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Un movimiento pacífico
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Un movimiento pacífico

Justo antes de que hubiera una recomposición interna que dividió al PRD entre quienes apoyaban al proyecto alternativo de nación y a AMLO, por un lado; y quienes desde entonces mostraron su gusto por el erario, Calderón y la corrupción, por otro, esto es, en noviembre de 2006, se hizo un recuento de los militantes asesinados hasta ese momento:693.
Era (es) una cifra horrenda, pero no sabíamos el infierno que iba a desatar en su desesperación por conseguir legitimidad el usurpador Calderón.

Es muy importante entender que la epidemia de asesinatos de periodistas que se desató desde ese momento y hasta la fecha, es, sin lugar a dudas, producto de las denuncias que estos publicaron de las complicidades entre el poder político de miembros del PAN y PRI, empresarios inmorales y el crimen organizado.

Son las mismas causas que también son atribuibles a los asesinatos de luchadores sociales y defensores ecologistas cuyo número también es monstruoso, y cuyo martirio fue provocado por ponerse enfrente de la codicia de estas mismas personas.

La minoría abusiva e insaciable que tiene el poder económico y ha detentado el poder político, lleva varios siglos sirviéndose del terror y la violencia. Cada vez que ve amenazados sus privilegios, concibe el fuego y la sangre como forma única de imponer sus deseos.
La sociedad mexicana, lleva no menos de setenta años buscando formar un país moderno, armonioso, justo y próspero a través de la vía pacífica. Eso incomoda a quien ve al país como un botín, molesta mucho a esos que negocian con drogas, armas, tráfico de personas. Esos que glorifican la violencia a través de sus negocios televisivos. Esos que usan eufemismos como “dar empleo” cuando en realidad, se roban el valor del trabajo de los demás; esos que se burlan diciendo que “arriesgan su capital” cuando en realidad usan cualquier dinero menos el propio, créditos a cuenta nuestra (FOBAPROA), AFORES (ahorros de los trabajadores), contratos leoninos que ni cumplen, pero que hacen para recibir cantidades inmensas del erario (nuestros impuestos que ellos evaden), y, cuando ya no da para más, créditos internacionales, de nuevo a nuestra cuenta, para también robárselo.

Esos son los obsesionados con la violencia, los que llaman en redes al magnicidio, los que pagan provocadores, golpeadores y reventadores que reclutan entre los más jodidos a cambio de cacahuates. Ellos son quienes quieren ver a la fuerza pública volcada contra el pueblo, en lugar de en su defensa. Ellos son los que desean el caos, las pedradas, los balazos.
El movimiento de regeneración ha crecido, no solo a pesar de ellos, sino en la medida que la gente despierta. Cada vez que alguien decide que es mejor una beca que unirse al narco, cada vez que una sola persona decide realizar un trabajo comunitario en lugar de asaltar, ellos son derrotados. Cada vez que una sola persona, decide sumarse a un movimiento pacífico contra la corrupción, la codicia, la inseguridad y la pobreza, ellos lloran desesperados.

Mal haremos en hacerles el caldo gordo, respondiendo a sus exigencias de “mano dura”, sus deseos de que el gobierno vaya contra el pueblo que ya ha sido excesivamente maltratado. A ellos no les importa, ya lo han demostrado, cuántos mueran, cuántos sufran, cuántos emigren. Solo les importa cuánto ganan, aunque ya ni puedan contar esas riquezas, aunque ya sean tan grandes que sean una abstracción sin sentido, aunque estén edificadas sobre nuestra sangre.

Resistiremos. Hemos llegado hasta aquí, sufriendo su violencia sin responderla. Nos ha traído hasta aquí la fuerza de la razón, la de la hermandad, la de la paz, la de la sed de justicia y no, no , no, no vamos a caer en sus provocaciones. Vamos a seguir creciendo construyendo.
Paciencia y fuerza, nietecitos, que vamos a necesitar mucha.
©HéctorAtarrabia2019
@HectorAtarrabia

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