Silicon Valley: La nueva Santa Inquisición
La geopolítica es una materia interpretativa sobre los sucesos importantes que ocurren en el mundo, en lo que se refiere a las esferas política, financiera y económica.
Es necesario valorar la información que corre veloz por todo el planeta, comparando las ópticas nacionales, regionales y mundiales, que se ocupan de narran y visualizar los acontecimientos importantes de la vida diaria.
Pero dentro de este difícil proceso comparativo de datos, hay puntos de referencia claros, que sirven para orientar al estudioso de la geopolítica, sobre la forma en que se va tejiendo la trama que envuelve al mundo entero, en una red compuesta por intereses de países y corporaciones dominantes por una parte y las necesidades y reclamos de Estados emergentes, o dominados.
Uno de esos puntos inamovibles hasta el día de hoy, tiene que ver con el carácter opresor del Imperio Norteamericano. A nadie puede quedarle duda de que esa nación ha dominado económica y políticamente al mundo, a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Participó en esa guerra. Colaboró en la destrucción de muchas naciones europeas y terminó dando crédito a los países en ruinas, para la reconstrucción de naciones que asumían una enorme deuda, para poder levantarse torpemente de suelo. La Unión Americana se convierte en superpotencia en ese momento.
Desde entonces, la industria de la guerra ha sido una de las palancas que mantienen a flote la costosa economía norteamericana. Estados Unidos necesita conflictos armados en cualquier lugar del planeta, para colocar el armamento que su industria bélica produce de manera permanente.
Norteamérica (como ellos se definen), es un país dominante, mal visto por las economías emergentes. Requiere para mantenerse como superpotencia mundial, de los recursos naturales de otras naciones y no lo detiene algo para conseguirlos. La política externa que impulsa es aquella que domina por la fuerza a otras naciones, o la que coloca gobiernos sumisos en los países que poseen los recursos que desea apropiarse.
Una frase nacida al interior de algún gobierno de este país, ejemplifica el trato del Imperio hacia las demás naciones: “Estados Unidos no tiene amigos. Solo tiene intereses”.
El punto destacable en geopolítica sería ése precisamente. Norteamérica solo se ocupa de sí misma y no considera amigos a sus aliados eventuales. Se les utiliza para apuntalar al Imperio, nada más.
En las elecciones pasadas en esa nación, pudimos observar que hay una grieta que resulta evidente en el cuerpo sólido del Imperio. El nacionalismo Trumpista, difiere de la política globalista del clan demócrata Obama-Clinton-Biden.
Donald Trump pierde la elección presidencial, en un proceso electoral bastante sucio, donde es más que probable que se diera el fraude en favor de Joe Biden. Hay bastante evidencia al respecto. Pero también hay una complicidad entre el partido demócrata, los medios de comunicación de peso en ese país y los propietarios de las redes sociales que despachan desde Silicon Valley. A Trump lo tomó por sorpresa la censura en medios decretada en su contra. Las redes sociales se unieron en esta estrategia de boicot a su campaña.
El fraude, de haberse dado, se oculta a una sociedad norteamericana que intenta apenas despertar a la vida política. Los medios de comunicación son propiedad de magnates de filiación demócrata. Twitter y Facebook juegan también en contra de Trump. Silencian los mensajes del aún presidente y descalifican el fraude desde antes de cualquier verificación oficial.
Hay incidentes finales de valor teatral, como la supuesta toma del Capitolio por simpatizantes de Trump. Los videos que dan cuenta de este hecho, muestran a los grupos de seguridad profesional especializada, dando todas las facilidades a los inconformes para ingresar al edificio principal. Un aparente montaje similar a los que tanto gustan a Carlos Loret. El número de participantes en este acto desesperado, es bastante reducido. Jamás estuvo en peligro la “democracia”, pero el incidente sirvió de pretexto para dar la estocada final a Trump y acusarlo de las cuatro o cinco muertes que se dieron.
