@_BarbaraCabrera
(Escritora. Investigócrata. Columnista quien está entre letras, con su café y a un tweet de distancia)
“Confieso que tengo una ambición legítima: quiero pasar a la historia como un buen Presidente de México”
Andrés Manuel López Obrador
Nota bene: Esta es la columna número 100 de la Sexta Época de Nornilandia, la cual dedico a los primeros 100 días de un nuevo régimen de gobierno en México, llamado Cuarta Transformación, liderado por Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México.
Érase que fue un país complaciente, resignado. Uno donde quienes tenían el privilegio de votar solían no hacerlo, o lo vendían al mejor postor o bien votaban por el Partido del Dinosaurio, al fin y al cabo son los que siempre ganan, expresaban dócilmente. Y así transcurrieron años y años y años y años de un régimen corrupto, neoliberal, tramposo, mañoso, simulador. El cual acostumbró a su pueblo -a fuerza de un Sistema Educativo fallido- a transitar los tiempos bajo el síndrome de los tres changuitos: no veo, no oigo, no hablo.
Paulatinamente, ese pueblo sumiso, se reveló. No fue fácil, ya que le costó varias elecciones consolidar un auténtico cambio a nivel federal, mismo que llegó para rescatar un país al borde del abismo, sostenido con débiles cuerdas.
Atrás, muy atrás parecen quedar los políticos a la Groucho Marx que cínicamente decía “estos son mis principios. Si no le gustan… tengo otros” Aunque alguno que otro se asoma erigiéndose en contrapeso de la gestión de Andrés Manuel. Lo que hace falta es una oposición crítica, responsable y argumentativa, no como la que estamos presenciando, dan pena.
Recuérdese que la 4T de la vida pública de México, no inició el 1 de diciembre de 2018, sino que arrancó el 2 de julio de 2018, un día después de las elecciones más grandes y competidas de la vida contemporánea de México, donde la Coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, recibió más de 30 millones de votos. Andrés no espero y a pasos consecuentes trabaja cada día para rescatar lo que nos queda de país y dejar las bases para el anhelado cambio de régimen, uno donde los dinosaurios se hayan extinguido y en el cual el neoliberalismo ramplón, salvaje y corrupto no tenga más cabida.
Entre la aprobación que otorga la opinión pública a sus gobernantes, en el Ranking de mandatarios de América, López Obrador en estos tres meses de gestión, está situado en el primer lugar, con el 67% de aprobación. Y así nos podemos ir aludiendo las diversas encuestas y sondeos llevados a cabo por diferentes medios de comunicación, cuya calificación de aceptación va más allá de los 60 y superando los 80%, la cual se va incrementando.
Tal vez algo tenga que ver que:
El Presidente abrió Los Pinos al pueblo y despacha desde Palacio Nacional donde de lunes a viernes, a las 7 am ofrece conferencias de prensa, acompañado de funcionarios públicos de diferentes dependencias y niveles de gobierno.
Andrés es un Presidente que hace giras todos los días a diferentes Estados de la República, y además viaja en avión comercial y en automóvil a donde quiera que va.
Es cercano a la gente, convive con el pueblo, sin excepciones; ha rechazado ir escoltado y resguardado por el Estado Mayor Presidencial, órgano técnico militar que desapareció al inició de la 4T.
Estamos ante un nuevo régimen donde la transparencia, el acercamiento al pueblo, la libre manifestación de ideas, así como el combate a la corrupción -enemigo público número uno- real y no simulada como en anteriores administraciones. Un nuevo régimen que escucha a la ciudadanía a través de consultas ciudadanas.
Un gobierno que apuesta por la comunicación orgánica en las redes sociales, es decir no paga publicidad, ni se sirve de bots.
Un gobierno cuya voluntad indeclinable es mandar obedeciendo.
Un gobierno con ideas bien puestas y las acciones dispuestas, que promueve la paz y la conciliación, así como pide paciencia porque el país se está reconstruyendo desde las cenizas en que lo tenía la era neoliberal.
Un gobierno capaz de rectificar en caso necesario, admitiendo sus errores.
Un gobierno cuyo Presidente de la República ha visitado en 100 días todos los Estados y 90 municipios de México.
Un gobierno cuyo plan contra el huachicoleo logró reducir el robo de combustible.
Un gobierno con nuevas políticas de salarios mínimos.
Un gobierno que se propone reactivar y recuperar el campo mexicano, a través del programa Sembrando Vida.
Un gobierno que escucha, integra y revisa cuidadosamente los programas heredados que despiden un hediondo olor a corruptelas y reparto de cuotas para los cuates.
Un gobierno propositivo, proactivo, que parece llevar más tiempo de esos 100 días, por la rapidez y prestancia con la que anhela cambiar las trampas dejadas por el establishment.
Un gobierno que está dando ejemplo de Austeridad Republicana.
Tenemos #100DíasTransformandoMéxico me canso ganso que así es.
A 100 días de distancia, el estilo de gobernar y hacia a donde va la agenda, es evidente.
Estamos ante una nueva era, así como nuevas maneras hacer política y gobernar. Donde unos cuantos no quieren o no pueden entender que se les acabo el veinte.
Hoy, gozamos de amplias libertades públicas, de opinión y de expresión. No hay represión. No hay pegasus para espiarnos. El CISEN desapareció. Y esto apenas inicia.
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima Nornilandia!