Uno de los mitos que sostiene el pensamiento conservador, es el del “eterno retorno”. Nada nuevo hay bajo el cielo y los episodios históricos se repiten una y otra vez, interpretados por distintos personajes. Lo que ha sucedido una vez, se repetirá ininterrumpidamente, en escenarios distintos y con actores de nuevo cuño.
Esta idea intenta negar el proceso histórico, que sostiene que el avance de toda sociedad es evidente y que lo que existe hoy, necesariamente ha de morir, para dar paso a etapas superiores de desarrollo.
Cuando existen similitudes entre escenarios del pasado, con situaciones vividas en el presente, deben interpretarse como sucesos que avanzan en “espiral ascendente”. Tienen puntos de referencia evidentes, pero sin tratarse del mismo hecho, repetido en forma infinita.
Esta sensación de repetición, tiene que ver en ocasiones, con la aparición de situaciones propias de la condición humana. Acciones que no faltan en todo proceso de cambio. Los seres humanos repetimos conductas ante eventos que nos afectan en forma determinada.
En las tres transformaciones vividas por los mexicanos en el pasado, hay hechos que invariablemente se presentan dentro del proceso de cambio. Los protagonistas son distintos. El momento histórico, diferente. Los fines que se persiguen, son otros. Pero la forma de actuar es la misma.
Veamos rápidamente algunos ejemplos, relacionados con un comportamiento particular, que hace presencia en todo proceso de cambio. La traición.
Durante la Independencia y después de las derrotas sufridas por el ejército insurgente de Hidalgo y Allende, aparece en escena Ignacio Elizondo, nuevo partidario de la causa. Elizondo promete armas y parque para el ejército insurgente y propone un encuentro con los jefes del movimiento. En Acatita de Baján los traiciona y los hace prisioneros. El final es conocido por todos los mexicanos.
Otro gran traidor es Anastasio Bustamante, vicepresidente que en un golpe de Estado, desconoce al presidente Vicente Guerrero. No contento con esto, soborna a un navegante genovés, amigo de Guerrero, para que lo invite a comer en su barco y lo detenga. Así se hace y al final, Guerrero es fusilado por instrucción de Bustamante.
Durante la Segunda Transformación, Ignacio Comonfort, presidente del país, se da un autogolpe de Estado, desconociendo la recién promulgada Constitución de 1857. Traiciona a los liberales que lo llevaron al poder y esto desencadena la Guerra de Reforma, o de los Tres Años.
Los traidores siempre han hecho presencia en nuestra historia. Nunca faltan. Son como el vinagre que no puede estar ausente en la ensalada.
Viendo el caso de Ricardo Monreal y los senadores que se muestran afines con su conducta, recordé un episodio que se dio durante la Tercera Transformación y que tiene varios puntos en común con la forma de actuar del senador que hoy marca una distancia oprobiosa con el presidente de la república y el proyecto de la Cuarta Transformación.
Pascual Orozco y Monreal, tienen cierta semejanza histórica.
Al inicio del movimiento armado encabezado por Francisco I. Madero, Orozco se une al mismo, siendo ya un luchador social reconocido, en el estado de Chihuahua. Incluso ha defendido banderas que tienen que ver con el movimiento anarquista, que tiene como fundamento el pensamiento de los hermanos Flores Magón.
Pascual Orozco gana las pocas batallas que se libran contra el ejército de Porfirio Díaz y se convierte con esto en héroe nacional.
Pero Orozco es ambicioso. Pretende la cartera de Guerra en el nuevo gobierno de Madero y no se la dan. Madero prefiere a Carranza y Orozco queda resentido. Debe conformarse con el cargo de Jefe de la Tropa Irregular en Chihuahua. Y ahí rumia su amargura.
Después del asesinato de Madero y Pino Suárez, a manos de Victoriano Huerta, Orozco ve la oportunidad de alcanzar el triunfo político que siente le corresponde y se alía a Huerta, quien le confiere el grado de general de brigada.
La traición de Orozco a la Tercera Transformación es un hecho que no le dejará nada bueno en adelante. Francisco Villa se encargará de infligirle una serie de derrotas, que lo dejarán fuera de la escena histórica. A la caída de Victoriano Huerta, Orozco abandonará el país y después de algunos intentos fallidos para retomar el rumbo de su alicaída carrera, morirá asesinado por rurales norteamericanos, en Texas.
Las traiciones dentro de todo proceso de transformación, son una constante inevitable.
Quienes fueron “fundadores” o iniciadores del movimiento, no siempre llegan con bien a la otra orilla. Algunos quedan en el camino y otros prefieren obedecer a sus ambiciones personales, cuando piensan que el proceso de cambio no recompensa adecuadamente sus “esfuerzos”.
La tropa de Pascual Orozco era conocida por la gente como “Los Colorados”. Revolucionarios que más que al movimiento, seguían al “jefe” que había adquirido prestigio. Al final, quedaron tan derrotados y olvidados como su caudillo.
Hay algo que dijo el presidente López Obrador en la conferencia mañanera de este día, que sirve para cerrar esta nota.
“Cada quien es responsable de sus actos. Hay libertad total y no se viven los tiempos en que el legislador pensaba y votaba por consigna. Hoy, todo político puede y debe razonar su voto, en favor o en contra de lo propuesto”
“Los Colorados” seguían a Pascual Orozco como tropa disciplinada. Como soldados en tiempos de revolución armada. Orozco los arrastró con su traición. Su ambición personal lo perdió y en su caída, se llevó entre las patas a su gente.
Hoy, en tiempos de una revolución pacífica, la disciplina militar en el Congreso no se entiende, salvo en el caso de los grupos de la derecha fascista que se oponen a todo cambio que beneficie al país.
Oponerse en bloque a la aprobación de la ley que regula a la Guardia Nacional, siendo parte de la Cuarta Transformación, es un acto de traición, que quedará escrito en la historia del país.
Si Monreal, por ambición personal falla, sus “Colorados” tienen aún la oportunidad de no sumarse a un acto tan ruin. No tienen porqué manchar su trayectoria política y personal de esa manera. Está en la conciencia de cada uno de ellos el hacer lo correcto, o colocarse del lado equivocado de la historia.
Algo queda claro en todo esto. La historia no se repite. Las traiciones, sí.
Malthus Gamba