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Los motivos del gigante (Segunda parte)
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Los motivos del gigante (Segunda parte)

SEGUNDA PARTE
Por: Melvin Cantarell

Pocos años después de la independencia de Inglaterra, en 1803, da comienzo el expansionismo americano con la compra a Francia de Louisiana, un territorio que doblaba el tamaño del país europeo. Las nuevas tierras fueron entregadas a especuladores inmobiliarios, negreros y compañías ferrocarrileras. Entre 1812 y 1824 los blancos se apoderaron de parte de Florida, Tennesee, Giorgia, Alabama, Mississipi, Kentocky y Carolina del norte. En 1819 adquieren de España la totalidad de Florida. El presidente Jackson justifica esta adquisición como un acto de autodefensa.

En 1836 Texas rompe con México y se declara la Republica de la Estrella Solitaria. En 1845, Estados Unidos rompe hostilidades contra México; después de una guerra agresiva, terrible e injusta que costó al país más de la mitad del territorio, Texas se incorpora a Norteamérica como parte de la Unión. La Sociedad Americana Abolicionista acusa a los Estados Unidos de hacer la guerra sólo con el propósito detestable y horrible de extender y perpetuar la esclavitud por el vasto territorio arrancado por la fuerza a México.

Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos confesó un día que agradecería casi cualquier guerra, pues creía que para su país cualquier conflicto extranjero era beneficioso, siempre y cuando alivie problemas internos (desde entonces es una constante en los gobiernos norteamericanos sean demócratas o republicanos). Un capitán de la armada decía: “Los americanos deben empezar a mirar al exterior por el bien de nuestra supremacía comercial, debemos controlar las islas Hawai y, cuando se construya el canal de Nicaragua, la isla de Cuba pasara a ser una necesidad. Es un movimiento que contribuye a la civilización y al avance de la raza. Siendo como es una de las grandes naciones del mundo Estados Unidos no debe salirse de esa línea” (Zinn).

John Burgues, experto en ciencias políticas de la Universidad de Columbia decía en 1890 que las razas teutonas y anglosajonas estaban especialmente dotadas con la capacidad de establecer estados nacionales…se les confió la misión de liderar la civilización política del mundo entero. En los siguientes veinte años esta afirmación ya puesta en marcha dio lugar a que el 15 de febrero de 1898 la explosión en los muelles de La Habana del barco “Maine” de bandera norteamericana sirviera de pretexto para que Estados Unidos declarara la guerra a España que pronto fue derrotada. Para los “yanquis” fue una “guerrita espléndida”. España perdió Cuba y el ejército norteamericano hizo como si no existieran los insurgentes cubanos para decidir lo que había de hacerse en la isla; en Santiago de Cuba, por ejemplo, las autoridades no fueron elegidas por el pueblo sino por los americanos que nombraron a personajes identificados con el reino español, una burla; al mismo tiempo, administradores “gringos” se hicieron cargo de ferrocarriles, minas, haciendas y propiedades azucareras. Estados Unidos no se anexiona Cuba, pero su ejército no abandonó la isla hasta que incorporó a sus condiciones la Enmienda Platt (que el Congreso norteamericano aprobó en 1901) que daba a esa nación invasora el derecho de intervenir para preservar la independencia cubana y por la defensa de un gobierno adecuado para la protección de la vida, la propiedad y la libertad individual. Páginas trágicas para esa nación hermana que quiere ser libre.

Un mitin multitudinario de la Liga Antimperialista Americana en Faneuil Hall, Boston denunció la enmienda y el exgobernador George Boutwell dijo: “Rompiendo nuestra promesa de libertad y soberanía para Cuba, estamos imponiendo en dicha isla unas condiciones de vasallaje colonial”.

Con soldados mayoritariamente negros, los norteamericanos hicieron algo parecido, pero más cruel, en Filipinas. Un niño filipino, cuyas palabras recoge Zinn en su notable texto, hizo esta pregunta: “¿Por qué vienen los negros a luchar contra nosotros cuando nosotros somos muy amigos suyos y no les hemos hecho nada nada? ¿Por qué no lucháis en América contra los que queman negros?”

Nosotros los mexicanos nunca hemos sido excluidos de los planes imperiales de supremacía y hegemonía de los Estados Unidos. En 1924 un conflicto laboral confrontó al presidente Plutarco Elías Calles con los petroleros gringos. El gobierno norteamericano intervino y amenazó con un ataque militar contra México; a fin de evitar una contienda bélica que profundizaría el resentimiento del pueblo mexicano hacia los Estados Unidos como consecuencia de la más injusta guerra de que se tenga memoria en los anales de la civilización y que despojó a nuestra patria de más de la mitad de su territorio, el Secretario de Estado del presidente estadounidense Woodrow Wilson, Richard Lassing escribió a su jefe una carta en la que le dice: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta controlar a un solo hombre. La solución necesita más tiempo: debemos abrir a los jóvenes ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer esfuerzos de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y el respeto del liderazgo de Estados Unidos (hoy no tienen necesidad de eso, solitos hacemos nuestros los valores y costumbres americana abandonando toda lealtad a nuestras costumbres). México necesita de administradores competentes. Con el tiempo esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente apoderarse de la Presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros.” (Richard Lassing, carta a Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos. La Jornada. Sección Rayuela 22 de mayo de 2001). ¡Cuidado! La dominación cultural abre camino a corto plazo al triunfo de la codicia económica y política y al género de orden que desea el poder externo.

Son los mitos creados alrededor de una inexistente tierra de oportunidades lo que ha dado lugar a falsas creencias sobre Norteamérica. Reproduzco a continuación algunos breves párrafos extraídos del multicitado texto de Howard Zinn:
“Los grandes ricos Rockefeller, Morgan, Carnaggie, Gould y Millon libraron a sus hijos del servicio militar pagando a sus sustitutos”.

