¿QUIÉN ANIQUILÓ A LOS VIEJOS PERIODISTAS?
El tiempo.
Esta nota puede ser resumida en una sencilla respuesta a la pregunta que tienen atorada en la cabeza, las viejas estrellas del periodismo mexicano.
¿Cómo es posible que siendo relevantes figuras de la comunicación en prensa, radio y televisión, los antiguos divulgadores de la “verdad a modo”, se vean despreciados por un sector creciente de la sociedad, que apenas hace caso a sus escritos, informes, análisis, proyecciones y predicciones antes tan solicitadas?
Es como si un poderoso huracán hubiera pasado por México, destrozando el edificio de la comunicación que habían construido todos los informadores de renombre en nuestro país.
Gente tan importante como López Dóriga, Brozo y Loret de Mola, tenían audiencias aseguradas en horarios estelares de la televisión y la radio. Y aún figuras pequeñas como Ricardo Alemán, Luis Cárdenas, o José Cárdenas, disfrutaban de su pequeño pero fiel grupo de seguidores, que escuchaban los contenidos que presentaban a diario.
Y de repente todo desaparece.
Brozo y Loret andan dando lástima, al trabajar para una plataforma digital que recibe financiamiento de la familia priista Madrazo y de organizaciones pro-golpistas norteamericanas. Desde ahí destilan sin descaro todo el veneno que pueden producir, para golpear del modo que sea, al gobierno del presidente López Obrador.
López Dóriga se mantiene en la radio, pero su posición privilegiada al estilo Zabludovsky, no existe ya. Su palabra no orienta el sentido de la opinión pública. Es uno más de los malos periodistas repudiados por las nuevas audiencias en el país.
Y pasa lo mismo con quienes en su momento, fueron vistos como figuras periodísticas que abrían camino a una crítica real, ante los abusos del poder en turno.
Carmen Aristegui es la cabeza visible del grupo de comunicadores (pocos en verdad) que en su momento tuvieron un peso significativo en los espacios noticiosos del país, por dedicarse a señalar faltas graves de mandatarios y políticos de primer nivel.
Hoy Aristegui es una golpeadora más, que arma “mesas de análisis” donde todo se hace, menos analizar objetivamente y con datos confiables, el acontecer nacional.
Aristegui, del brazo de su amiga de toda la vida Denise Dresser, se dedica a descalificar cualquier acción de gobierno y a intentar manchar la figura del presidente López Obrador y su familia.
¿Qué cambió en México, para que el orden establecido por décadas, se trastocara de manera tan radical y expedita?
No fue un huracán, como pudiera creerse. Ni un movimiento armado que hubiera volteado a la sociedad de arriba a abajo.
Fue el tiempo. Solo eso.
Vamos a ver.
El movimiento de cambio impulsado por el presidente López Obrador, no se gestó de la noche a la mañana. Fue resultado de una lucha a nivel de territorio, que se dio mucho antes de que el presidente hubiera nacido.
Ese movimiento viene de las promesas no cumplidas, o traicionadas, que surgieron durante y después del movimiento revolucionario, que marcó el fin del porfiriato.
Una semilla que viene de lejos y que fue regada con lágrimas y sangre de miles de mexicanos.
Hay huelgas, levantamientos, protestas, grupos organizados, manifestaciones estudiantiles, grupos de acción directa que aparecerán una y otra vez, durante décadas y que son antecedentes de lo que sucederá cuando el tiempo, que avanza inexorablemente, madure en un movimiento social uniforme.
López Obrador en su momento, hace suyas esas banderas, seguido de personajes importantes de la izquierda mexicana, que han sido integrantes de varias de estas expresiones de inconformidad social.
Son tres los intentos que hace el actual presidente para alcanzar la presidencia del país y es en su tercer “turno al bat”, cuando consigue aglutinar todo el poder del pueblo, en un movimiento sólido que tritura en las elecciones del 2018, a la ya muy decadente política neoliberal, representada por el PRI-PAN gobernantes.
La decadencia conservadora no se resiste la gran prueba por tercera ocasión y se derrumba estrepitosamente.
Y el pueblo asume un papel preponderante en la definición de la vida nacional.
Cree en la democracia y en sus resultados. Queda convencido de que los cambios en el país son posibles, si se respalda con valentía a un gobierno que en los hechos y no en las palabras, se muestra como verdadero representante de la voluntad de las mayorías.
Todos sabíamos que los gobiernos neoliberales eran corruptos, violentos, infames y miserables. Pero no había hacia donde hacerse. No existía alternativa alguna. Los corruptos parecían invencibles y la tragedia se asumía como algo inevitable.
Pero con López Obrador se encuentra la puerta de escape abierta y el pueblo de México toma conciencia del momento histórico que se vive.
Eso fue lo que sucedió.
Del lado conservador, nada se hizo para altear el orden “natural”, creado por la derecha corrupta. No cambiaron los políticos, los grupos empresariales, los periodistas de siempre, ni la forma para intentan manipular y dominar al pueblo.
Fue el pueblo quien cambió. Se quitó la venda de los ojos y echó del gobierno al poderoso grupo de tecnócratas, que recibían instrucciones del grupo de oligarcas que manejan los capitales importantes en el país.
El pueblo escuchó las expresiones de cambio del nuevo gobierno y vio como en cuatro años, el rostro del país se tornaba distinto y mejoraba el nivel de vida de los sectores sociales históricamente más golpeados.
¿Cómo hacer caso entonces a las voces del pasado que gritan a diario que con López Obrador todo marcha mal y que el pasado reciente era una especie de reino de luz, donde se vivía de mejor manera?
La gente no se traga, ni se tragará en adelante ese cuento.
El pueblo despertó y reconoce abiertamente a su enemigo histórico y no quiere saber nada de una “reconciliación” propuesta por los corruptos, que no es otra cosa que el renunciar al proyecto nacional que se construye.
Por eso hoy son muy pocos los que atienden a periodistas como Loret de Mola, López Dóriga, Riva Palacio, Aristegui, Dresser, Brozo, Jorge Ramos y un largo etcétera.
El ciudadano cambió en conjunto mientras ese periodismo se pudría. Ellos siguen siendo los “chayoteros” (hoy del dinero privado), que escriben lo que se les manda, sin mostrar huellas de profesionalismo y ética personal.
Y como el enemigo a vencer es el presidente, que les habla claro y los tacha de corruptos y sinvergüenzas en las conferencias mañaneras, hoy intentan censurar ese espacio informativo que los muestra tal y como son en realidad.
Piensan que con eso, pueden regresar al sitial que ocuparon en el pasado.
No se dan cuenta de que su tiempo ya pasó. Son reliquias del pasado. Cartuchos quemados. Títeres que sirvieron en su momento, pero que ahora, ante los cambios y actores nuevos, quedan arrumbados en un oscuro rincón de la historia.
Su enemigo no es el presidente, ni la Conferencia Mañanera.
Su enemigo son ellos mismos, que no supieron adecuarse a los cambios y hoy viven sus últimos días, de manera lamentable.
Con Mañanera, o sin Mañanera, jamás volverán a disfrutar de la credibilidad que perdieron y nunca regresará a ellos.
Están enfrascados en una batalla perdida, mientras la mayoría de los mexicanos se esmera en construir un futuro mejor para el país y para nuestras familias.
Moralmente, la oposición está más que derrotada.
Malthus Gamba