mosaddegh no se podía decir en público? Fue borrada de los libros”, le dijo un entrevistado a Kapuscinski.

Así, comenzó un régimen más macabro aún de asesinatos, tortura y desapariciones de opositores o cualquier crítico del gobierno. Se echó a andar la Savak, una policía secreta que espiaba no sólo a los políticos o activistas, sino hasta a quienes estaban en la calle charlando. No se sabía quién era confiable o quién estaba del lado de la inteligencia de el sha, había miles de escuchas en todo Irán bajo el mando del imperio, el miedo se respiraba en cada esquina.

En lo económico, los ricos se enriquecían mientras que los pobres se empobrecían y la sociedad veía en peligro sus tradiciones y su cultura.
Fue en 1978 cuando una matanza en el poblado de Qom, territorio sagrado chiíta, desencadenó la furia de la sociedad y el inicio de la Revolución popular que apoyaba al Ayatola Jomeini, exiliado en desde 1964 por sus críticas al sha.

Los contrastes que se dieron en aquella época fueron increíbles. Kapuscinski narra, por un lado, la figura de Reza Pahleví: “Se construyó un enorme palacio en Persépolis, una copia de los antiguos palacios aqueménidas, donde celebraba fiestas extravagantes con invitados de todo el mundo (…) Se creó un culto a la personalidad alrededor de su figura, con propaganda omnipresente que lo glorificaba como un líder infalible”, se sentía el rey de reyes, tenía un zoológico personal con tigres, leones y leopardos.

Pero, por otra parte, los partidario de Jomeini, que traficaban casetes con los mensajes del líder espiritual llegados del exterior. Camuflados con carátulas de artistas del momento, llegaban las grabaciones con la apasionada voz del Ayatola, instando a un cambio social en Irán.

El 11 de febrero de hace 45 años, en 1979, es la fecha clave de la Revolución iraní, imponiéndose así un régimen teocrático y el primero de abril se instituyó la República Islámica de Irán. Se acabaron los shorts para las mujeres y volvió un fundamentalismo recargado con la necesidad de eliminar las huellas de Occident

El 4 de noviembre de 1979, un grupo de jomeinistas armados asaltaron la embajada de Estados Unidos en Teherán y retuvieron en su interior a 52 funcionarios como rehenes. Así, ante el mundo, los iraníes comenzaban a ser sinónimo de terrorismo.

Si bien es cierto que desde nuestra mirada occidentalizada hay costumbres totalmente incompatibles con los derechos humanos, alguna vez vi un tutorial de un iraní mostrando “cómo pegarle a tu mujer con una vara”, peor aún, el asesinato de mujeres como Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral, que castiga a féminas que no usan bien el velo, Irán tiene su historia y no es gratuito su desdén por el mundo que para nosotros es normal, donde gobiernan las potencias mundiales.

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