Lo importante aquí es esa unión entre los grandes medios de comunicación masiva en la Unión Americana y las poderosas plataformas que controlan redes sociales. Ellas contribuyeron a la asunción de Joe Biden al poder, en forma muy similar a la utilizada por Televisa para encumbrar a Enrique peña Nieto. Solo que la empresa mexicana es una enana, si la comparamos con los grandes consorcios mediáticos estadounidenses.
La fuerza principal en Estados Unidos es el ejército. Así ha sido por mucho tiempo y así es hoy en día. Quien controla el poder de fuego de una nación tan poderosa, tiene al final la última palabra respecto al destino de la nación y tal vez del mundo. Pero ese poder puede estar acompañado por otros actores que sirven a los mismos capitales que se encuentran detrás de la industria de la guerra.
En este momento, Silicon Valley juega del lado demócrata por ser lo más conveniente para quienes tienen sus apuestas financieras enfocadas en Wall Street y otros grandes centros económicos mundiales. Silicon Valley entra a este juego de censura y control de la información, de la mano de los consorcios en comunicaciones y de la fuerza política encabezada por la pareja Clinton y el expresidente Barack Obama.
Control total de la información es el nombre de un juego que no es nuevo. El único invitado que hoy se integra, acepta la encomienda de censurar a cualquier individuo que desee expresar una opinión contraria al interés del grupo financiero que se impone sobre los demás.
Hoy pierde Trump, que no tiene méritos mayores a Biden, Obama y los Clinton. Su nacionalismo tiene como fin fortalecer al Imperio desde el interior, en contraste con la idea globalista de los demócratas, que prefieren hacerlo dentro de un enfoque de presión política hacia el exterior, a través de los mercados y de la política injerencista directa.
Republicanos y demócratas buscan el mismo fin. La supremacía del Imperio sobre las demás naciones. Cambia el método, pero nunca el objetivo. Los recursos naturales de otras naciones, son indispensables para mover a este país, que requiere permanentemente de materias primas de todo tipo. Asimismo, necesitan mercados abiertos a sus productos exportables.
El punto fijo que no debemos perder de vista es que ningún gobierno estadounidense verá por el verdadero desarrollo de otras naciones. Eso no está en su agenda.
Y otra cosa importante a considerar. Las peleas internas en ese país, se dan entre gigantes financieros. El nacionalismo de Trump, nada tiene que ver con la mayoría de los ciudadanos norteamericanos. Es un nacionalismo muy distinto al que se vive en México, donde el gobierno pone por delante a los que menos tienen. El centro de atención de los gobiernos norteamericanos, será siempre el poderoso núcleo financiero.
Los demócratas, lo son solo de nombre. Su inclinación política no se dirige a las masas civiles. Trabajan en favor de los grandes capitales.
Silicon Valley es un nuevo episodio de control social. La censura que hoy practican en redes sociales, es idéntica a la que hemos vivido por años, por parte de los medios masivos de comunicación. Pretenden ser propietarios de la opinión pública. Controlando esa opinión, pueden imponer su agenda y nombrar autoridades de todos niveles.
Por eso resulta de capital importancia que un mandatario con amplio reconocimiento a nivel mundial, levante la voz para condenar la censura que se está dando en redes sociales. Esas plataformas son construidas por todos, aunque sean propiedad de unos cuantos. Lo dicho por López Obrador el día de hoy en contra de la censura en redes, es histórico. El boicot a un presidente que llega al poder por el voto ciudadano, la violación a las leyes de un país soberano y el flagrante atentado al derecho ciudadano para estar informado, debe ser denunciado públicamente e impedido por por la sociedad mundial.
Otros mandatarios deberían sumarse a esta condena. Libertad absoluta a los ciudadanos de todas las naciones. Nunca más la censura de ideas.
Silicon Valley nos abre sus puertas, con una bienvenida adornada con mordazas. De la presión de todos los ciudadanos del planeta depende rechazar ese control masivo y recuperar la voz que intentan quitarnos.
Ellos son pocos. Nosotros millones.
Malthus Gamba