“Me vienen a convidar a arrepentirme
Me vienen a convidar a que no pierda
Me vienen a convidar a indefinirme
Me vienen a convidar a tanta mierda
Dirán que paso de moda la locura
Dirán que la gente es mala y no merece
Mas, yo partiré soñando travesuras
Acaso multiplicar panes y peces
Dicen que me arrastraran por sobre rocas
Cuando la revolución se venga abajo
Que machacarán mis manos y mi boca
Que me arrancarán los ojos y el badajo
Será que la necedad parió conmigo
La necedad de lo que hoy resulta necio
La necedad de asumir al enemigo
La necedad de vivir sin tener precio
Yo no sé lo que es el destino
Caminando fui lo que fui
Allá Dios que será divino
Yo me muero como viví… ” Silvio Rodríguez, El Necio.
Me atrevo a decir que ésta, es una de las canciones que más le gusta al Presidente, por ello, la grabó maravillosamente doña Beatriz, apasionada y fuerte compañera de un hombre que puede descubrirse muy bien en estos fragmentos; un hombre que trascenderá a su tiempo y que tiene desde ahora, su lugar en la historia, partiendo en un antes y un después cuando se hable de transformación de nuestra Patria.
A mitad de camino, como se intitula su último libro, que, por cierto es Best Seller, estamos en un gran momento para hacer una pausa y revisar qué se ha logrado de los compromisos y proyectos del Plan Nacional de
Desarrollo que planteó desde muchos años antes de haber llegado, sin fraudes, a la presidencia, pero que iniciaron oficialmente en el primer día de diciembre de 2018. Y no tenemos más que buenas notas sobre grandes obras pero estamos con lupa, revisando aquellos rubros en que aún no se avanza al paso que se requiere, sobre todo, en materia de combate a la corrupción por los problemas de la fiscalía, que ya conocemos, y de las leyes que no alcanzan a ser usadas para rasurar a los corruptazos de sexenios anteriores, por estar hechas a modo, pero hacia allá vamos.
Estamos de fiesta en este sexenio: tenemos un congreso que fue electo por el pueblo para que nos representara con la dignidad y fuerza que se requiere para que las próximas leyes y reformas necesarias, sean una realidad, justo como esta última interpretación que produjo la Cámara de Diputados acerca del alcance del término “propaganda”, pero que, a pesar de ser legal y legítima, ya fue frenada por el Tribunal quesque porque no puede aplicar para la actual consulta, pero que en cambio tolera de muy buena gana todos los ataques con que el PAN construye su oposición. Curioso que a los ciudadanos a favor del Presidente, el INE les prohíbe expresarse; pero a los que quieren atacarlo, les permite hacer uso pleno y sin límite de esa libertad. Otra vez, la ley del embudo.
En fin, que hasta que no nos deshagamos del lastre que realmente es el PAN, no vamos a poder avanzar.
En esta semana de inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, me enfocaré en lo bueno, lo malo y lo feo, pero también todo lo demás, que se ha podido ir viendo en este rubro. Empecemos pues:
Lo bueno:
- Es un puerto aéreo necesario para desalojar el enorme flujo que recibe a diario el Aeropuerto Benito Juárez que está prácticamente en el centro de la Ciudad de México, no porque ahí lo hubieran querido, sino porque en el último medio siglo, la ciudad creció exponencialmente para todos lados, alcanzando y rebasando aquello que un día fue “las afueras” de la gran urbe.
- Se construyó en un tiempo récord de solo 886 días (de 24 horas de trabajo); se mantuvo apego estricto al presupuesto de menos de 75mil millones de pesos, y se pactó con los empresarios proveedores para que los precios se mantuvieran y se entregaran en tiempo. El AIFA no paró su ritmo, ni aún en pandemia.
- El presupuesto alcanzó no nada más para el aeropuerto, sino que se pudo construir una terminal de helicópteros, un centro de capacitación y exposiciones, estacionamiento, gasolineras y hasta un hotel principal; la torre de control de tráfico aéreo con un sistema antisísmico de alto nivel, el sistema de pistas, plataformas y calles de rodaje, el equipamiento y ayuda para navegación, el edificio de terminal de pasajeros, el estacionamiento y terminal intermodal de transporte terrestre, la terminal de carga internacional, la terminal de carga doméstica, las bases de manteamiento universal; se reubicó la base aérea militar más grande de México y se construyó una más moderna y mejor equipada.
- También se construyeron tres museos: el Museo Militar de la Aviación; el Museo del Ferrocarril Presidencial y el Museo del Mamut.
- La modernización y ampliación de las vías de acceso terrestre (carreteras, tren ligero, tren suburbano, metro).
- Se construyó además un área habitacional, con escuelas, centro comercial y que es una fuente de trabajo en que podrán emplearse otros miembros de las familias y no tendrán que gastar en pasajes para ir a estudiar o al trabajo. Mejorará sustancialmente el nivel económico de miles de familias de la zona metropolitana de la Ciudad de México.
Lo malo, es que siempre habrá detractores y quienes critiquen cualquier detalle; incluso hay quienes dicen que otros aeropuertos son más bonitos; sin entender que el AIFA está bien hecho, tiene buen gusto, pero lo más importante no es la estética, sino la funcionalidad.
