En los últimos dos años hemos pasado por una pandemia que cerró las actividades económicas en casi todo el mundo, lo que antes nunca se había visto, porque no existía alguna experiencia histórica que arrojara un poco de luz sobre la forma en que se podía salir de una situación así. El problema básico era que no teníamos la menor idea de cuánto tiempo íbamos a mantener las economías hibernando.
En cuanto disminuyó la última ola de contagios, la presión de la OTAN sobre Rusia desató el conflicto con Ucrania, así todavía sin poder reactivar las cadenas de producción y suministro dañadas por la pandemia, estas se han visto nuevamente colapsadas por las sanciones contra el Kremlin. Por lo tanto las represalias, así como el estrangulamiento de la producción en esa región, han agravado el problema de flujos en la economía planetaria.
Las 3 principales consecuencias económicas que está sufriendo el mundo a raíz de estas situaciones son el desabasto de productos, la reducción de liquidez y una muy alta inflación que dispara sustancialmente los precios de los productos y servicios. La crisis de los combustibles y de la energía eléctrica son los detonadores primarios de la inflación, los cortes en la fluidez de las cadenas de producción y suministros complementan esta tormenta perfecta.
En este escenario sumamente complicado, los mexicanos estamos viviendo una situación que podría calificarse como privilegiada, si se compara con la que viven hoy los habitantes de países europeos y hasta de los Estados Unidos.
De todos ellos, los que parecen tener menos problemas que los demás son los estadounidenses, que solamente están sufriendo una inflación de 8.5%, que palidece frente al 9.8% de los españoles y que siendo además la economía más grande del mundo, tiene a 150 millones de estadunidences viviendo en la pobreza, pero se da el lujo de enviar 33 mil millones de dólares en armas a Ucrania, mientras no termina de autorizar 4 mil millones para desarrollar programas en Centroamérica que tiendan a detener el creciente flujo migratorio hacia su país, a pesar de externar en su discurso, su procupación por esta situación.
Mientras el Producto Interno Bruto del vecino país del norte se cae en -1.4% durante el primer trimestre de 2022, el de México crece en 1.6%; asimismo cuando su inflación energética es de 2.6%, la nuestra se encuentra en 0.6%, con una inflación total anual de 7.7% contra el 8.5% que tienen los Estados Unidos.
En este contexto y en medio de la crisis económica mundial, México tiene superávit en su balanza comercial, sus reservas internacionales y sus tasas de empleo formal rompen records históricos, sigue desarrollando los grandes proyectos de infraestructura, programas que detonarán el crecimiento económico; por su parte, la inversión extranjera directa es la más grande que se haya visto, entran 145 proyectos de inversión privada productiva a instalar plantas en nuestro país, los montos de recaudación fiscal siguen aumentando, todos estamos vacunados, los apoyos sociales siguen fluyendo para impulsar el consumo, crece el turismo y las remesas se disparan a niveles insospechados.
Así, mientras el resto del mundo se debate para evitar el desabasto de gas, de alimentos y para poder pagar la luz, en México los precios del gas, diésel, gasolina y energía eléctrica se mantienen estables. Se impulsa el aumento de producción de alimentos a través de apoyos productivos, precios de garantía y entrega de fertilizantes gratuitos; por si fuera poco, todo esto se hace sin contraer deuda adicional. El nivel de la deuda pública se ubica en 46% del Producto Interno Bruto, que el año pasado creció en más de 11% en términos nominales y 4.8 en términos reales.
Así es que debemos sabernos afortunados de contar con un gobierno que mantiene un manejo sensato y eficiente de la economía, sin perder de vista la dimensión social que se les olvidó a los países atorados todavía en las prácticas perversas del modelo neoliberal globalista, que andan por el mundo como zombis, destruyendo todo lo que tocan a su paso.
Como dijo el filósofo inglés John Stuart Mill: ”Como fuerza social, un individuo con una idea vale por noventa y nueve con solo un interés”.