Exagente del Mossad, el Israelí asesinado en plaza Artz
Por Akire Lincho
Entrenado por el instituto de inteligencia y operaciones especiales de Israel, Mossad, Benjamin Yeshurun Sutchi fue sentenciado en los años noventa a 17 años de prisión en su país por el asesinato de Many Aslan, hijo del capo de la mafia israelí Ezequiel Aslan; escapó de prisión y en 2001 se refugió en Venezuela, donde permaneció escondido hasta 2003, cuando algunos miembros de la poderosa Comunidad Judía de la Ciudad de México lo contrataron y lo trajeron, para que les bridara seguridad en contra de la ola de secuestros que se había desatado durante el gobierno de Vicente Fox Quesada.
En el desarrollo de sus actividades, proporcionando seguridad a algunos miembros de esa comunidad, amplió su rango de acción con la encomienda de cobrar deudas para ellos, lo que hacía aplicando métodos de intimidación y violencia, propios de su entrenamiento. Así, fue diversificándose dentro de ese y otros giros complementarios como la extorsión, la venta de protección a negocios, el control de casinos, el secuestro y el tráfico de drogas; en sólo dos años ya era “empresario independiente” de sus clientes originales, operando su “negocio” en las áreas de Polanco y Tecamachalco de la capital. Aprovechando la información confidencial con que contaba, en las nuevas actividades delictivas incluyó a sus clientes originales dentro de su cartera de víctimas de extorsión.
En ese tiempo trabajó con Edgar Valdez Villareal “La Barbie”, miembro del cártel de los Beltrán Leyva y sentenciado en Estados Unidos a 49 años de prisión, con quien se asoció en el tráfico de drogas, y con Jorge Kohury Layón “El Coqui”, quien tiempo después fue encarcelado por secuestro y homicidio.
Para el 2005, a solicitud del gobierno de Israel que lo buscaba en varios países por delitos cometidos en ese país, la Interpol ya había emitido una ficha roja para su captura. Una vez ubicado en Polanco, la Interpol y el hoy extinto CISEN contaban con información sobre los nexos financieros que Sutchi había logrado desarrollar con la Agencia Federal de Investigación de la hoy desaparecida PGR, por lo que decidieron solicitar el apoyo de la Policía del Distrito Federal controlada por el gobierno de la ciudad, encabezado por el hoy presidente López Obrador, bajo el mando del Subsecretario de Seguridad, Gabriel Regino.
Un día de finales de Junio del 2005, Sutchi, de 30 años de edad, fue ubicado por la policía capitalina en el restaurante Punto Shanghái, en la esquina de Masaryk y Mariano Escobedo de Polanco, en compañía de su “esclavo sexual” y de 43 gramos de cocaína. Fue detenido después de identificarse, subido a una camioneta de la policía y, en compañía del mismo Gabriel Regino, fue trasladado al edificio de la calle de Liverpool por tratarse de una instalación segura, como lo había solicitado el CISEN.
Cuando en la embajada de Israel fueron informados de la detención, un representante llamó por teléfono al subsecretario para pedirle que tuviera a Sutchi bien vigilado y en un área de alta seguridad, porque su paso por el Mossad lo entrenó para quitarse solo las esposas, y era perfectamente capaz de matar a 5 personas antes de ser sometido.
Fue el propio subsecretario quien condujo el interrogatorio del detenido en los separos del edificio de Liverpool, custodiado en todo momento por veinte elementos policiacos armados, que eran sustituidos por otros veinte al final del turno. Durante el interrogatorio privado Sutchi le dijo al funcionario que él no ganaba nada teniéndolo preso y que le ofrecía un millón (no recuerda si de pesos o de dólares) para dejarlo libre. Regino le preguntó cómo los iba a conseguir; el detenido le dijo que con una llamada a su amigo Jorge Kuri se lo traerían para entregárselo; cuando el subsecretario le pasó el teléfono para que hiciera la llamada él se arrepintió, bajó la cabeza y dijo “ya no diré más”.
El gobierno de Israel había ya enviado un avión especial al aeropuerto de la ciudad de México para recoger al detenido. Gabriel Regino lo trasladó al área de hangares del aeropuerto custodiado por seiscientos elementos y lo entregó en la escalerilla del avión a dos agentes del Mossad fuertemente armados, con quienes no cruzó palabra. La nave llevó a Sutchi a su destino para pasar los próximos 14 años en una prisión israelí.
En Febrero del 2019 Benjamin Sutchi salió de prisión con condena compurgada; tramitó un pasaporte falso y voló a México para reconstruir su otrora lucrativo “negocio”.
El miércoles 24 de julio del 2019 en la mañana, Esperanza Gutiérrez de 33 años se puso una chamarra beige sobre la ropa interior, se colocó la peluca rubia frente al espejo, enfundó la escuadra en la cintura y salió de su casa en la Delegación Tláhuac, para abordar el Versa azul en el que la esperaban los cuatro hombres que había mandado con ella el Cartel Jalisco Nueva Generación para hacer el “trabajo”, cuyo plan habían repasado juntos unas horas antes. Trabajaba como “sicario” para la organización; le habían dado el trabajo a cambio de perdonarle la deuda que tenía con ellos por las armas que le habían enviado y el pago de 5 mil pesos.
El automóvil se enfiló hacia el Periférico en dirección de la nueva Plaza Artz del Pedregal, donde la organización había citado a Sutchi para arreglar el “negocio”. En el camino volvieron a estudiar la foto del objetivo y repasaron el plan: Mientras Esperanza y dos de los acompañantes se colocaban en una mesa del restaurante Hunan de ese centro comercial, cercana a la mesa en que se encontraría el objetivo, los otros dos acompañantes provocarían una balacera en la bahía de la plaza para distraer a los guardias de seguridad y facilitar una ruta de escape a los tres, después de hacer el “trabajo”.
Y así fue, al escuchar la balacera fuera de la plaza, Esperanza se levantó, caminó hasta la mesa cercana, vació la escuadra sobre la cabeza del objetivo y de su acompañante, y en medio del griterío salió rápidamente del restaurante hacia la banqueta del Periférico, mientras se deshacía de la chamarra y de la peluca; había soltado la escuadra en el restaurante cuando salía. Pero algo salió muy mal. En la balacera fuera de la plaza, habían herido a un policía y disparado contra una patrulla que inmediatamente pidió apoyo. Cuando Esperanza corría por la banqueta hacia la esquina de Picacho, ya sin chamarra, sin peluca y sin escuadra, la rodeó la policía, la esposó y la subió a la parte trasera de una camioneta. Los cuatro cómplices habían escapado.
Así terminó la vida de un exagente del Mossad de 44 años, con condena compurgada, entrenado en Israel para matar a 5 personas antes de ser sometido, que había regresado a México para reconstruir su “negocio” de crimen organizado. Ultimado por una sicaria de Tláhuac a cambio de 5 mil pesos.