Llevamos más de 2 años presenciando una resistencia mediática severa, en contra de las acciones del gobierno del Presidente de México y su proceso de transformación de la vida pública del país. Esto no es extraño ni casual.
Durante casi 200 años el marco conceptual del poder en México, ha sido otro muy diferente al que está concretándose en este gobierno y aunque no es difícil de explicar, si es complicado que la gente lo entienda, porque hemos nacido, crecido, vivido y muerto, con ideas que nos hacían asumir que las cosas simplemente eran así.
Con honrosas excepciones, pero muy pocas, los distintos modelos de gobierno que estuvieron vigentes en la administración del poder, desde septiembre de 1821 hasta diciembre de 2018, se ubicaban dentro de un marco conceptual orientado fundamentalmente a que un grupo determinado recibiera las riendas de mando, actuando en beneficio propio y de algunos allegados.
Siempre simulando que sus acciones beneficiarían a la mayoría, operaban por debajo de la mesa para repartirse el botín del erario y de las riquezas del país. Se otorgaban concesiones públicas unos a otros, se celebraban contratos de proveeduría a través de prestanombres, se otorgaban subsidios y toda clase de canonjías entre amigos, parientes, conocidos y favoritos de quienes ocupaban cargos en el gobierno.
Cuando alguien se oponía o no les permitía tomar lo que era de todos, utilizaban las instituciones que habían creado para simular el beneficio de la mayoría, para amenazarlo, destruirlo, encarcelarlo, dañar a su familia o intimidarlo al extremo, acompañados del favor de las policías, las procuradurías y los jueces.
Se trataba de un diseño basado en la operación de instituciones extractivas, es decir, concebidas para favorecer el saqueo en beneficio del grupo que se encontraba en el poder y de sus favoritos. Las cosas simplemente eran así y siguen siendo en la mayoría de los Estados o Municipios de la República, porque una transformación profunda toma tiempo en llegar a todas partes.
No son las acciones del Presidente, o de su gabinete, o de los legisladores, las que representan el fondo del cambio. La transformación del país está derivando de un nuevo marco conceptual, concebido para beneficiar a la mayoría y todas las acciones que está llevando a cabo el gobierno federal, son manifestaciones de este nuevo concepto.
El objetivo del nuevo diseño es buscar el beneficio de toda la población, en el sentido más amplio de la palabra, incluyéndonos a todos, también a los que se oponen por las razones que sean. Se basa en ir modificando el funcionamiento de las instituciones, para que éstas sean incluyentes y equitativas en su operación.
Por supuesto que este proceso implica lo que se conoce como “destrucción creativa”, en virtud de que va destruyendo gradualmente la forma de funcionar de las cosas para lograr el objetivo. Los beneficiados del pasado no lo entienden, porque junto con el cambio de funcionamiento, su mundo de privilegios se desmorona en beneficio de todos, incluyéndolos.
Ellos seguirán lloriqueando y haciendo berrinches mediáticos en contra de cualquier acción que forme parte de este proceso. Eso es exactamente por lo que vamos a volver a votar en el proceso electoral de este año en México. Vamos a decidir continuar o no con la instalación del nuevo marco conceptual incluyente. Si decidimos que no, volvemos a lo que vino pasando durante los primeros 197 años del México independiente. Nosotros decidimos con el voto.
Como dice el escritor estadounidense Tony Robbins: “Es en los momentos de decisión cuando se forma tu destino”.