La nueva forma de hacer periodismo del Reforma: El chantaje
El día de ayer, Artículo 19, subió a su página un texto, donde da cuenta de las amenazas, vía redes sociales, que recibió Juan Pardinas, director de Reforma, por supuestos simpatizantes del presidente López Obrador, o por personas dedicadas al “troleo” en internet. Nada más se sabe al respecto.
Señala esta nota que resulta indispensable que el titular del ejecutivo, deje de referirse al medio de comunicación citado, en sus conferencias mañaneras.
Todo esto está relacionado con una noticia que Reforma coloca en primera plana, donde da cuenta de una manta, presuntamente elaborada por el crimen organizado, donde se amenaza de muerte al presidente del país. Al lado de la imagen, el periódico da las señas del domicilio particular del primer mandatario. López Obrador señala que no es ético presentar la información de esta manera.
Para Artículo 19, es reprobable que se amenace a un periodista, usando las redes sociales, como medio de intimidación. Eso lo entendemos. Pero lo que no queda claro, es que justifique la acción de Reforma, al decir que nada malo tenía que se publicara el domicilio de López Obrador, ya que el mismo presidente aceptaba que era de dominio público.
Aquí no se trata de si lo saben muchos, o pocos. Lo que se reprocha al periódico, es su falta de tacto, profesionalismo y ética, al consignar junto a una amenaza de muerte, los datos relativos al domicilio. Ese es el punto que quiere disimular Artículo 19.
En la conferencia matutina del día de hoy, López Obrador informó que, desde ayer, giró las instrucciones necesarias para que Juan Pardinas cuente con todos los elementos de protección que garanticen su seguridad y su vida. Lo dijo claro: tenemos contrincantes políticos, pero no enemigos. La libertad de expresión, está garantizada en nuestro país. A nadie se perseguirá por su forma de pensar, o por las ideas que defienda.
Me parece que Artículo 19, como muchas instituciones formadas bajo la lógica del neoliberalismo, que dominó al mundo por varias décadas, tiene un concepto caduco de lo que significa la defensa del periodismo y de los periodistas.
Es evidente que nadie puede estar a favor de que se agreda, amedrente, o en el peor de los casos, asesine a un periodista. Si vemos la repuesta de los ciudadanos a este tipo de hechos, constataremos que el repudio a los actos de esta naturaleza, es generalizado. En redes sociales se crean de continuo tendencias, en favor de las víctimas de esta clase de violencia.
Pero podemos ver también que, en la redes sociales, hay un señalado repudio a un tipo de prensa que se dedica a desinformar y agredir con descaro, a quienes tienen una posición ideológica diferente a la que ellos defienden.
Hace unos meses, fue muy sonado el caso de Ricardo Alemán, integrante de Milenio y participante habitual en la programación de Canal 11 y Proyecto 40. Este periodista comentó un mensaje en twitter, en el que se decía que, en las muertes de John Lennon, Versace y Selena, bastó un “valiente” y un arma para terminar con sus vidas. Concluía el texto la frase “a ver a qué harán chairos”. Alemán comentó el twitt así: “Les hablan”, avalando lo dicho por la persona que mandó el tuit original.
Esto fue causa de un repudio social generalizado. Ricardo Alemán salió de Milenio y de otros medios por esa razón. Fue una incitación en redes sociales a la agresión física, e incluso al asesinato de una persona.
Y en ese caso, Artículo 19 se mantuvo en silencio. Quizá porque su función sea únicamente en defensa de los periodistas cuando son agredidos. Pero entonces ¿Las agresiones de esos mismos periodistas no tienen el mismo peso social cuando el destinatario es un ciudadano con una profesión diferente? ¿no sería correcto manifestarse también cuando algún periodista rebasa los límites morales, éticos y legales que regulan la profesión?
Parece que la función de instituciones como Artículo 19, tienen un punto donde se confunde lo que realmente es defendible y lo que no puede serlo. La defensa a ultranza de una persona, por el solo hecho de ser periodista, no es entendible en algunos casos. Hay quienes dejan el periodismo a un lado, para actuar en favor de intereses personales. Usan el gafete de prensa, como un escudo ante los reclamos por sus acciones incorrectas.
Si efectivamente el domicilio de López Obrador es de dominio público, también es conocida ampliamente, la clara dependencia económica de Reforma, con los intereses neoliberales. Los terrenos donde se ubican las oficinas del periódico, les fueron cedidos en forma gratuita por Manuel Camacho Solís. Además, fue una de las empresas beneficiadas con el FOBAPROA.
Uno puede entender y defender que cualquier medio de comunicación, está en pleno derecho de mantener la línea editorial que mejor le parezca o convenga. Pero lo que resulta inadmisible, es que se cruce esa línea imaginaria que existe entre verdad y mentira, para posicionar un punto de vista o una inclinación política, en base a información alterada o mentirosa.
El Reforma se ha dedicado a últimas fechas a la mentira sistemática, como estrategia editorial. Ya no se trata de un periódico que piensa y publica en razón de una visión genuina. Es ahora una fuerza política enmascarada, que se dedica a desacreditar las acciones de gobierno, publicando un día sí y otro también, noticias que al final resultan falsas.
Sabemos que responde a intereses de la derecha conservadora y eso es respetable. La parte ética es la que está por los suelos, al intentar engañar a su audiencia.
Esto, lo pasan por alto quienes defienden hoy al Reforma.
El último eslabón en esta cadena, tiene que ver con los derechos de las audiencias precisamente. Hay defensores del periodismo y de los periodistas. Hay un periodismo que defiende a toda costa los intereses de los grandes empresarios conservadores. Pero no existe a la fecha la instancia sólida que defienda los derechos de una sociedad que exige información verás a quienes se dedican al periodismo profesionalmente.
La mentira, ha sido la marca de un sistema neoliberal que hundió al país en la violencia, la pobreza y la desigualdad. Confundir la libertad de expresión, con el arropamiento a quienes mienten, por el hecho de portar una credencial de prensa, no es una acción democrática, como muchos gritan. Es, por el contrario, perpetuar las maneras y usos de una clase privilegiada, “chayotera” y mentirosa, que pretende torpemente, manipular a una sociedad que no está dispuesta a dejarse manejar por quienes se dicen profesionales de la comunicación.
Los derechos de las audiencias, a falta de una instancia dedicada a la protección de los mismos, la hacen hoy directamente los ciudadanos, a través de las benditas redes sociales.
Nunca más la máxima añeja: “la función del periodismo, es incomodar al poder”. Falso desde cualquier punto de vista. Lo que exige el ciudadano es que “la función del periodismo, sea siempre con la verdad”.
Ni un paso atrás en esto. Ni siquiera para tomar impulso.
Malthus Gamba
@MalthusGamba