Postigo
Por José García Sánchez
@Josangasa3
Cuando la oposición se queda sin argumentos los medios convencionales no tienen información.
Cuando la oposición calla no sucede nada en México: así lo muestran las primeras planas de algunos diarios, sobre todo los más antiguos y, otrora, leídos.
La derecha es una enfermedad del siglo XXI y los medios tradicionales expresan sus síntomas a través de las noticias que colocan. El orden mismo de su jerarquía informativa habla de dónde le duele más y de los tumores más grandes y las lesiones más graves.
En el país surgieron hechos contundentes que dejaron sin palabra a los vocingleros de siempre, que ocupan espacios destacados en la prensa convencional que, afortunadamente, pierde credibilidad rápidamente: la detención de Ovidio Guzmán, la llegada de Biden y Trudeau al Felipe Ángeles, la excelente relación con los vecinos del norte, el desgaste progresivo de la oposición y sus protagónicos voceros, etc.
Los medios convencionales actualmente no funcionan como informadores parciales únicamente sino creadores de cuadros. Es decir, su información tiene la posibilidad de aglutinar ideas, fantasías, deseos, personas, pero no verdades.
Las redes de la derecha que son muy fáciles de encontrar y detectar, le sirven también a la derecha para reagruparse, fortalecerse, incluso evolucionar, gracias a los medios convencionales que tiran línea y a las redes que estallan información sin verificar fuentes y que, a la hora de exigir su comprobación pueden fácilmente escabullirse los autores.
Los medios les sirven a la derecha para ampliar su vocabulario, refrescar sus ideas, renovar objetivos y crear héroes de papel, literalmente. En el mundo no hay un medio de información del siglo pasado que no muestre intereses económicos propios o ideología política que defender. Éste es el disfraz del primero y en el fondo están los privilegios que los conservadores han perdido desde hace varios siglos. Por ello son inconscientes defensores de las monarquías, nostálgicos buscadores de los títulos nobiliarios, adictos al racismo, prácticamente de la marginación de los plebeyos.
De ahí la necesidad de difundir noticias falsas, basadas más en los deseos de los conservadores que en la realidad. En México la prensa educó políticamente a los mexicanos, así como la televisión le mostró los valores que debe seguir una case adicta a la televisión. Noticias manipuladas y sentimentalismos discriminadores, crearon la conciencia social y política de muchos mexicanos, algunos de los cuales siguen consumiendo la información de los medios tradicionales.
La manera de organizar el nado sincronizado de las noticias falsas, de ocupar los espacios destacados de los medios convencionales, de mentir para favorecer políticas del pasado, recuperar el tesoro perdido del privilegio, conformaron una pandilla. Se instituyeron como capillas de “intelectuales”, se conformaron como religión del pensamiento, se unieron al clero para su certificación de derecha. Luego un cártel y ahora representan el terrorismo internacional de la desinformación.
Son fáciles de detectar, son los primeros que alzan la voz cuando alguien quiere actualizar las normas informativas. Le llaman limitaciones o desaparición a la libertad de expresión, como si la mentira se institucionalizara en la libertad del ser humano a través de sus reiterados intentos por ponderarla.
Ahí están los que se esconden, es fácil encontrarlos, sólo se mueve la ratonera y aparecen furtivos y furiosos, obsesos y rabiosos, defendiendo el queso que nunca más será suyo.
Cuando la oposición calla México avanza.