El domingo por la noche, el Presidente de México anunció que padecía COVID-19. Durante las horas siguientes al mensaje que publicó el mandatario, las redes sociales explotaron con recados de aliento, ánimo, fuerza y buenos deseos hacia su persona, generándose en Twitter una tendencia mundial con el hashtag #FuerzaPresidente.
Lo más sorprendente de la respuesta multitudinaria, fue que provino de todas partes de Latinoamérica y Estados Unidos y no sólo de parte de los mexicanos, sino de mucha gente de otras nacionalidades. Pero además, éstos buenos deseos no solamente llegaron de los países cuyos gobiernos son simpatizantes de las políticas que aplica hoy el gobierno de México.
Así vimos mensajes de brasileños, colombianos, ecuatorianos, guatemaltecos, salvadoreños y chilenos, además de los que mandaban de Argentina, Bolivia o Venezuela. Y lo relevante de esto, es que esos mensajes no provenían de políticos o jefes de Estado, sino de gente común, mandándole apoyo moral al Presidente y a México.
Nos dimos cuenta de que los ideales que representa el Presidente López Obrador, rebasan por mucho la imagen local que nosotros tenemos de ellos y que ha trascendido nuestras fronteras en el nivel popular, el de la gente común y corriente de toda Latinoamérica, sin dejar de contar a muchos de los paisanos que viven en los Estados Unidos.
En las manifestaciones de aliento era evidente la emoción y el apoyo, desde las cuentas de redes sociales de ciudadanos multinacionales que perciben una señal de esperanza en el proyecto de transformación mexicano, con una orientación nacionalista popular.
Un proyecto que está distante del concepto globalista y monetarista que pretende fusionarnos a todos en una sociedad parejita, sin identidades culturales propias y sin las características que nos distinguen, para poder manipularnos y destruirnos con facilidad.
Un proyecto que busca defender la soberanía, exaltar la cultura, reconocer la identidad profunda de cada una de las naciones, procurando al mismo tiempo sus autosuficiencias energéticas y alimentarias, en un concepto de respeto a las diferencias y celebración de las similitudes; como dice la frase, juntos pero no revueltos o juntos pero no licuados.
Esta manifestación de tanta gente y de tantos países, ubicó a la oposición mexicana y a sus medios desinformativos en la exacta dimensión pequeña e irrelevante que tienen, sin importar la cantidad de mensajes llenos de odio y de estupideces que se esmeraron en publicar al día siguiente de la noticia.
Sus mentiras, especulaciones y berrinches, ni siquiera son importantes en el ámbito local, donde quedó claro que ya no tienen ninguna influencia. Se están convirtiendo en el hazmerreír de la ciudadanía informada y a estas alturas lo único que pueden recibir a cambio son burlas y desinterés.
Entre sus representantes en la política, que prefieren negociar la compra de vacunas con coyotes, o sus representantes en los negocios, que sacan su dinero a paraísos fiscales para no pagar impuestos, para ahora pedir la ayuda del gobierno después de que les congelaron sus cuentas. ¿Qué relevancia podrían tener los que opinan en su nombre como manifestaciones dignas de esos niveles de funcionalidad cognitiva inexistente?
La agenda política en México, hoy la marca el gobierno con sus acciones y con sus esfuerzos de comunicación y no la pequeña horda de disfuncionales que pretenden ignorar una realidad que los aplasta.
Como dice el escritor estadounidense de suspenso Stephen King: “El ciego de nacimiento no sabe que es ciego hasta que se lo dicen. Aún entonces tiene sólo una idea muy vaga de lo que significa la ceguera”.