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La violencia
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La violencia

“Hizo un buen papel ante el enemigo y discutible ante la propiedad y las mujeres. Un alto jefe de aquella zona le llamó la atención a Partida por los desmanes amorosos de su tropa. Anatolio repuso: ‘Yo traigo hombres, no jotos’ ” Esto nos relata Luis González en su clásico “Pueblo en Vilo” de 1968, sobre un momento de la cristiada.

Al margen de la equiparación entre propiedad y mujeres como pertenecientes al mismo campo semántico, y de llamar “desmanes amorosos” a las violaciones, González nos muestra la forma en que hombría, violencia, misoginia y valor parecen estar unidas en el imaginario masculino nacional.

A mayor violencia general, parece ocurrir un aumento en la violencia contra las mujeres. Sobran los ejemplos documentados en todos los grandes momentos de violencia generalizada; las huestes de Hidalgo, el ejército realista, los villistas, los federales, las tropas napoleónicas, el ejército gringo en Irak, los cascos azules. Las mujeres devienen en botín de guerra. Cuando los hombres salen a asesinarse masivamente unos a otros por el pretexto que sea, la violencia en contra de las mujeres aumenta, el abuso sexual se generaliza y el feminicidio se normaliza.

El cine, las canciones, los videojuegos, las series de TV e internet nos lo recalcan sin cesar, pero no lo originan, por norma general histórica, más bien lo retratan. ¿Detrás está la testosterona producida a chorros? Quizás, pero eso no es justificación; si lo fuera, nos la pasaríamos orinando todos los rincones para marcar nuestro territorio. El hecho real es que, si cien personas son asesinadas al día, y de ellas diez son mujeres, estamos hablando de un ataque a una población no beligerante. Es un genocidio.
Desatado el demonio de la violencia, por un sujeto que en 2007 estaba urgido de legitimidad, pero también embriagado de poder, es muy difícil regresarlo al averno (me refiero al demonio, claro). De 2007 a 2018, la ola de violencia creció sin límites, acicateada por la codicia (tráfico de armas, de personas, de drogas, de recursos naturales) y la miseria económica, moral y social de todos los sectores y estratos. Alcanzó a un sector no beligerante, las mujeres, que han sido “simples daños colaterales” a lo largo de los siglos de violencia codiciosa viril.

Pero ahora ellas dicen: “¡Hasta aquí!” Hartas de ser asesinadas, violadas, golpeadas, acosadas, esclavizadas, gritan “¡Basta!” Y el mundo las mira estupefacto, como si querer dejar de participar en tan nauseabundo juego fuera reprobable. No falta quien dice “Pero si entre nosotros nos matamos más” ¡Vaya consuelo! ¿Qué respuesta esperan? “Ay claro, entonces está bien, sigan matándonos”. El asunto es: la ola de violencia las golpea y ellas no están dispuestas a participar.

Por supuesto, si bien el asunto es así de claro, no resulta tan simple responder a eso en medio del caos. El feminicidio es la peor forma de la violencia contra las mujeres, pero no la única, si bien en esta masacre, mueren más hombres, ellas viven en medio de mayor violencia. Hay cien violadas por cada violado, hay miles de golpeadas en la indefensión. Han vivido atemorizadas, aterrorizadas, y hoy dicen “¡Ya no!”
Me dicen no pocos hombres: “El 80% de las agresiones ocurren en el hogar ¿cómo podría el gobierno hacer algo al respecto?” Bien, es cierto que debe ser un asunto de toda la sociedad, es cierto que el asunto de terminar con la violencia es un tema de fondo, es cierto que no hay soluciones instantáneas a algo tan arraigado, pero, cerrarse a que la única forma de enfrentar el problema es la estrategia actual de seguridad que, lento, pero va dando resultados, es más o menos como decirle a una persona a quien se está tratando de una terrible enfermedad que amenaza su vida: “Le estamos tratando el problema de fondo, pero aguántese los síntomas, retuérzase de dolor, póngale buena cara a las náuseas y malestar del tratamiento” Pues no; uno tendrá que asistirse de expertos que aporten todo lo necesario para el confort del paciente. Y las hay. Hay mujeres muy preparadas que han dedicado su vida y su esfuerzo y han estudiado a fondo todo esto, y pueden asesorar al gobierno en las estrategias conducentes a aliviar este grave mal.

¿A los hombres les preocupan esas muertes de otros hombres? Pues a hacer algo, nietecitos, a movilizarse en contra de la violencia, en lugar de estar de onvres mansplanning criticando a las que sí están movilizándose.

¿Qué la oposición aprovecha para golpear con ese tema? ¿Es broma? La oposición usa TODOS los temas para golpear ¿qué maldita novedad hay en eso? ¿qué perra m… es esa? Nos han golpeado con todo lo hecho, no hecho y por hacer, eso no puede ser pretexto. Ni siquiera sirve para tema a debatir. En todo caso, es otro tema en el que vamos a demostrar que queremos dar soluciones y damos soluciones. La oposición es tan inadecuada a estos tiempos que celebran una marginal baja de aprobación, cuando la suya, en el mismo periodo, se hundió. El PAN 16%, el PRI 7% y el PRD 1.5%, compárese con el 62% del gobierno. De esta forma, esgrimir el argumento de que el movimiento para combatir la violencia ejercida contra las mujeres es producto de la mano negra, no solo es endeble, ya que no ha aportado fuerza a la oposición, sino que no enfrenta la parte sustantiva: Es un movimiento necesario.

La cuarta transformación no puede darse el lujo de ser autocomplaciente, en cada tema sustancial, sus propuestas y avances son loables, incluido el de la seguridad, como ya hemos argumentado aquí. El gobierno actual tiene una histórica participación de mujeres en sus tres poderes y en sus tres niveles, pero el problema que tratamos de la violencia ejercida contra las mujeres es muy real y urgente y requiere las mejores respuestas. Dejemos de gemir por el empoderamiento femenino y aportemos a su solución. Ni un feminicidio más.
Apoyo irrestricto a las mujeres independientemente de la forma de lucha que escojan. Alto a la violencia. No más sangre.

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