SANTIAGO PANDO, EL LABERINTO DE LA SOLEDAD Y LA QUINTA DE LÓPEZ OBRADOR
Por: saulzev@gmail.com I
“Porque rancho y finca están a un paso de ser hacienda, entonces no soy hacendado, como decía Zapata”. Con estas palabras, el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, aclaraba que su propiedad, conocida con el nombre “La Chingada”, es una Quinta por sus características de casa de campo para descanso o vacación. El nombre, se lo puso el mismo Andrés Manuel en alusión a una propiedad que tenía el General zapatista Genovevo de la O, quien fue un reconocido defensor de los peones y comuneros mexicanos. La admiración de AMLO hacia el General de la O, lo llevó a darle un nombre similar a su Quinta. Acerca de ella, el ahora presidente exclamaba: “…si la mayoría de la gente no me quiere gobernando o los de la mafia del poder nos lo impiden, entonces sí, me iría literalmente a La Chingada. Es mi plan B: refugiarme en este lugar maravilloso”.
II
En México, es frecuente el uso del verbo “chingar”. Todos los días nuestro país, verbalmente hablando, es un barullo de chingaderas, chingonerías, chingones y chingados. Según el Diccionario de la lengua española, “chingar” se deriva de cingarár, cuyo significado es “pelear”. Pero el Diccionario del náhuatl en el español de México, lo ubica, controversialmente, con la voz “tzinco” (en el ano). En el libro La anarquía del lenguaje en la América española, Darío Rubio, ubica su procedencia como azteca: xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). En Oaxaca llaman “chingaditos” a los restos del café; en todo México, al alcohol se le conoce como “chínguere” y en otros países como España, Cuba, Chile, Perú y Ecuador, la palabra se asocia a las bebidas alcohólicas, a embriagarse y hasta a las tabernas (“chingana”). Como palabra polisémica, la chingada elude las intenciones de descubrir sus orígenes, preservando un aura de misterio alrededor suyo, y nos brinda múltiples usos, que se vuelven más o menos ingeniosos, dependiendo de la persona que los utiliza.
III
En el Laberinto de la soledad, el poeta, ensayista y premio Nobel de literatura 1990, Octavio Paz, ahonda en la psique del mexicano, tratando de descubrir quiénes somos y por qué somos como somos. En el capítulo “Los hijos de la malinche” del ya citado libro, Paz teoriza que “la chingada” es la madre como figura mítica y tiñe a esta voz con un color de sexualidad, alegando que…” chingar es hacer violencia sobre otro”. Según Paz, “chingar” es un verbo masculino, activo, agresivo y cerrado, que busca violentar. En contraposición, lo “chingado” es lo pasivo, lo femenino como sinónimo de debilidad, lo inerte y abierto. El chingón es el macho, el que “abre”. La chingada, es la hembra, pura pasividad. Paz cierra su idea de este capítulo, teorizando que los mexicanos tenemos un lastre psicológico al sentirnos hijos de una violación cultural: el mestizaje, el sincretismo un tanto forzado que se llevó a cabo hace más de quinientos años, es una herida abierta, que todavía supura, que nos convierte en “chingados” en pasivos, en débiles, en víctimas. Y eso, para una cultura que trata de afianzarse en el machismo consciente o subconsciente, como estandarte cultural, es una afrenta que aún con todo ese tiempo transcurrido, el mexicano no ha sabido superar. Teniendo en cuenta que los nombres tienen una carga especial, que da identidad y poseen significado, ¿el nombrar “La Chingada” a una propiedad es algo que fortalece o debilita?
IV
Decir que Santiago Pando es un publicista mexicano, sería limitarlo. En esa faceta llegó a ser muy reconocido y exitoso. Aunque eso nunca lo satisfizo. Dio un vuelco a su ritmo y estilo de vida, alentado por la sincronía que inundó su vida y apoyado por y en su familia, su esposa Tisa y su hijo Dany, quienes son a la vez socios, compañeros de viaje en la vida y fuerza y motor, se dedicaron a difundir un mensaje que derivó en filosofía y aún mejor que eso, en acción concreta. Apoyados por medios audiovisuales, los Pando se han dedicado a difundir sus inquietudes, sentimientos y confesiones en las películas que, en formato de documental, pretenden no entretener sino invitar a la reflexión, a la reconexión con uno mismo, con los demás y con el entorno: “recordar para volver a ver desde el corazón”. Su último esfuerzo, la película Escapando (2019), no es una invitación a encontrar salidas sino a ubicar las puertas de entrada a la reconexión, a la capacidad que todos tenemos como creadores y transformadores de la realidad. En la película, Santiago Pando redefine a la chingada, ubicándola en nuestro país como una energía muy poderosa, que te puede “cargar” y llevarte al fondo del horror, o elevarte a lo más alto. Con la participación especial de los escritores Antonio Velazco Piña y Laura Esquivel; el artista multidisciplinario Sergio Arau y el maestro Don Lauro de la Cruz, la película Escapando se erige como un faro que alumbra el camino de quienes navegamos por obscuridades que, a veces, confundimos con mares que amenazan con devorarnos. Poesía visual y vibracional que nos toca y nos une, para invitarnos a brindar lo mejor de nosotros como humanidad, para elevarnos, para ser “chingones”, redefiniendo los significados de la palabra para transformarla de algo que avergüenza y estigmatiza, a una energía invisible endémica de nuestro país, que bien utilizada, exalta, eleva, es un auxiliar creativo. Entonces, llamar “La Chingada” a una Quinta no está nada mal, ¿no?. Así que, ya lo sabes, cuando alguien piense que te está ofendiendo al mandarte a la chingada, agradécele. En realidad, te está llenando de bendiciones.