La derrota conservadora está más que cantada en las elecciones de este 5 de junio.
Así ha pasado a últimas fechas, en todo proceso electoral. Antes de llegar al momento de la votación y al del posterior conteo de votos, se sabe quién saldrá triunfador, en la mayor parte de los enfrentamientos por puestos de representación popular.
Los partidos políticos de la derecha, ganan en cada ocasión, un poco menos. Morena, por el contrario, afianza su poder territorial en el país.
Somos testigos de un cambio histórico a nivel nacional. Hace unos años, el país estaba dominado enteramente por los colores priistas y panistas, con ligeros toques del amarillo PRD. Hoy, esas fuerzas políticas apenas tienen presencia en nuestro territorio y al menos dos de ellas, están a punto de desaparecer, al no tener el respaldo ciudadano que les permita mantener el registro ante el INE.
Los políticos y empresarios que defienden actualmente la camiseta conservadora, han demostrado una incompetencia alarmante.
No cuentan con un proyecto nacional elemental, para atraer el voto de la gente. Hablan de su regreso al poder, sin haber demostrado que sus intenciones y políticas han cambiado.
Son los mismos corruptos a quienes dimos las gracias y una patada en el 2018, para sacarlos del gobierno federal. Las mismas caras. La misma corrupción. El mismo deseo de vender todo recurso nacional.
Afirman haber cambiado, pero su conducta como clase privilegiada, sigue siendo la misma. Desprecio al pueblo. Defensa de intereses extranjeros. Corrupción como forma de gobierno.
El conservadurismo vive una crisis severa y no hay manera de que recuperen algo del terreno perdido, mientras no cuenten con un proyecto sólido, que llene el vacío que deja un neoliberalismo derrotado, que no puede ser atractivo para el grueso de los mexicanos.
Ese es el problema central en la derecha nacional. Carecen de oferta política.
Y a falta de ese documento básico, intentan engañar a la sociedad, con globos de aire, pintados de colores atractivos, para hacerlos pasar como la respuesta mágica que revitaliza, limpia y regenera a la clase política reaccionaria.
Cuando uno escucha los audios que presenta la gobernadora Layda Sansores, en los que se oye la voz de Alejandro Moreno, usando el peor lenguaje que se recuerde de un presidente de partido, se siente pena y asco. Ahí no se ha dado cambio alguno. Y estamos hablando del presidente de lo que fue un poderoso partido político.
¿Qué se puede esperar del priismo actual? Lo mismo que hemos visto en él durante las últimas décadas. Corrupción y la peor de las conductas.
Ricardo Anaya, se encuentra fuera del país, huyendo de la justicia nacional, que lo solicita para que responda a las acusaciones que pesan sobre él, por el uso de dinero de procedencia ilícita. Y es precisamente este prófugo, quien da periódicamente consejos para gobernar y descalifica permanentemente las políticas de honestidad y austeridad del gobierno del presidente López Obrador. Se dice aspirante a la presidencia de la república en 2024 y uno se pregunta ¿qué diferencia hay del Ricardo Anaya del 2018, cuando tuvo que aparecer con un pizarrón, para tratar de desmentir las acusaciones que lo involucraban en la venta millonaria de unas naves comerciales de su propiedad, con el Ricardo Anaya actual, que vive a salto de mata? Ninguna en realidad y hablamos también de alguien que fue presidente de un partido político opositor. El PAN no ha cambiado nada en los últimos años.
Junto a ellos, está Jesús Zambrano, presidente de lo poco que queda del PRD. Ya no hay poder real tras esas siglas partidistas. El partido del Sol Azteca, es comparsa de los otros dos. No ofrece algo, por pequeño que sea. Zambrano fue en su juventud, militante en la Liga Comunista 23 de Septiembre y sufrió represión por parte de las autoridades de ese entonces. Hoy es crítico de tiempo completo, en contra del gobierno de la Transformación. Su trabajo es destructivo y nada queda del antiguo luchador social. No hay alternativas en un PRD, dirigido por un personaje que perdió el camino hace mucho.
Todos los señalados, gravitan en torno a la figura de Claudio X González. Un empresario señalado de ser el principal traficante de influencias, durante los últimos años del neoliberalismo.
Claudio tiene dinero y ambición desmedidas. Es millonario, al igual que gran parte de las cabezas principales del grupo opositor. Pero al mismo tiempo, es muy limitado. No ha podido construir la plataforma política que pueda competir al proyecto de cambio del presidente López Obrador.
No tiene capacidad para hacerlo, ni encuentra gente con la inteligencia suficiente para elaborarlo. El último intento para pasar de los “buenos deseos” a un proyecto serio, lo intenta la dirigencia de la COPARMEX, de la mano de su expresidente, Gustavo de Hoyos Walther.
Estos personajes poco calificados para dar vida a una estructura de alcance nacional, presentarán sin duda alguna, un nuevo “decálogo” que se nutra de las buenas intenciones de siempre, pero sin especificar los pasos a seguir para alcanzar la meta.
Las elecciones del 5 de junio darán un golpe más al rostro ya bastante lastimado de la oposición mexicana
Y para enfrentar los siguientes desafíos en 2023 y principalmente en 2024, lo único que se les ocurre, es la palabra UNIDAD.
Como si la suma de fuerzas perdedoras, pudiera dar a luz una opción ganadora, que pueda competirle a los candidatos emanados de Morena.
Unidad del PRI, PAN y PRD, con la opción de incluir en esa frágil alianza a Movimiento Ciudadano, dirigido por el también dinosaurio Dante Delgado.
¿Qué diferencia hay entre los tres primeros partidos señalados y el último que se agregaría? Ninguna.
En el partido naranja militan Enrique Alfaro, Colosio Jr., y el gobernador “Tik Tok”, aparte de Dante. ¿Qué pueden ofrecer para atraer al votante? Nada.
La UNIDAD, o más bien, la UNIÓN es palabra que los habitantes de la Ciudad de México, relacionan de inmediato con el legendario cártel de Tepito.
La UNIÓN opositora, no se diferencia mucho de ellos.
Los primeros son asociados con la delincuencia de cuello blanco y los otros con la delincuencia organizada.
Sin plan, sin figuras relevantes, sin estructuras sólida y en manos de los peores dirigentes, la clase opositora se apresta a enfrentar contundentes derrotas este 5 de junio, en 2023 y en la importante contienda presidencial del 2024.
Ellos no van a regresar al poder en muchos años.
Malthus Gamba