22 Dic 2024

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Sí necesitamos más abrazos
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Sí necesitamos más abrazos

Uno de los pilares en el Plan Nacional de Desarrollo que propuso el Presidente Andrés Manuel López Obrador, en materia de seguridad, es la política de abrazos, no balazos. Y muchos prianredemecistas se mofaron, acusando que, para frenar la violencia, se requerían más violencia, más armas, más balazos. No entendieron nada.

No entienden que la política busca ir a las raíces, al fondo, a cambiar los porqués, para erradicar los resultados que aún hoy se padecen, tras 12 años de iniciada la fallida guerra contra el narco impulsada por Calderón y que vino a descomponerlo todo.

No me pongo la cachucha del criminalista de ocasión, pero sí en el papel de quien relata esta historia vieja, que ha sucedido siempre y que queremos que no siga ocurriendo.

La criminalidad tiene varias caras y se reinventa todo el tiempo para poder echar mano a personas que puedan ejecutar las tareas con rostros nuevos. Unas veces tiene cara de promotor artístico que está en búsqueda de nuevos talentos y que, aprovechándose del hambre de brillar y destacar en los escenarios, promete giras, telenovelas, películas, conciertos que pagan millones y que, en un principio parecen ser reales. Con esa fama vienen la drogadicción, el regenteo, el alcohol, la inseguridad e insatisfacción. ¿Alguien necesita nombres? Hace pocas semanas, en el día de la mujer, Sasha Sockol, habló después de toda una vida de ocultar las perversiones que un hombre de entonces 39 años cometía con una niñita de solo 13, que a cambio de fama engañó con palabras “de amor” que le abrieran la posibilidad de devorar a una pequeña que por obvias razones no conocía de las perversiones sexuales de un hombre acostumbrado a ese juego. Pero también convenció a una mamá que permitió que las amabilidades del productor pasaran a la cama y por años, Sasha tuvo un novio que le llevaba un cuarto de siglo de distancia.

Hace unos 20 años, vimos escandalizados el proceso de la descomposición donde una cantante venida del pueblo, Gloria Trevi, en pleno boom de la fama, fue presa en Brasil acusada de rapto, violación y corrupción de menores; hubo abortos, nacimientos y muertes de bebés. Un caso de proporciones internacionales en donde había varias jóvenes mujeres que fueron convencidas para formar parte del grupo que acompañaba a Gloria y a su productor, Sergio Andrade, cuando aún eran todas menores de edad. Las madres de ellas fueron debidamente engañadas y bien pagadas para convencerse de que el talento de sus hijas bien valía los viajes, el dinero y que todo implicaba un sufrimiento, pero bien remunerado.

En la política, una red de enganchamientos y prostitución tiene hoy, al príncipe de la basura, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, enfrentando una denuncia de varias mujeres que, a pesar del asco y el miedo y de saber que quizá no encontrarían justicia, revelaron la forma en que el asqueroso de marras las atraía para ser sus prostitutas, perdón, sus edecanes, y gozar de sus favores, con la ilusión de que, a pesar de la repulsión, tendrían trabajo. Recordemos que muchas eran chicas de origen humilde, sin muchos recursos académicos y con la idea de que la juventud podría ser el trampolín para tener trabajo, seguridad y dinero para ayudar en casa.

Pero también en las altas esferas se han dado estos engaños. Tenemos el ejemplo de NXIVM, que se ofertaban como un selecto grupo para gente súper fifí, que impulsaba a los líderes del mundo con cursos de desarrollo personal y profesional, que tenía una organización multinivel, en que bailaban, dictaban cátedras de superación personal, hacían rituales sexuales y se ponían playeras de colores que denotaban a qué equipo pertenecían y las mujeres eran fotografiadas íntimamente para que no tuvieran manera de salir de esa “agrupación”. Las víctimas, que alrededor del mundo se tragaron la mentira de que iban a ser líderes, pagaban por humillaciones y vejaciones como ser marcadas con hierro candente, como vacas, porque desde ese momento eran propiedad de Keith Raniere. Sus ayudantes, entre otros: Emiliano Salinas Occelli; Ana Laura Junco de la Vega; Alex Betancourt Ledesma, Ana Cristina Fox, Federico de la Madrid, Alejandra González Anaya… pura gente bien, puro fifí, hijos de políticos prominentes. Y, sin embargo, víctimas que, al parecer, fueron más de 16 mil, de alcurnia, de familias bien, educadas…

En el caso de hombres jovencitos, de 12 a 15 años, que es la edad en que tienen ganas de todo: ropa, videojuegos, tenis, o simplemente, para comer, ocurre que son ligados por el crimen, primero, como halconcitos, para que fueran quienes vigilaran las calles que les ordenaban para evitar que personas de grupos rivales invadieran sus territorios; luego, fueron sicarios que podían quitarle la vida de un par de balazos a quien se requiriera por unos cuantos pesos. Y así iban escalando en el nivel de violencia. En Morelos y el resto del país vimos con horror el caso de El Ponchis, que a los 14 años ya tenía una larga lista de víctimas y distribuía drogas también.

