En cualquier sociedad desarrollada del mundo, es un escándalo mayúsculo que un partido político ofreciera una candidatura al árbitro electoral por varias razones. La primera es el significado que encierra una acción de esta índole.
¿Por qué razón algún partido político se atrevería a acercarse al representante del máximo órgano de regulación de los procesos electorales para ofrecerle una candidatura, sin miedo a llevarse un descolón que lo termine denigrando como organización política?
Ese primer aspecto ya nos dice muchas cosas en las que tendríamos que reparar; por ejemplo, que a ese o esos partidos políticos no les importaría ser denigrados por un funcionario que tuviera un gramo de consciencia sobre la posición que ser árbitro significa. En segundo lugar, es demencial que ese funcionario, en vez de mandarlos al diablo con cajas destempladas, salga a los medios a anunciar públicamente que una de las partes le vino a platear la candidatura, con la mayor tranquilidad y hasta presumiéndolo.
Esto es equivalente a que un árbitro de futbol declarara en los medios, con mucho orgullo, que uno de los equipos le vino a ofrecer un soborno, sin siquiera despeinarse. Nuestro árbitro electoral respondió que este no es el momento de aceptarlo, pero no lo rechazó y el soborno queda ahí sobre la mesa, listo para que lo tome cuando le parezca mejor.
Sabemos que del árbitro electoral no podemos esperar nada que sea cercano a la imparcialidad o a la decencia. Estamos claros en que tenemos funcionarios corruptos, como consejeros electorales, estamos acostumbrados a vivir con ello, lo que no significa que estemos conformes o contentos.
Por desgracia los ciudadanos hoy no podemos hacer mucho para correrlos, y a gente como Córdova, meterlos a la cárcel. Es algo que le corresponde hacer al poder legislativo. Sin embargo, tendríamos que preguntarnos ¿Por qué esto tampoco escandaliza a los legisladores? ¿Qué están esperando para hacerles un juicio político a estos individuos, perniciosos para la sociedad y para la democracia de México? ¿Qué esto no es parte del trabajo para el que los elegimos?
Los legisladores han tenido más pruebas de las que son necesarias para correr a estos figurines inútiles y nocivos, pero en lugar de eso, cuando tuvieron enfrente a Córdova lo increparon de la manera más estridente, pero hasta ahí llegaron. ¿De qué sirvió todo lo que le dijeron en su cara? El sujeto sigue en su puesto, gastando dinero a manos llenas en un montón de estupideces inútiles, utilizando el órgano electoral para torpedear la democracia y atacar al gobierno.
Probablemente los legisladores están muy ocupados en otras cosas, puede ser que se les haga más cómodo esperarse a recibir la iniciativa de Reforma Electoral que enviará el poder ejecutivo para modificar esta situación. O tal vez estén esperando que los ciudadanos perdamos la paciencia y comencemos a presionarlos como es debido, para que hagan un trabajo que consideramos fundamental, que tendrían que llevar a cabo sin miramientos ni retrasos. A lo mejor todavía no les queda claro quién manda en México. No se confundan.
Como dijo el político romano Cicerón: “El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes”.