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No es lo mismo ganar que no perder
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No es lo mismo ganar que no perder

Cuando estamos en un escenario donde hay varias oportunidades de coaligarse y ganar de manera limpia o de coaligarse y ser grandes perdedores, ganar y perder, sí que tienen diferencias.

En esta elección del domingo los más simpáticos rijosos preguntaron “¿no que nos iban a blanquear 6 de 6? pues no es cierto, ustedes perdieron porque nada más ganaron 4 de 6 estados”. Es muy curioso ver cómo para la oposición, como bien dice nuestro querido Erick Gutiérrez, nosotros no los cacheteamos sino que ellos estrellaron contra nuestras manos y no les queda más que hacer de tripas corazón y actuar como que no les dolió la madrina, porque, si fueran realmente sinceros, si fueran en verdad los opositores serios que dicen querer retomar las riendas del poder en México, no estarían con estas payasadas, simulando ser los ganadores de una elección en donde, de 6 estados pudieron mantener el control apenas, y con las garras, de 2.

Dos entidades en las que los actuales gobiernos aceitaron sus maquinarias e impulsaron todas las más sucias prácticas de compra y coacción del voto, de amenaza de pérdida de los ayudas sociales, pero sobre todo y con mucho descaro, el empleo de la fuerza pública en contra de la propia ciudadanía, amedrentando a los brigadistas, levantando a los comunicadores, desalentando con el uso de la represión y la violencia, a la ciudadanía.

En efecto, en respuesta a la pregunta que Vicente Serrano le hizo a López Obrador en la mañanera de este martes 7 de junio, sobre el saldo blanco de la jornada electoral, el presidente dijo que, en términos generales no hubo violencia, pues no ocurrió lo que en otras muchas elecciones del pasado, con muertes, secuestros y golpes, con situaciones verdaderamente lamentables; pero eso no significa que no haya habido y mucha violencia, en contra de la ciudadanía, de los brigadistas del partido que, en este momento, se alza con el triunfo en cuatro entidades pero que técnicamente, es la oposición en aquellos estados donde todavía el PRI y el PAN mantienen sus cotos de poder.

Al presidente le toca reconocer que, como él dice, el pueblo que quiera ser libre, lo será, aunque hay una pequeña falla que radica en que aún existen funcionarios y políticos que se empeñan en que las viejas prácticas de violencia prevalezcan y por ende, no permiten que esa libertad llegue en su totalidad, ni sea tan amplia y tan real como él idealiza.

Al presidente siempre le tenemos esa pequeña crítica: él es un hombre bueno y por ende siempre tiene a los demás como personas buenas, aun cuando han demostrado muchísimas veces que no lo son. El optimismo del presidente es contagioso pero a ellos no los permea ni la bondad ni el espíritu de servicio;  ellos no son los demócratas que debieran, ser ni son las personas civilistas que tendrían que reconocer que no ganaron  y, en cambio, será que no perdieron el poder en esos estados.

En un ejercicio de estricta honestidad, el PRIAN mantiene un bastión en Aguascalientes y Durango, pero lo mantienen por los pelos; no es un triunfo que se les pueda atribuir a sus buenos oficios y tampoco se merece la ciudadanía ser tratada con el desdén de creerse más importantes que la voluntad ciudadana.

¿A quién le duele más el que el PRI y el PAN ya no gobierne, a la ciudadanía, que ha decidido quitarlos por hartazgo, por reflexión o por convicción, o a las cúpulas, que aún creen que tienen la fórmula mágica que revierta una tendencia de progresividad y de cambio de punto de equilibrio en la balanza?

Hoy la gente no tiene miedo de salir y votar, ni tiene por qué seguir callando las atrocidades que viven en sus estados. Hoy, a pesar de que no se ha llegado a un estado de legalidad y de respeto al estado de derecho tan pleno como se requiriera, sí podemos estar seguros que el presidente escucha que los secretarios de gobierno federales escuchan que los cambios van a llegar porque la gente los está impulsando y también tenemos la certeza de que seremos libres porque así lo queremos.

