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SCJN, la iglesia en manos de Lutero
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SCJN, la iglesia en manos de Lutero

Si bien el descaro de los jueces era bastante evidente desde hace tiempo, con actos aberrantes disfrazados de decisiones basadas en la ley, por medio de las cuales han aprovechado cualquier rendija para liberar delincuentes y amparar criminales, a partir de la llegada de Norma Piña a la presidencia de la Suprema Corte y de paso a la presidencia del Consejo de la Judicatura, este comportamiento judicial parece haberse intensificado como por arte de magia o será simple coincidencia.

Contrastando con la mesura prudente con la que se comportó el Ministro Zaldívar mientras ocupó esos cargos, Norma Piña ha hecho gala de desplantes arrogantes e infantiloides en forma constante, comenzando con su falta de respeto a la investidura presidencial, pasando por el auto otorgamiento de un premio irrelevante entregado por otra ministra mafiosa como Luna Ramos y terminando con la transmisión de mensajes estúpidos, dignos de una escolapia adolecente y ridícula, dirigidos al teléfono del Senador Alejandro Armenta, presidente de la mesa directiva del Senado.

Este tipo de conductas inmaduras e indignas de quien se ostenta como la cabeza de uno de los tres poderes de la Unión, podría explicar las razones derivadas de su forma de pensar, que la llevaron a tener como secretario particular a un familiar de la mafiosa Isabel Miranda de Wallace.

O que haya contratado para trabajar en el Consejo de la Judicatura, a una ex empleada y socia del narcotraficante Genaro García Luna, a pesar de encontrarse bajo investigación de la Fiscalía General de la República y de la Unidad de Inteligencia Financiera, por haber facilitado el robo de 72 millones de dólares depositados a una de las empresas del delincuente preso en los Estados Unidos, que fungía como Secretario de Seguridad Pública cuando ella fue nombrada ministra.

El aspecto escandaloso de esta contratación es el hecho de que no solamente contrató a una presunta delincuente, de quien por lo menos se podría suponer que está involucrada en actos de corrupción, sino que la colocó en el organismo encargado de evitar y castigar la corrupción de los jueces.

Pero si había alguna duda de que la toma de decisiones de esta ministra no es lo que pudiéramos calificar de bien reflexionadas, imparciales y maduras, esta se disipó después de la lectura de sus mensajes al Senador Armenta, que la pintan de cuerpo entero.

Ahora se entienden las decisiones de la Corte que hoy preside, por medio de las cuales se han atrevido incluso a violar la Constitución, a usurpar funciones del Poder Legislativo y a llevar a cabo acciones ilegales, como si ninguno de estos pomposos personajes que encabeza el Poder Judicial tuviera la menor idea de lo que dictan las leyes.

Y como una extensión pervertida del ejemplo que ellos ponen a los demás jueces y que por lo visto éstos siguen sin cortapisas, vemos todos los días en nuestras noticias por lo menos un acto aberrante de algún juecesito o magistrado, que libera a narcotraficantes, secuestradores, torturadores o generadores de violencia, mientras amparan delincuentes en todas partes, seguramente a cambio de una generosa suma de dinero, que los motiva para emitir fallos y decisiones al más puro estilo de los ministros que los encabezan.

Así hasta el Presidente López Obrador declaró, con todo conocimiento de causa, que ya perdimos a la Suprema Corte, porque está completamente podrida. Y como consecuencia también hemos perdido al Poder Judicial, salvo en honrosas excepciones, mientras el órgano encargado de vigilarlos es presidido por una persona que ha demostrado más allá de toda sombra de duda no tener el nivel para hacerlo, asistida por una socia del narcotraficante García Luna, dejándose literalmente la iglesia en manos de Lutero.

Como dijo el escritor español Rafael Barret: “Las autoridades no son lo que deberían ser, de ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer ese orden”.

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