Un año después
Por: @HectorAtarrabia
Recapitulando:
Las tres desgracias que han asolado al país como resultado directo del periodo neoliberal son; pobreza, inseguridad y corrupción.
Hace un año, elegimos a una persona honesta cuyos objetivos centrales son combatir a estos tres engendros de la codicia desbocada de unos cuantos. Cada una de ellas alimenta a la otra, pero todas son tributarias de esa codicia desmedida y sin frenos.
Una serie de propuestas acompañan a esos tres pilares de la cuarta transformación que, coherentemente, significa liberar al poder político, o sea, el poder democrático de los ciudadanos, que implica el correcto y justo uso de los recursos que son de todos, administrados para el bien común, del poder económico, ese ente de unos pocos surgido del abuso que es insaciable y que desea obtener todos los recursos de todos solo para satisfacerse.
Esas propuestas son instrumentales para el objetivo, o proyectados resultados de ese proceso, o elementos inaplazables para detener la degradación hacia la que nos fue hundiendo el proyecto egoísta y cruel de los voraces neoliberales.
Mucho, muchísimo se ha avanzado en el primer año. La guerra de cifras con la que el poder fáctico bombardea a la transformación que teme y odia, se estrella contra la obstinada realidad: la gente (ellos hablan pomposamente de “los mercados”, pero se refieren a sus propios capitales obesos) ve mejoría en sus perspectivas económicas y de nivel de vida, de calidad de vida. Incluso los más conservadores medios, tienen que admitir que las encuestas entre la población de perspectiva de mejoría han aumentado considerablemente.
Aquellos a los que arrojamos del poder a través de las urnas (y surge la razonable duda de si la victoria fue más abultada a juzgar por las cifras que todo el año se han manejado en variopintas encuestas aunado al cochinero que claramente es el INE) ahora tratan de ofrecer un panorama de inseguridad apocalíptica como si acabara de surgir y no fuera su creación, pero, de nuevo, ello se estrella no solo contra las cifras, sino contra la percepción ciudadana de que sus poblaciones son menos inseguras.
Los medios tradicionales continúan desgastando su ya de por sí en declive prestigio cada vez que se montan en su caballo de batalla para golpear mañana, tarde y noche a un gobierno que ha avanzado en los tres frentes: combate a la pobreza, combate a la inseguridad y combate a la corrupción.
Esta última es la que más le duele al viejo sistema, que se volvió adicto a los recursos del estado. Empresas que solo funcionaron robando esos recursos y compartiendo el botín con funcionarios corruptos. Toda una pirámide que ve a la corrupción como forma legítima de enriquecimiento. La corrupción ha recibido fuertes golpes este primer año y aúlla de dolor, pero está viva y aún fuerte. Las secretarías de estado y sus órganos e instituciones están llenas de pequeños funcionarios reciclados que entorpecen la operación de la cuarta transformación, viejos sindicatos charros, mandos medios enquistados parapetados tras la figura de “funcionario de carrera”, ministerios públicos que son nidos de ratas, corrupción y abuso, conviven con trabajadores entusiastas que han mejorado su atención al público, con mandos medios decididos a mejorar los procesos, con sindicalistas exigiendo transparencia y justicia.
Justo esas rémoras que abusaron del erario desde dentro y fuera del gobierno y que han tratado de enajenar para su provecho los recursos naturales de la nación, son los que se quejan más de los programas que devuelven al pueblo la esperanza, que becan por trabajar, por estudiar, que reciben recursos por hacer carreteras libres de corrupción, que añoran los viejos programas para “bajar recursos” para niños fantasmas y cosas peores, y que lo mismo esconden las medicinas que sí estaban abastecidas en el Hospital Infantil de México, o se niegan a cumplir laudos judiciales en favor de una trabajadora del INBA, o niegan un necesario espacio para atender víctimas de acoso en la Facultad de Filosofía y Letras, o tantos casos que amablemente me hacen llegar debidamente documentados.
Pero la Cuarta Transformación va. Sin endeudarse, dejando de nuevo en ridículo a los profetas de desastres, ha cumplido todos los programas sociales que sustituyen a los que solo existían como forma de robar.
La cúpula gubernamental ha sido criticada despiadadamente, pero nadie les ha podido encontrar un centavo desviado.
Amplias zonas comienzan a respirar un ambiente más libre de violencia, aunque la prensa amarillista procure crear un estado de shock.
Y esto, apenas comienza.
©HéctorAtarrabia2019