Millon padre escribió a su hijo: “Un hombre puede ser patriota sin arriesgar su propia vida o sin sacrificar su salud. Hay montones de vidas menos valiosas”.
“La guerra es la salud del Estado” Raudolf Bourne.

“De donde viene nuestra nueva riqueza. Viene de todas las naciones más oscuras del mundo, Asia y África, Centro y Sudamérica, la Indias Occidentales y las Islas de los mares del sur”. W.E.B. Du Bois.

“El reclutamiento es un acto monstruoso contra la humanidad en interés de los financieros de Wall Street” Charles Scherrick.

“En Norteamérica nos dicen que vivimos una república libre, que nuestras instituciones son democráticas, que somos un pueblo autónomo. Incluso para un chiste es demasiado. A lo largo de la historia, se han hecho guerras para conquistar y saquear, eso es la guerra, en resumen. Siempre es la clase dominante la que declara la guerra y siempre es la clase oprimida la que lucha en las batallas” Eugenio Debs.

Para concluir una cita más, John Foster Dulles, pionero en las represalias masivas (ejemplo el embargo contra Cuba) y la política arriesgada que es la capacidad de llevar al borde sin entrar en guerra, a lo que llamó “arte necesario”, decía y lo repitió hasta el cansancio: “Los Estados Unidos no tienen amigos; tienen intereses”.

Este ha sido el comportamiento de Estados Unidos desde hace más de 200 años, no podemos esperar nada distinto. El lobo puede vestir piel de oveja, pero no cambiar su naturaleza. ¿Por qué ahora en el caso de Cuba las cosas iban a ser diferentes?

En consecuencia, podemos decir con poco margen de error que Estados Unidos simula neutralidad cuando se dice partidario de la democracia, la libertad y los derechos humanos, en el fondo son sus propósitos ocultos los que hablan y porque así conviene a sus intereses. Prueba de la hipocresía y mentira de los Estados Unidos es que habiendo firmado la Carta de la Organización de Estados Americanos que dice: “Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir, directa o indirectamente, bajo ningún concepto, en los asuntos internos o externos de ningún otro Estado”. Sin embargo, vemos que instruye al Secretariado de ese organismo para hacerlo y el mismo gobierno norteamericano lo hace indirectamente con tanta ostentación que ni el más ingenuo cree en su neutralidad.

Hace algunas semanas el presidente Biden anunció el retiro de las tropas norteamericanas de Afganistán después de una guerra que duró 20 años. Se hizo con la intención de matar a un solo hombre, Osama bin Laden, eliminar la capacidad de Al Qaeda de atacar a los Estados Unidos y el regocijo de la industria bélica norteamericana. Afganistán se encuentra a 11,925 kilómetros de América del Norte, prácticamente sin aeropuertos militares, sin aviones de guerra, sin misiles ni cohetes de largo alcance y sin marina de guerra; por eso el discurso pronunciado por el presidente norteamericano para anunciar esta decisión sea tan importante, dijo: “No fuimos a Afganistán para construir una nación. Es el derecho y la responsabilidad del pueblo afgano decidir su futuro y como quieren gobernar ese país” (David Brooks. La Jornada. 9 de julio de 2021). ¿Por qué la diferencia entre esta postura y la que se mantiene sobre Cuba? ¿Por qué juzgar tan duramente el trato que están recibiendo los detenidos en Cuba y pensar que a ellos les asiste toda la razón en los juicios que hacen a quienes asaltaron el Capitolio? ¿En los hechos son totalmente disímiles? En Estados Unidos se enjuicia en defensa del Estado, debe negársele este derecho a Cuba con sólo afirmar, sin evidencias, que es una dictadura. ¿Según quién?

Para comprender lo anterior hay que considerar que la verdad del dominador y la verdad del impotente tienen formulaciones diferentes. Dominar y mentir son sinónimos; el poder de la debilidad es la paciencia, el débil sobrevive al fuerte cuando no se deja atemorizar y opone una poderosa resistencia a los amorales déspotas y arrogantes que lo atacan, al mismo tiempo alcanza un punto en que resistir suma innumerables apoyos en su favor y ya no se encuentra solo ni impotente ante cualquier potencia violenta.

Ahí donde la prepotencia dice que está por la paz para originar justicia y para la protección de la vida, en los hechos lo hace con la finalidad de ganarse una legitimidad que no puede exhibir por sí misma. En el asunto que nos ocupa basta con contrastar los discursos que se emiten desde Washington, y comprobar si éstos coinciden con su historia pasada para saber si las soluciones propuestas responden a las exigencias del momento. Por regla general el lenguaje del poder equivoca sus expresiones pues a las proposiciones de guerra las llama paz, cuando dice poner orden reprime, se precia de su talante social cuando lo que hace es dar limosna y dice hacer justicia cuando impone la fuerza, pues en el fondo de su corazón sabe que no puede ser piadoso.

No se equivocó Maquiavelo, el gran inventor de la técnica cínica del poder al afirmar que éste se distingue por la falta de escrúpulos políticos en tanto dispone de medios para destrozar con brutalidad y soberbia cuanto se le oponga.

Por último, siempre es alentador que los pueblos se decidan a derrocar a un tirano. Hay que tener presente, como en esta ocasión, lecciones que no debemos omitir; muchas de las decisiones tomadas para resolver problemas sociales que dieron lugar a experiencias que deben ser conservadas por la memoria colectiva muestran que el bienestar y la satisfacción ciudadana tienen por bases la educación, la salud y las prestaciones sociales; sobre ellas puede edificarse en firme. Otros sueños, sueños son.

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