Más allá del IV Informe: la psicología social detrás del apoyo federal
Textos y Contextos
Por Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
Es poco y aun así se quejan quienes no entienden el fondo de las cosas. Luego del IV informe de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, los críticos, generalmente personajes asidos al régimen neoliberal de los sexenios pasados, que protagonizaron el PRI y el PAN, siguen empecinados en que los apoyos económicos a grupos vulnerables o el fundar universidades, son estrategias clientelares para garantizar el apoyo social al presidente.
Sin embargo y como siempre, uno debe ir más allá de la pasión o de las preferencias por tal o cual postura política, para analizar lo que quizá personajes que siempre han tenido la cartera llena o la alacena rebosante, no alcanzan a apreciar.
En algunas columnas entorno al IV Informe de Gobierno, destacan que, por ejemplo, las Universidades del Bienestar Benito Juárez o las Rosario Castellanos, son algo así como semilleros de seguidores para el actual gobierno, idea que sólo atiende a la propaganda opositora sin fundamento alguno. La necesidad de ampliar la oferta de educación superior era urgente, y un tema del que ningún otro mandatario de la época se había ocupado… será porque la ignorancia es un buen capital político.
Las universidades públicas de tradición y renombre no pueden ya dar atención a todos aquellos quienes reclaman formación profesional, siendo las nuevas instituciones opciones para incrementar la cultura social y, claro, las posibilidades de un futuro mejor para las nuevas generaciones.
Claro, muchos piensan que en el comercio o, peor, en el crimen, la economía de las personas mejora más que cuando cuentan con una educación superior, algo que, en cierta medida, podría ser cierto; sin embargo, con la primera opción, la formación profesional no está peleada, siendo que incluso da herramientas para mejorar las habilidades, por ejemplo, como comerciante; en la segunda, está de sobra enumerar los riesgos y las faltas a la legalidad, la justicia, la moral y la ética que la delincuencia implica.
Pero no veamos con las gafas del neoliberalismo el asunto: estudiar es una cuestión de identidad, no sólo de éxito económico; para muchos un sueño antes muy complejo, hoy más accesible en las nuevas universidades que le dan la oportunidad a alguien de decir: “soy psicólogo”, “soy pedagoga”, “soy ingeniero”, entre otras tantas carreras. Y no sólo hablamos de jóvenes, también de adultos que aprovechan estas nuevas alternativas.
Miremos este tema en el espejo de Chile, cuya sociedad se debate en estos días por actualizar o no su Constitución actual, que es legado de la dictadura militar de Augusto Pinochet y que, en su espíritu, tiene bases neoliberales y capitalistas. La propuesta del actual gobierno de izquierda, que encabeza Gabriel Boric, busca modificar el actual Estado reducido, que prioriza la inversión privada, por un Estado de bienestar, con una gama de derechos fundamentales.
Desde los setentas, cuando se implementó la economía neoliberal planteada por Milton Friedman, la educación superior en Chile se privatizó de tal forma que los créditos estudiantiles han sido muy difíciles de costear. De pronto, tenías a la juventud del país sudamericano sopesando si seguir sus pasiones o si estudiar alguna carrera más sistémica que le garantizase un salario oneroso para poder pagar a futuro su “hipoteca universitaria”… porque en estos tiempos, ¿en qué corporaciones están urgidos de filósofos o libres pensadores de las humanidades y las ciencias sociales?
En la Universidad Nacional Autónoma de México, por ejemplo, estudiar un semestre cuesta los famosos 20 centavos, aunque cada alumno le signifique al Estado cifras que van desde los sesenta a los 250 mil pesos al semestre, cada seis meses, aproximadamente. Así, con mayor oferta educativa, no pensemos en que esto genera las bases sociales de Morena, si no ciudadanos críticos y con un capital cultural valioso, que incluso puede criticar y proponer mejoras en el sistema social en el que se desarrolla.
Otro punto destacable de la política social son los apoyos a adultos mayores, que no sólo se pueden justificar desde la teoría política, si no desde la psicología social misma. En los preceptos anarquistas se justifica la manutención de los ancianos bajo el pensamiento de que ellos en algún momento fueron quienes, con su fuerza laboral, sacaron adelante a la niñez, que ahora es joven y debe pagar esa deuda histórica con ellos. Por otro lado, desde el punto de vista psicológico, pensemos en una mujer mayor que por las costumbres socioculturales del siglo XX toda su vida recibió sus ingresos del bolsillo de su marido, porque se dedicó a las labores del hogar. ¿Qué importante será para esas mujeres tener quizá por primera vez en su vida su propio dinero, su propia tarjeta de banco, a través de los apoyos federales?
Pero eso no lo ve quien siempre ha tenido dinero en la cuenta, un crédito amplio, privilegios de sobra. Tampoco ven la importancia de una oportunidad laboral a través de Jóvenes Construyendo el Futuro, que también da identidad, que regala oxígeno a una juventud cada día más asediada por el aspiracionismo visto en los medios de comunicación y las redes sociales.
Por eso, más allá del otro informe más del presidente, es importante decir que apoyar a ciertos sectores no es cuestión clientelar, si no de una justicia social muy necesaria para un país como el nuestro.