Aquí no hay secreto. Cuando en casa hay una combinación de elementos: pobreza, hacinamiento, ignorancia, ausencia de uno o ambos padres, el rompimiento del tejido social es inminente. Casos como éstos, hay miles. Que hagamos como si no lo supiéramos, es otra cosa. Y esos niños son quienes pueden cometer estos crímenes, como el Ponchis. Por eso, el Presidente insiste en que hay que arrebatarlos de las manos del crimen por medio del estudio, del trabajo honesto, alejándolos de las drogas. ¿alguien que esté en desacuerdo con él?

Ahora bien, también existe otro tipo de delincuentes, quizá más sutiles, que por medio de personas que se pueden identificar con sus víctimas de forma empática, las seducen para formar parte de sus grupos delictivos, sin que ellas se den cuenta. Por ejemplo, y aunque esto no es nuevo, aún ocurre: jóvenes que se conectan con otros “de su edad” por medio de redes sociales y comparten desde sus direcciones físicas, gustos, fotos inocentes o de su intimidad, hasta que finalmente son convidadas a “conocerse” y se desaparecen a veces, por corto tiempo, otras veces, para siempre. Los últimos años hemos sido testigos de delitos cibernéticos en los que adultos se presentan como niños y adolescentes que intercambian sus gustos en música, grupos, programas, y que les invitan a verse en parques o plazas para platicar más, y cuando las víctimas caen en el error, se dan cuenta de que su “amigo” no tiene 12 años, como ellos, sino que es un viejo de 50 y las intenciones ya no son hablar de BTS o Billy Elish. La consecuencia es que no vuelvan a casa, porque son presa de la trata de blancas.

Casos como el de Debanhi, que hoy nos tiene enojados, doloridos y con profunda tristeza, también son muy frecuentes: las “nuevas amigas” la empiezan a invitar a ir a fiestas, a conocer gente, con el fin de que esa gente vea caras bonitas, cuerpos nuevos. La recién invitada no sabe que la finalidad es engancharla a redes de prostitución que no parezca prostitución -scorts, les llaman de manera elegante-. Las fiestas, al principio son tranquilas y el nivel de alcohol que le convidan es manejable, así la “chica nueva” se va sintiendo contenta y cómoda. Le hacen regalos, la llevan en autos lujosos, conoce gente bien… pero ¿y qué pasa cuando la chica se empieza a sentir incómoda? ¿qué ocurre si ella se da cuenta de que la fiesta se empieza a poner rara o la gente se está pasando de confianza con ella? Si se da cuenta y huye, buscará proteger su integridad. Si muerde y patea, no es porque esté rechazando ayuda, sino más bien, porque siente que peligra su libertad. Si se resguarda en un inmueble no es porque quiera que no la dejen salir, sino porque busca que amanezca para poder salir con seguridad

¿hay algo peor que estos ejemplos? Sí. Varias cosas, de hecho. Primero, una burocracia de primer nivel de atención, que antes de entender la realidad y la preocupación de padres que conocen a sus hijos y saben que no se irían de casa porque están a gusto con su vida, al reportarlos como desaparecidos, desestiman la oportunidad de encontrarles pues con su total falta de empatía sólo atienden a decir “seguro anda de fiesta, se fue con el novio, ya regresará”. Y para cuando se dignan a hacerse cargo, casi siempre es demasiado tarde, porque o no se pueden encontrar, o recuperan sus restos en condiciones ridículamente incomprensibles.

Segundo, una sociedad que, sin saber, opina que fulanita se murió porque se lo buscó, por andar de facilota; o zutanito no volvió a casa porque segurito andaba en malos pasos. No siempre es tan fácil. No todas las muchachas que van a una fiesta quieren ser violadas, torturadas y asesinadas, o no volver nunca a casa. Ni todos los hombres que salen a trabajar, a una fiesta o a la escuela, están esperando ser captados por el crimen para convertirse en mulas que pasen drogas y convertirse en la estadística de los que no vuelven porque fueron por cigarros. Es más, cuando dicen “se lo buscó por hacer lo que hacía”, ni siquiera por eso, una prostituta sale a buscar que la asesinen.

Y tercero, autoridades estatales que están en todo menos en lo que deben. Hoy, que están de moda las redes sociales, muchos están más ocupados en hacer videos de su rutina de fitness, o en galas de revistas, pero no en llevar a cabo las tareas propias de su puesto. Y todos estos delitos son del orden estatal, y corresponde a los gobernadores su resolución.

Cada persona que es arrancada de su comunidad implica el rompimiento de esa red y la pérdida de la confianza, de la paz y tranquilidad que implica vivir una vida libre de violencia.

No es nada más por Debanhi, o Yolanda o Alan o cualquiera que aparezca en los hilos de Facebook o Twitter, o en carteles pegados en los postes de las calles. Es por todos, porque es obligación de todos voltear al origen. Es esa madre que se da cuenta que su hijo tiene una cantidad de dinero impensable y que no trabaja; es darse cuenta de que tu hija llega en carros diferentes con regalos que no corresponden a lo que gana como salario; es prestarnos como sociedad a seguir nutriendo las filas de la delincuencia porque a lo mejor me beneficia indirectamente. Es volver a los abrazos, a los regaños de la abuelita y al enojo de un no, dictado por “esa mamá malvada que no entiende que estoy joven y quiero salir”. Es por todos. Nunca se es demasiado grande o demasiado fuerte para no necesitar ayuda.

Si puedo ser quien te resguarde o te lleve de noche, puedes contar conmigo.

@cevalloslaura

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