El clasismo es un tema que todos los mexicanos y mexicanas deberíamos afrontar. Admitir que hemos sido víctimas del sistema de “castas” implantado en el virreinato y después admitir que nosotros mismos y mismas seguimos aplicando ese sistema para sentirnos más que alguien, después de darnos cuenta que nos han hecho sentir “menos” que otros, es doloroso pero necesario.
Cuando en junio de este año mis compañeres del Comité Gay Pride Comunidad LGBT y yo anunciamos que reconoceríamos a Jhonny Caz, integrante de Grupo Firme, al terminar la Marcha del Orgullo LGBTTTIQ de la Ciudad de México, escuchamos los comentarios más clasistas emitidos de entre nuestra comunidad.
Quedé en shock cuando esos mismos comentarios casi calcados, se replicaron durante la presentación de Grupo Firme el pasado domingo 25 de septiembre en el Zócalo.
¿Cómo es posible que los comentarios de los conservadores de derecha y sus voceros neofifís aspiracionales se parezcan tanto a los de un sector aspiracional de las poblaciones LGBTTTIQ? bueno tengo una teoría.
Los integrantes de las poblaciones LGBTTTIQ hemos sido rechazados e invisibilizados por siglos. Para ponernos en contexto, en 1658 aquí en la Ciudad de México se arrestó a más de 120 hombres “sodomitas” – en esa época no existían los términos “homosexual” ni “gay”- de los cuales quemaron vivos a 14, el 6 de noviembre de ese año en la hoguera de San Lázaro; dice Serge Gruzinski fueron como siempre los menos afortunados, los putos pobres.
“Como siempre, un púdico silencio encubrió a la “gente bien” y particularmente a los eclesiásticos encubiertos. En cambio, algunos travestis imprudentes y gente humilde y sin protección se esfumaron en el quemadero de San Lázaro”. 1
Como suele ocurrir en México, los sodomitas de buena cuna se salvaron de las llamas.
Cuando Jhonny Caz se subió a nuestro escenario en el zócalo tras la marcha de la diversidad, enfrentó los comentarios de “naco”, “inculto”, “color cartón”… etcétera, mientras por ejemplo Elton Jhon, tiene título de “sir” y es reconocido sin chistar en México. Y no voy a cuestionar el talento del autor de Hold Me Closer, eso es subjetivo y en el arte de la música en gustos se rompen tímpanos, fin de la discusión.
Tanto Caz como Elton son homosexuales, tanto Caz como Elton se dedican al negocio del entretenimiento, tanto Caz como Elton son capaces de llamar a las masas; sus letras dicen cosas igualmente “vulgares”, sus atuendos son igualmente llamativos, pero el color de su piel es distinto.
Tenemos que reconocer que se nos inculcó coronar a los blancos, por eso cuando mi comité decidió coronar como “rey gay” a un moreno que canta música regional mexicana, la hoguera de la opinión pública gay se encendió. Nosotros lo hicimos intencionalmente como una forma lúdica de burlarnos de las monarquías, no solo coronando a un integrante del pueblo, sino uno que representa a uno de los grupos históricamente más vulnerados por las élites blancas.
El de Jhonny Caz con corona es el mismo efecto que causa un tabasqueño habitando un palacio. Causa enojo entre quienes se ven despojados de lo que creían les correspondía por “derecho divino”, que se creen superiores al resto ya sea por su color de piel, su dinero “viejo” (old money), y por sus rancias costumbres de separar a la sociedad en clases.
Y las poblaciones LGBTTTIQ no solo somos víctimas de este sistema, entre nosotros también somos victimarios. Seguimos poniendo en la base de nuestra pirámide arcoíris a les LGBTTTIQ pobres, sin educación, que no nacieron en un círculo social privilegiado, cuya piel es más oscura o cuyo pasado es más “vergonzoso”.
Todas, todos y todes, debemos reconocer que el clasismo existe en México y que destruirlo nos conviene. Ninguna mejora, ninguna transformación, será posible si seguimos mirando al de al lado como si fuera menos o más que nosotros.
Cristian Galarza López, periodista independiente.
Twitter: @SoyCriSzis
1. GRUZINSKI, Serge, “La Ciudad de México: Una historia”, Fondo de Cultura Económica, México 2017.