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“No hay ladrón sin encubridor”
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“No hay ladrón sin encubridor”

Después de 17 horas de discusión en la Cámara de Diputados, se lograron aprobar las reformas mediante las cuales se extinguirán 109 fideicomisos creados para poder administrar dinero del erario con discrecionalidad y total opacidad, ocultando su manejo oscuro tras la figura del secreto fiduciario.

Con esta medida el gobierno federal recupera el control de 68,400 millones de pesos para reasignarlos hacia los servicios de salud, a fin de que se atiendan las necesidades generadas por la pandemia del COVID-19.

La cámara baja aprobó estas reformas con 239 votos a favor y 145 votos en contra. La oposición, como de costumbre, votó en contra intentando continuar solapando ladrones que utilizaban el dinero público en su propio beneficio.

Para mencionar un solo ejemplo, en días pasados se hizo público que a través de uno de los fideicomisos de CONACYT, se asignaron millones de pesos para que un chef con buenos contactos en el gobierno anterior, desarrollara una salsa para combinar con el espagueti.

De esta manera, y a pesar del zafarrancho montado en el recinto por los legisladores del PRI, PAN, PRD y MC, que tomaron el estrado entre gritos y jaloneos, el dinero administrado en estos 109 fideicomisos pasará al control central de la Secretaría de Hacienda, a fin de que el dinero de los apoyos para las distintas actividades a las que se destina, se entreguen en forma directa y no a través de esquemas financieros diseñados para poder robárselo, como lo habían estructurado los gobiernos anteriores.

Será la Tesorería de la Federación quien entregará los fondos de los apoyos en forma directa a los beneficiarios, como lo hace con el dinero que se entrega para becas y programas sociales del gobierno federal, sin que un comité formado por funcionarios con intereses opacos tome decisiones sobre el uso de los fondos públicos.

Las reformas aprobadas serán turnadas a la Cámara de Senadores para su discusión y aprobación en la cámara alta, para que de una vez por todas se termine de poner orden en relación con el uso del dinero de todos los mexicanos.

Además de lo anterior, el fondo de este asunto es que se facilita la rendición de cuentas y continúa el combate contra la corrupción, que durante muchos años permitió la colusión entre funcionarios y traficantes de influencias para desangrar al erario como sanguijuelas financieras.

Esto vuelve a poner muy enojados a todos los individuos que tradicionalmente se han beneficiado en forma indebida de estos esquemas financieros, perpetrando el robo del dinero público.

No deja de resultar sorprendente que, como lo dijo el mismo Presidente López Obrador, los legisladores de la oposición hayan montado un estridente espectáculo de resistencia en la Cámara de Diputados, en un esfuerzo desesperado por defender a los ladrones que se beneficiaban por medio de estas estructuras financieras opacas y discrecionales.

No parecen entender que los ciudadanos estamos hartos de que se roben el dinero del erario y que sus actitudes nos motivan cada vez más a cobrarles las facturas pendientes en las elecciones del año que viene.

Tanto interés en mantener la opacidad en el manejo del dinero, sólo puede derivar de que probablemente ellos mismos se están beneficiando del atraco que representaban los fideicomisos, o son simples encubridores de actos financieros aberrantes, a cambio de una limosna, como ha sido su costumbre en el pasado.

Como dice el refrán popular: “No hay ladrón sin encubridor”.

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