Lo feo, que haya opositores y negacionistas que, a pesar de no estar nunca pensando en aportar, en impulsar a México con mejores acciones, critican hasta el color del polvo en sus llantitas y dicen que “merecemos un mejor aeropuerto” porque se construyó con su dinero. ¿de verdad, hay quien crea estas patrañas? ¿es en serio cuando dicen que merecen algo de mayor calidad? Cuando “les construían” sus obras faraónicas no se quejaban; es más, aplaudían el derroche y el dispendio, así fueran cosas inutilizables o mal hechas, como hospitales sin terminar, el túnel emisor oriente que tardó el doble desperdicio de sexenios de calderón y peña, para que lo tuviera que terminar este presidente; trenes como el de Toluca-CDMX; carreteras que siempre están en reparación, desde su inicio, como la del Sol, México-Acapulco, que empezó con Miguel de la Madrid, y como una maldición, jamás se ha dejado de reparar…
Lo mejor es ver la gran cantidad de personal de excelencia que se está preparando para lo que viene, trabajando en las grandes obras del país, reactivando la economía más importante, que es la del pueblo, de abajo hacia arriba. 162 mil trabajadores civiles que se trasladarán a continuar las obras del Tren Maya y muy seguramente, al Corredor Transístmico que debe culminar antes de que termine el sexenio.
Lo ridículo, que sigan con los prejuicios clasistas, ésos que los opositores se cuelgan el odio, como el reboso infaltable de Maggie, para señalar con el índice flamígero y la voz tipluda de asco “se filtró una mujer a vender tlayudas”, “el techo de la central avionera”; “estaba lleno de acarreados”, “eran militares disfrazados de civiles”, “no pude llegar porque el ejército me envió la dirección mal (a propósito, a él, para que cinco personas desajustaran el número de asistentes”; “el centro de carga no sirve (pero el que no jalaba era el cable chafa del teléfono del reportero también chafa”… y así. Esa ralea que no sirve para nada más que para jorobar, siempre atenta a volcar su odio y su clasismo contra los mexicanos que merecen más que ellos, esta clase de obras.
Lo que me llena de esperanza es que es el primer aeropuerto que un pueblo siente propio; se trata de una obra que todos sentimos orgullo de presumir; y aun cuando haya personas que nunca se hayan subido a un avión, se abrió la posibilidad de que los conocieran, y que fueran invitados especiales en una inauguración impresionante y si la promesa e intención del General Vallejo se cumple, estará al alcance de cada vez más mexicanos, viajar en avión. Es un complejo que no solo servirá de puerto aéreo, sino que hay museos, habrá tiendas y segura estoy, de que se convertirá en un paseo obligado para quienes vayamos de visita a la Ciudad de México y por qué no, si hay que viajar en avión, salir y/o llegar al Felipe Ángeles.
Lo que está devorando por dentro a los fifises de tres pesos es que han perdido la exclusividad que les daba la idea de que sólo ellos podían ir a viajar en avión, y peor aún, que sus ídolos podían seguir robando en cada etapa de una obra como ésta: desde la lotificación, construcción, mantenimiento, administración y operación. Hoy, con la pena, México se da cuenta del enorme potencial que tienen nuestras autoridades civiles, en conjunto con las fuerzas armadas, para que este proceso tenga orden, disciplina y buenos resultados. El AIFA, S.A. de C.V. es desde el lunes, una empresa operada sin la ambición de un grupo, sino para beneficio de la Patria. Las fuerzas armadas son reconocidas en su encomiable labor y por su cercanía al pueblo. Un aeropuerto dirigido por un general experto y condecorado prolíficamente por su impecable desempeño.
Lo del final, para reír un poco: el arquitecto Francisco González Pulido, diseñador inicial de la obra, se quejó amargamente con el diario El País, de España, porque no reconoce casi nada de su proyecto en la obra final (que no quiere ni ir a conocer porque le va a dar algo si va). En sus palabras: “Cuando algo se aleja tanto de lo que yo hice, no va a hablar de mí, entonces yo tampoco voy a exigir que hablen de mí, mejor que no hablen de mí, porque eso que estoy viendo no se asocia conmigo, no es lo que yo soy ni es cómo yo lo pensé ni es lo que yo imaginé ni es lo que yo soñé”, reconoce González Pulido. ¿¿¿whaaaat???
Y es que ocurre que él diseñó un aeropuerto sofisticado, que fuera toda una experiencia, ya que su currículum está lleno de proyectos que se construyeron con billones de dólares y la austeridad republicana a la que se apegó el Ejército, no va con él, pues, según dijo “jamás ha sucedido que un cliente toma decisiones unilaterales sobre el proyecto por temas de presupuesto”, porque en su visión, el cliente no debe tener la razón, sino una cartera enoooorme, como barril sin fondo. Añadió que “Lo que toca hacer es (que) se acercan con el arquitecto y le dicen ‘arquitecto, esto que usted diseñó no va a costar 75 mil millones de pesos, va a costar 130 mil, tenemos que trabajar en esto para que no se pierda la integridad de su proyecto, pero que logremos el presupuesto’, ese es el camino normal”, y aquí no podemos sino ver ese espíritu clasista que a todos los corruptos los reúne genéticamente: creen que el dinero del presupuesto es ilimitado; que merecen pedir y ampliar presupuestos tantas veces como su ambición se los exija.
Este pensamiento ridículo de “mostrar” que podemos gastar escatológicamente, para quedar bien con los de afuera, para deslumbrarlos, se resume en esta joya: “Que al llegar los extranjeros a nuestro país iban a leer eso en México y ¿qué están leyendo? El folclor y eso es para una tienda de artesanías, pero no para un aeropuerto”. Por supuesto, el avergonzarse de las raíces nacionales, es ingrediente infaltable en el diseño de estos personajes que, primero se mueren antes de asumirse mexicanos.
No continúo con la bazofia clasista, porque la cápsula pierde la alegría con la que la pensé. Para concluir, el AIFA nos representa: es el esfuerzo, el sí se puede y sí se pudo; es saber que contamos con un líder que guía y un ejército que cumple y respeta las órdenes máximas, pero lo más bello, que somos un pueblo que trabaja con calidad, porque lo que está hecho en México, siempre estará bien hecho.
¡Felicidades!
@cevalloslaura