Una de las batallas más fuertes que hemos dado como ciudadanos fue precisamente la de 2018, una en la que perseveramos y no solamente votamos en una o en 2 ocasiones sino en 3 por ese hombre líder, que hoy es el espíritu de esta cuarta transformación. Y no, aunque parezca un fanatismo no lo es: todos los ideales que plasmó en los estatutos de este cambio y las palpables evidencias presentadas sobre la maldad que representa el egoísmo de un movimiento mundial que tendió a poner el individualismo por encima de las necesidades del colectivo, nos que permite aceptar la obligación de un cambio y hoy ese cambio es real.

Aún faltan muchos escalones por subir pero estamos seguros de que conquistaremos la cima más tarde que temprano. Tenemos una misión que pasa por el reconocimiento del otro, de las necesidades del compañero, por el humanismo como eje central de un país que se reconstruye.

El día de mañana, el segundo paso a dar será la continuación de otro sexenio de un cambio de conciencias, de una transformación desde el interior; pero esta revolución de pensamientos y de conciencia ya nadie la para.

Y sí, sí hay una diferencia entre ganar y perder: el que gana lo debe hacer con humildad  pero con compromiso; y el que pierde, lo debe hacer con más valor de aceptar que, si no ha triunfado, no es porque el otro hubiera sido el obstáculo y el objeto de su derrota, sino que fueron las propias circunstancias que lo han llevado a no ser el favorito de esos 12,600,000 personas que decidieron decir basta ya a un gobierno autoritario que ejecuta todas las vejaciones en contra de su pueblo con tal de mantener el poder tal y como lo vimos en Aguascalientes y en Durango.

No vamos a darle a la oposición lecciones para mejorar, porque no entienden la bondad que hay en servir, ni la virtud de ayudar a que alguien que pueda abandonar para siempre la miseria en que ha estado condenado a vivir, por la voluntad de personajes que de pronto decidieron robar el presupuesto asignado a escuelas, hospitales, programas sociales y con ello, varias generaciones no pudieron aspirar a salir de esos índices vergonzantes que se ahondaron en los últimos 40 años.

Es más, esas lecciones quedarían sin efecto, porque lo que hoy se conforma como “oposición” ni siquiera pueden tolerar la derrota como una parte importante en una contienda. Suponen que las bravuconadas del pagador que los ha agrupado deben ser suficientes para “convencer” por las buenas, por las malas o a billetazos, a todos, de que su visión empresarial es la buena y que los oficios de la buena política deben caer en el desuso. Si estamos oyendo a un Markito y un Alito que no piensan hacer un alto para analizar sus acciones, sino que en cambio, dicen que así como vana tienen todo para hacer frente al pueblo mexicano, pues poco o nada podemos imaginar que cambiarán.

¡Hay tiro! Dice el impresentable líder de un PRI decadente, Alejandro Moreno. Dice que tienen un poder de 40 puntos. Yo digo, que apenas y son de sutura para este descalabro que los tiene perdiendo el registro estatal allá en Quintana Roo. Su contraparte azul, Marko Cortés, daba por bueno el triunfo del pan en Tamaulipas y celebró antes de tiempo, pero así es todo en ellos, lanzadas en falso y exageraciones, pues según él y sus nervios, están listos para corregir el rumbo de México para 2024. De verdad, que no han entendido nada: si pudieron conservar el poder en Aguascalientes y en Durango, no es porque la gente los apoye por millones; se quedaron ahí porque los gobernadores José Rosas Aispuro y Martín Orozco le quitaron la cadena a sus fieras, perdón a sus policías estatales y lograron que los niveles de votación fueran bajos como para que operara el fraude a su favor.

De las autoridades electorales hay muy poco qué esperar porque vimos como cargaron los dados desde un principio, permitiendo que el prian hiciera de las suyas cuanto quisieran, pero podemos ver qué sucede con las impugnaciones que morena estará tramitando porque no solo son los resultados los que se afectan con esta inacción, sino que se violan los derechos de elegir del pueblo y eso, es una violación grave de derechos humanos.

Ya serán pocas estas manifestaciones de abuso de poder. Cada vez está más cerca su final. Para 2023 estaremos despidiendo otros dos estados gobernados por el tricolor y, con ello, se dinamitarán los bastiones y cuna política-ideológica del nuevo PRI y en 2024, la oposición será pequeñita, de papel de baño costoso, pero nada que no pueda irse por el caño del olvido.

@cevalloslaura

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