Este proceso de despertar colectivo progresista que se está llevando a cabo en América Latina, cuyos primeros intentos después de Cuba y Venezuela, aparecieron hace unos años en Argentina con Kirchner, en Brasil con Lula, en Uruguay con Mujica y en Bolivia con Evo, cuatro casos que lograron ser revertidos por el poder del dinero operando con la propaganda, la corrupción, y hasta con la represión, parece estarse consolidando a partir de la llegada de la 4ª transformación en México.
Después del inicio del gobierno del presidente López Obrador, comenzaron a surgir otros gobiernos progresistas en revoluciones electorales que llevaron a Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile, Costa Rica y Colombia a nombrar presidentes de pensamiento soberanista y popular, cuyo discurso, así como su programa de trabajo, se orientan a buscar el bienestar de la mayoría de los habitantes dentro de sus países.
En caso de que este mismo año Lula logre recuperar la presidencia de Brasil, el país más grande que estará gobernando el neoliberalismo será Ecuador, si es que no corren a Lazo después del manejo torpe y fascista que está teniendo en la crisis que vive su país contra la población indígena; una nación que tiene menos habitantes que la zona metropolitana de la Ciudad de México y los residuos neoliberales quedarán en un puñado de países pequeños, que seguramente despertarán hacia esta tendencia progresista en el futuro cercano, si la mayoría de los países grandes de la región comienzan a hacer un buen trabajo, como lo está haciendo México.
Dentro del mismo México, a pesar del avance avasallador que está teniendo la transformación del país en tantos rubros, que a la misma oposición no le da tiempo ni de contarlos y por el desastre que dejaron los gobiernos neoliberales corruptos, todavía tenemos un puñado de estados aletargados en el sueño de la derecha, que continúan siendo presa del saqueo, la represión y el desprecio de la mayoría de la población.
Así de 32 estados que eran gobernados por estos corruptos en 2018, hoy sólo quedan en esa situación 10 y probablemente lleguemos al 2024 solo con 8. En nuestro país el neoliberalismo se desmoronó ante nuestros ojos en sólo 4 años y dejó de ser una opción medianamente aceptable para la mayoría de los mexicanos, convirtiéndose en residuos tóxicos de los que habrá que deshacerse con cuidado para que no vayan a contaminar el ambiente o a contagiar a alguien más con su virus altamente nocivo.
Por desgracia para el mismo progresismo esto es así en todas partes. La oposición no es una alternativa ni siquiera medianamente aceptable para el desarrollo de los países, así lo están demostrando en Estados Unidos y Europa, donde se encuentran más preocupados por el control imperialista de países y regiones lejanas, que por el bienestar de los habitantes que viven dentro de sus propias fronteras.
Si logramos consolidar un trabajo constante en favor de todos los habitantes, vamos a ir viendo desaparecer gradualmente a los partidos de derecha, porque no representan más que a un grupito de ricos, cuya suma no alcanza los mínimos requeridos por las leyes electorales para mantener un registro como partidos políticos.
Sin embargo, el progresismo actual requiere de democracia; un entorno donde exista cuestionamiento, discusión de las ideas, propuestas alternativas o complementarias inteligentes, en resumen verdadera oposición que no se dedique nada más a descalificar por así convenir a sus intereses de saqueo. Esto ya no lo esperamos de los partido actuales porque se pudrieron en el proceso neoliberal y lo podrido ya no renace, puede servir de abono, pero no de semilla; así es que lo mejor que les puede pasar es que los integremos a la composta, en espera de que aparezca una semilla verdadera que pueda dar una planta sana.
Como dijo el escritor estadounidense William Arthur Ward: “El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas”.