Dentro de las “benditas redes sociales”, corre información de manera incesante. Información de todo tipo y también mucha opinión. Esto es sano, pues el monopolio que mantuvieron por décadas los medios de comunicación y periodistas tradicionales, sobre los sucesos importantes para el ciudadano, se quiebra para siempre y hoy es la gente quien difunde y comenta lo que le interesa.
Sin embargo, se genera confusión cuando esa avalancha informativa, trae consigo puntos de vista encontrados, que chocan abiertamente entre sí, produciendo un vacío muy similar al que provoca la desinformación.
En este momento, el asunto de Ricardo Monreal y el juego de la sucesión presidencial dentro de Morena, genera ese tipo de estridencia que ensordece a algunos, hace dudar a otros y deja perplejos a varios más.
Teniendo en cuenta uno de los preceptos que el presidente López Obrador maneja de continuo, vamos a tratar de dar una opinión dialéctica sobre este asunto.
“Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”.
La Cuarta Transformación es una realidad. Se encuentra bien afianzada y crece día con día. Con todo, el proceso está en curso y muchos de los mecanismos y métodos del pasado, siguen vigentes, pues quienes fueron formados durante el neoliberalismo, no pueden cambiar su manera de actuar, de la noche a la mañana.
En política es muy evidente esta manera de pensar y actuar. Se hace política de acuerdo a las viejas recetas. Las formas son las mismas. La risa fingida, el abrazo sonado, la fotografía oportuna. La aparición en todo medio de comunicación que se encuentre en el camino.
Así se están manejando las “pre-pre-campañas” de los aspirantes a suceder al presidente López Obrador, a partir del 2024. Los políticos que aspiran al cargo, se conducen de esa manera. Unos con más fortuna que otros. Y esto es natural. “Lo nuevo no acaba de nacer”. Ninguno de ellos tiene el carisma y arrastre del actual presidente y las armas a su alcance para competir con oportunidad, son las que adquirieron durante 36 años de neoliberalismo. La diferencia con los políticos de la derecha es que, aunque formados políticamente durante ese periodo, no son neoliberales y mucho menos corruptos. Hablamos de “escuelas” dentro de la vida pública y no de conductas personales.
El ejemplo más claro de esto, lo vemos en la persona de Ricardo Monreal. Un viejo lobo de mar, conocedor de todos los trucos y secretos del oficio.
Al igual que Fernández Noroña, Monreal ya sabe, incluso en estas acciones previas a la competencia por la candidatura de Morena, que sus oportunidades para alcanzar la nominación, son casi nulas. Y sin embargo lo vemos trabajar permanentemente, para posicionarse favorablemente, dentro de la estructura política de la Cuarta Transformación.
¿Por qué?
Creo que Ricardo Monreal está jugando, no para ganar, sino más bien para ser el factor que determine el triunfo de alguno de los otros aspirantes a la candidatura. A estas alturas queda claro que quien gane esa nominación, será el próximo presidente del país. No hay oposición competitiva. La derecha es un remedo de fuerza política.
Monreal trabaja para acumular poder. Pretende afianzar espacios importantes dentro de la estructura nacional del partido. Intenta mantener un dominio personal dentro de la bancada de Morena en el Senado y fortalecer su alianza personal con las bancadas opositoras en la Cámara Alta.
Ese trabajo se ve mal ante los ojos del ciudadano de a pie, que no mira bien los coqueteos permanentes de Monreal, hacia quienes se niegan a impulsar las reformas que propone el presidente López Obrador. Pero a Monreal parece no molestarle demasiado la descalificación social. Él tiene puesta la mira en sus aspiraciones personales y no se aparta un milímetro del rumbo que se ha fijado.
¿Para qué todo esto?
Para ofrecer ese “valor agregado” esa fuerza adicional a cualquiera de los otros candidatos. Monreal pretende ser el “fiel de la balanza”, al momento del arranque de las campañas oficiales. Su estructura, sus contactos, sus aliados, sus amigos, pueden mover a determinados sectores sociales, en favor del candidato que solicite su respaldo.
Ése es el juego.
Un juego propio de la vieja política que vimos durante el periodo neoliberal. Política de “amarres”, alianzas, convenios y promesas. Todo a cambio de espacios de poder.
Y aunque Monreal es el ejemplo más visible sobre esta manera de hacer política, hay otros funcionarios y militantes de Morena, que están haciendo el mismo trabajo a menor escala. Políticos que comienzan a moverse para “amarrar” respaldo y apoyo en favor de su candidato.
Vemos guerra sucia solapada en redes sociales, en contra del adversario. Apariciones en medios de comunicación y en redes sociales, con evidentes fines de campaña. Es la política antigua, al servicio de la Cuarta Transformación.
¿Cuál es el riesgo que corren los candidatos con posibilidades reales, que se acercan demasiado a estas formas gastadas de la política?
La pérdida de la confianza y credibilidad, a los ojos del ciudadano.
Porque si en política “Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer”, a nivel sociedad las cosas son distintas. La mentalidad del pueblo de México, sí se ha transformado en el terreno de los hechos.
Pensar que se pueden mover sectores sociales al antojo, para conseguir respaldo en las encuestas para alcanzar candidaturas, es moverse en terreno pantanoso. Desde que López Obrador llamó a los mexicanos a “agarrar lo que te ofrezcan, pero a votar por quien tú quieras”, es difícil asegurar que se tiene determinado control social.
Monreal juega para ser el fiel de la balanza en el momento definitivo.
Quizá alguien le requiera ese respaldo.
Pero falta ver lo que dice el pueblo al respecto. Falta lo que la gente determine en las encuestas.
La fuerza de Monreal puede ser auténtica en el papel, pero no necesariamente se traducirá en votos.
Los políticos siguen practicando una política vetusta y reumática. No se han transformado suficientemente.
La sociedad mexicana, sí cambió. Y mucho.
A ella ya no la engañan.
El “fiel de la balanza”, puede estar hecho de humo.
Malthus Gamba