Por: @_BarbaraCabrera
“Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”
Groucho Marx
Tránsfuga se utiliza para adjetivar a un tipo de políticos que carecen de valores y principios sólidos, moviéndose sin culpa y de manera oportunista de un partido político a otro. De ahí la ironía de Groucho Marx con la que doy inicio a esta Nornilandia: estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.
El transfuguismo hoy en día es una práctica recurrente entre los políticos neoliberales que, a nivel federal y en gran parte del país, perdieron el poder. Ahora buscan por cualquier medio y color partidista regresar para seguir sirviéndose del pueblo, y con ello recuperar sus privilegios.
Malabarismo, trapecismo o nomadismo político, son las otras maneras con las que se conoce a este fenómeno suscitado en la complicada realidad de las democracias contemporáneas, donde el régimen neoliberal parece haberlo construido a la medida de una clase política que se olvidó de representar los intereses de los ciudadanos, dando prioridad a las élites. Lo suyo era usar el poder para obtener beneficios, venderse al mejor postor, hacerse ricos y volverse poderosos.
Esos tránsfugas, considerados como aquellos representantes que se apartan de la agrupación política que los presentó en las elecciones, y por la cual obtuvieron el cargo de representación; lo hacen por diversos motivos. En estos tiempos del Gobierno de la Cuarta Transformación, destaca como principal motivación, hacer un pacto con otras fuerzas para no permitir los avances de un cambio de régimen tan necesario en el país, ante el evidente fracaso de las políticas neoliberales; además, buscan armar una mayoría que ciertamente no tienen, ni tendrán.
Es importante subrayar que un tránsfuga siempre cambia de filiación partidista para obtener prebendas personales, faltando a cualquier compromiso contraído.
Sin duda, el transfuguismo, altera la relación entre representantes y representados, desatando una crisis en la representación política, donde los partidos políticos son los intermediarios, al ser los encargados de seleccionar a sus candidatos, conducir la campaña, así como congregar al electorado para que voten por sus postulados, además de exigir disciplina partidista a los elegidos.
Por fortuna, ante el cambio de régimen, con la Cuarta Transformación de la vida pública de México, liderada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador; el pueblo ha asumido el bastón de mando y ejerce a plenitud su poder ciudadano. Atrás ha quedado la inobservancia al artículo 39 constitucional –el cual por cierto es uno de mis predilectos- el cual refiere que “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno” ¡El 1 de julio de 2018, lo hicimos realidad!
Estamos en una época interesante e inédita donde estamos forjando una cultura política-ciudadana, ya tenemos instrumentos como la consulta popular y la revocación de mandato, la cual me gustaría fuera efectiva para todos los cargos de elección popular, para que esos tránsfugas reciban su merecido.
En suma, el transfuguismo político es una práctica muy común entre la oposición moralmente derrotada, quien cada día se ve más disminuida ante nuestro poder ciudadano, ese que respalda al Presidente Andrés Manuel López Obrador, y lo saben.
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima Nornilandia!